No pueden imaginar mi alegría. Toda mi niñez había soñado con este momento, si bien mi óptica racionalista deshacía mis esperanzas convirtiéndolas en meras ilusiones alocadas de un joven imberbe. Sin embargo, después de tantos años, mi exacerbado escepticismo fue derribado por la realidad más inobjetable.

Hoy, señoras y señores, después de tantos años de correspondencia, lo encontré. Fue difícil, pero el destino lo quiso así. El que ven en la foto es mi amigo invisible (solía firmar las cartas con las siglas T.A.I. = Tu Amigo Invisible).



Todavía no caigo. La casualidad hizo esto posible, no puede haber otra explicación. Si ese tacho de pintura pateado por mi con toda ira - después de ver la novela de la tarde (prefiero no revelar cual), en el momento clave en el que el galán es obligado a casarse con la arpía que fingió un embarazo para quedarse con las posesiones de la acaudalada familia del muchacho, y hacerle con ello la vida imposible a la pobre pero bellísima protagonista - no hubiera estrellado contra mi inadvertido amigo por correspondencia manchándolo en gran parte y delatando su existencia, jamás podría haber dilucidado que allí se encontraba, ya que tiene el hábito de pasearse desnudo a fin de realizar la más inagotable variedad de travesuras y tropelías (jejej, qué grande este tipo).

Ahora que lo encontré finalmente, pudimos esclarecer (en sentido figurado) un montón de cosas que no podían visualizarse (en sentido figurado) de otra manera, y eso me permitió conocer mejor a mi amigo, tener una imagen (en sentido figurado) más exacta de como es él, y no guiarme sólo por las apariencias (en sentido figurado). De ahora en más, lo que depare el futuro para esta estrecha relación de tantos años, quedará por verse (en sentido figurado).