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Hoy he recuperado la vocación

En los últimos meses, por desgracia, me había convertido en un profesional de los del montón. De aquellos que solo quería lo Mejor para mi alumnado, que sonara el timbre para largarme a casa y hacer un rascamiento de mis partes, una vez finalizada mi jornada laboral a falta de mejores hobbies que, normalmente, iban surgiendo.

Lo reconozco. Mi vocacionalidad Estaba en sus horas más bajas. No había incienso ni producto, fumado, bebido, inyectado o esnifado, que pudiera devolverme esa parte que, como todos sabéis, es tan imprescindible para ser un buen docente: trabajar sin límites y hacerlo siempre, incluso que fuera con una tranca de percherón metida por el ojete, con la mejor de todas las sonrisas. Y fustigarte. Fustigarte cada vez que osaras pensar en algo diferente de tu profesión. Fustigarte cada vez que no estuvieras diseñando una actividad más molona que la anterior, usando la última versión de la herramienta más pedagogicovendible del arco educativo.

Estaba mal. Tan mal que criticaba a los pedagogos, a los del DUA, a los del flipped, a los del ABP,… incluso a los que hacían ouija desde sus mesas de las aulas del futuro. Era solo tener tiritones por la mañana por no poder estar a la última, no poder hacer genuflexiones ante el último vídeo del gurú de turno o, simplemente, ser incapaz de tener orgasmos oyendo determinadas letanías o palabras como LOMLOE. Estaba muy mal. De psicólogo de pago. Bueno, de pago porque los cuatro que hay en la Seguridad Social, tienen lista de espera para años. Y antes uno ya se ha suicidado antes de poder ir. True history. Comprobadlo.

Incluso en las redes sociales estaba más callado de lo habitual. Intentaba razonar con determinados especímenes. Intentaba poner cordura ante tanto despropósito. No hablaba ni de la ley trans, ni de la mujer de Pedro Sánchez, ni de las fotografías subidas de tono que se han filtrado de algunos del PP. Joder, es que ni tan solo hablaba de la propuesta de (des)naranjar a UPyD. Bueno, a Ciudadanos. Los de UPyD eran los de Rosa Díez y del camaleón Toni Canto. Nuestro Cervantes particual.

Hoy por fin cambia mi rictus. Estoy feliz. He recuperado, a nada de vacaciones, la vocación docente perdida. Ha sido Llegar un mensaje y ponerse a brincar todos los cartílagos de mi anatomía. Hasta los huesos se han marcado un perreo con la pecera. Así ha sido lo de hoy. Es que, a ver si no va a ser el mejor acicate, para un docente vacacional como yo, la llegada de su paga extra.

Lo de llegar siempre lo he llegado mejor que lo de ir. Pero bueno, sobre gustos no hay nada escrito. Al igual que los ojetes. Cada uno tiene el suyo. Y no por ello voy a juzgar a nadie.

Un abrazo de amor a todos. Especialmente a mi nómina que, al final, sigue siendo esa pastilla azul que despierta mi vocación.

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