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Hoy no estaba muy animado para inocentadas sobre educación

Debo reconocer que esta mañana me lo he pensado mucho antes de poner en Twitter una Inocentada. Cargada de mala leche, pero inocentada al fin y al cabo. Me lo he pensado porque no está el horno educativo para bollos. Además, las redes sociales, especialmente la red del pajarito, da asco desde la irrupción del colectivo DIME. Pero, más allá de lo anterior, hay cuestiones que distan mucho de ser inocentadas.

No es una inocentada tener los grupos en muchos Centros Educativos al máximo legal, aplicado el porcentaje sobre los mismos. No es una inocentada estar recibiendo a chorro, en determinados lugares, a alumnado que ni tan solo sabe leer y escribir en su propia lengua. Ya no digamos en la nuestra. Es desolador ver como te llega un alumno que no ha estado escolarizado nunca. Igual de demoledor que tener una tasa de alumnado absentista en algunos lugares de casi un 20%. Sí, habéis leído bien… ¡2 de cada 10 alumnos no vienen habitualmente a clase!

Tampoco es una inocentada tener más leyes educativas en la última década que vidas tiene un gato. Ni su lenguaje imposible de entender. Ni los conceptos vacíos en los que se sustentan. Ni que gran parte de la formación que ofrecen las administraciones educativas estén basadas en pseudociencias. Ya no entro en todas esas empresas privadas que montan centros educativos basados en doctrinas tan peligrosas como las escuelas Waldorf. Y eso no es Ninguna Inocentada.

Tampoco es una inocentada la introducción del concepto de competencias que emana desde entidades económicas. Ni la proliferación de premios a docentes de entidades bancarias e, incluso, armamentísticas. Eso no es ninguna inocentada. Y a algunos les gusta participar y remojarse en ciertos lodos. Al final es todo tan perverso que mediatiza cierto escaparatismo educativo y se olvida de la dura realidad del aula porque, al final, el aula es dura. Al igual que lo es cualquier profesión en la que se trate con personas.

Lo de los techos de determinados centros educativos que se caen tampoco es ninguna inocentada. Ni lo de no poder pagar la calefacción. Ya no entro en aquellos centros educativos que llevan meses sin personal de conserjería o limpieza. Hay docentes que están limpiando las aulas al acabar sus clases para que su alumnado pueda tener un poco de higiene. Aulas que, por cierto, se caen a trozos en esas aulas de más de cincuenta años de edificios cuyo mantenimiento ha sido inexistente.

El despilfarro en chuminadas digitales tampoco es inocente. Fondos europeos de miles de millones de euros destinados a no se sabe qué. Cientos de asesores que asesoran al asesor para que asesore a otro asesor. Es como las Doce Pruebas de Asterix. Imposible llegar al certificado pedido. Todo en la administración es muy surrealista.

Lo de la burocracia educativa tampoco es ninguna inocentada. Más papeles, más papeles. Más informes, más informes. Es que es un no parar. Imposible de cumplir. Imposible de controlar. Imposible de saber qué demonios te están pidiendo. Y los docentes como pollos sin cabeza, acudiendo a “aquelarres” impartidos por personajes que jamás han pisado un aula. Con todo mi respeto, claro está, a los Aquelarres en mayúsculas.

Mediatizar por determinados medios educativos determinadas aberraciones tampoco es una inocentada. Además no es nada inocente. Hay intereses para convencer a base de la reproducción de la propaganda de ciertas cosas. Es que, sinceramente, todo es muy poco inocente a poco que uno escarbe un poco.

La LOMLOE no es una inocentada. La Ministra de Educación no es una inocentada. La sumisión a la OCDE y a una determinada agenda educativa, aunque algunos quieran negarlo, no es una inocentada.

Mañana seguirá todo lo que he explicado en esta lista. Compañeros cada vez más desconcertados, alumnado cada vez menos importante, ascensores sociales destruidos y muchas familias que, sin saberlo, están abonadas al despropósito que supone la educación en el siglo XXI. Que no sea solo en nuestro país no lo hace menos grave porque, al final, o se empieza arreglando la casa de uno o no va a haber manera.

Las inocentadas educativas no existen. Vivimos en una inocentada educativa desde hace mucho tiempo. Y es una pena que sea así.

Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso.



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