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Alfombras de esparto: ecológicas, artesanas y a la última

Tags: esparto

Igual que las humildes alpargatas llegaron a las pasarelas de alta costura gracias a Yves Saint Laurent, las sobrias alfombras de esparto se han hecho su hueco en la Alta Decoración de la mano de grandes decoradores españoles. Por supuesto, también gracias al empeño de unos pocos artesanos que han mantenido viva una tradición, la del esparto, que se remonta hasta la prehistoria.

Una gran alfombra de esparto en color natural en un salón contemporáneo. El esparto es versátil, ecológico, duradero y artesanal.

Lo primero: ¿qué es esparto?

Popularmente, se ha llamado “esparto” tanto a la planta de esparto propiamente dicha (Stipa tenacissima), también conocida como “atocha”, como al esparto basto, esparto de Aragón o albardín (Lygeum spartum). También usamos “esparto” para referirnos a la fibra obtenida de las durísimas hojas de estas plantas silvestres.

El esparto jamás se ha cultivado, la planta crece espontáneamente en espartales (o atochares) por el sudeste de España y áreas del norte de África. Desde siempre los campesinos han recolectado sus hojas, limitando sus cuidados a eliminar las hojas dañadas y las plantas viejas, y a mantener los espartales libres de otros matorrales que puedan haberlos invadido.

El esparto es un producto 100% español. Grandes decoradores recuperaron esta artesanía cuando estaba a punto de desaparecer. Salón decorado por Isabel López Quesada.

El esparto es una planta de gran interés ecológico, ya que reduce la erosión del suelo y resiste la sequía sin problemas, incluso a pleno sol. Reduce la evaporación del agua gracias a su ancha copa, a la vez que sus hojas muertas actúan como esponja, favoreciendo el paso del agua de lluvia al suelo.

Esteras y alfombras de esparto hoy

Cuando el oficio de espartero estaba a punto de extinguirse hace unas décadas, surgieron un puñado de artesanos y creadores que recuperaron esta antiquísima tradición española.

Las alfombras de esparto, como ésta de Blasco & Blasco, han llegado a los ambientes más contemporáneos actualizadas con nuevos colores y grandes formatos, sin perder sus cualidades naturales. Salón de Belén Domecq en Casa Decor 2016.

Las actuales alfombras de esparto son verdaderos objetos de deseo, presentes en casas magníficamente decoradas, como vemos en todas estas fotos.

Tienen el atractivo de lo hecho a mano, con tiempo y dedicación, siguiendo técnicas tradicionales. Pero las alfombras de esparto también se han actualizado y adaptado a las tendencias en decoración: pueden realizarse en atractivos colores, variando su formato y tamaño según las necesidades del espacio. Por eso, cada alfombra es única.

Y todo ello sin perder las cualidades del esparto: un producto natural, 100% ecológico, biodegradable, hipoalergénico y que no requiere tecnologías contaminantes para su elaboración.

Una alfombra de esparto encaja en todos los estilos. Ésta, de Antonia Molina, en un tono guinda subido, enmarca un ecléctico comedor decorado por el estudio Melián Randolph

Las alfombras de esparto son de fácil limpieza, incluso con agua y, por su estructura, el polvo cae siempre bajo la alfombra. Basta con levantarla y barrer debajo. Pueden colocarse también en el exterior, siempre en porches o terrazas cubiertas.

Y un plus: Su relajante aroma a naturaleza y mar nos lleva a imaginarnos en el Mediterráneo, incluso en medio de la ciudad…

 Un comedor de estilo totalmente opuesto al anterior: éste es tradicional y de inspiración andaluza. Una alfombra superpuesta sobre la estera le da el toque más actual. Foto: Nuevo Estilo

Lo que nos cuentan la arqueología y la historia

Desde la prehistoria, ininterrumpidamente, los habitantes de la península ibérica hemos usado el esparto tejido para elaborar útiles que casi no han cambiado con el tiempo. Lo demuestran los cestos, sogas y sandalias de esparto datados en el neolítico que se encontraron en la Cueva de los Murciélagos de Albuñol (Granada).

De íberos, fenicios, griegos y romanos tenemos documentos que acreditan el uso y exportación de esparto desde la Península Ibérica, sobre todo para elaborar maromas para los barcos.

Y los árabes, que también utilizaban utensilios confeccionados con esparto, apreciaron enseguida su belleza, por lo que comenzaron a tejerlo para decorar sus casas y palacios.

Desde el neolítico a la actualidad, el esparto no ha dejado de utilizarse en la Península Ibérica. En este salón decorado por Luisa Olazábal, una alfombra de esparto XXL se encarga de enmarcar toda la zona de estar. Foto: Nuevo Estilo

En 1778 Luis Fernández, un señor de la época con un rimbombante currículum (maestro tintorero de Toledo, director de la Real Academia Madrileña de los cinco Gremios Mayores y Visitador de los Tintes de Valencia), dedicó al esparto varios capítulos en su “Tratado instructivo y práctico sobre el arte de la tintura”.

Y para acabar este paseo histórico, nos vamos hasta las Ordenanzas para el Gobierno del Real Sitio de Aranjuez promulgadas en 1788 por Carlos IV, en las que vemos el castigo para quien corte o arranque esparto en tierras del Rey sin permiso: 100 azotes públicos o, si el infractor es un noble, «cuatro años de destierro a tres leguas de donde fuera vecino».

El look más rústico nos lo dan las esteras circulares, que se realizan cosiendo la pleita (tira de esparto) en espiral. Foto: El Mueble

Esta ordenanza del rey refleja la importancia que el esparto tenía para la Corona. También era un varapalo para muchas familias humildes, sin tierras, que se sostenían gracias a la recolección, manufactura y comercio del esparto, así como para ancianos, viudas pobres, ciegos y gente con problemas físicos que no podían realizar otros trabajos. A todos ellos era fácil encontrarlos a las puertas de sus casas, con los espartos en la boca haciendo pleitas (las tiras de esparto trenzado en varios ramales, que cosidas con otras sirven para realizar distintos útiles, como las esteras o alfombras de esparto).

Sofisticado contraste de estilos en este recibidor decorado por M&F Deco. El esparto gris resalta la piel de cebra superpuesta.

Cómo se trabajaba el esparto

Como la materia prima de la industria del esparto siempre ha crecido libre y las herramientas que requiere son pocas y fáciles de conseguir, el esparto era una actividad casera, de bajo coste y poco beneficio, una salida para familias humildes o jornaleros desocupados.

Cada miembro de la familia tenía su función (al igual que en las historias de las telas étnicas, como el bogolan, que hemos contado en este blog): el hombre recolectaba el esparto, lo preparaba (lo remojaba, “cocía” o machacaba, según su destino), cosía y vendía los productos; la mujer tejía la pleita, trenzaba la hebra para coser, limpiaba, embalaba y almacenaba; los niños ayudaban a trenzar y a preparar el esparto. Por supuesto, los abuelos también contribuían en función de sus posibilidades. Este trabajo se hacía en la calle, en corrillos en los que nacían amistades y noviazgos.

Unos pocos artesanos siguen trabajando el esparto con las técnicas de siempre, incorporando nuevos colores junto a los tradicionales, como vemos en este muestrario de Blasco & Blasco. Estas alfombras de esparto se realizan a medida de forma cuadrada, rectangular o redonda.

Los estereros

Los estereros eran especialistas no solo en confeccionar esteras, sino también en instalarlas en las casas, como aislante del frío del suelo. Con una mula cargada de rollos de esteras, salían a la búsqueda de clientes en septiembre y octubre, voceando las bondades de su producto. Cada rollo tenía unos 80 cm de ancho y 40 metros de largo, y solía estar formado por 10 pleitas cosidas en paralelo.

Cuando encontraba un cliente, el esterero cortaba los paños de estera necesarios para cada habitación, los cosía y los clavaba en el suelo con tachuelas (como un enmoquetador). Debajo colocaba paja para aumentar el aislamiento, muchas veces mezclada con lavanda o tomillo como ambientador natural. Los clientes más ricos en vez de paja usaban papel de periódico. También se esteraban los guardillones o almacenes para proteger el grano de la humedad.

Esta alfombra se ha realizado con la técnica más tradicional, cosiendo rollos de pleitas unos con otros en paralelo. Foto: El Mueble

Las esteras se colocaban en todo tipo de viviendas, desde las más humildes hasta las casas solariegas o mansiones de nobles, incluso en el Palacio Real. Los pudientes solicitaban los servicios de los estereros más expertos y refinados, capaces de esterar los suelos con diversos dibujos alcanzando un alto nivel de sofisticación.

En primavera, las esteras se desclavaban, se sacudían y se guardaban hasta la vuelta del frío. Una costumbre que se mantuvo en nuestro país hasta mediados del siglo XX, cuando esta artesanía inició su declive.

Afortunadamente, esa vuelta a lo natural, artesanal y ecológico de los últimos años resucitó a las alfombras de esparto. Y esperemos que así sigan.

Si te gustan las historias detrás de las tradiciones como ésta del esparto, descubre en este blog posts sobre telas étnicas como el ikat, batik, kilim, shibori, cachemir y bogolan.

Las esteras de esparto son muy fáciles de limpiar y pueden usarse en la cocina. En este office se ha colocado una estera circular. Foto: El Mueble

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