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De acuerdo con los expertos, los cultivos orgánicos de uva para producir vino distan mucho de ser una moda. Más bien, se trata de una tendencia mundial que se enmarca en la tendencia a consumir productos orgánicos en general. Así, un centenar de bodegas en Estados Unidos, Argentina y otras partes del mundo se preocupan por certificar algunos de sus viñedos como orgánicos o “Earth-friendly”.
La elaboración de un vino orgánico comienza desde el cultivo de la uva, durante el cual está prohibido el empleo de herbicidas, pesticidas y fertilizantes sintéticos. El proceso se lleva a cabo enteramente de manera manual, con técnicas naturales como el uso de coberturas vegetales, la fertilización con estiércol o composta y la prevención de plagas con productos ecológicos.
En cuanto a la etapa de la fermentación del vino, está autorizado el uso de levaduras indígenas no modificadas genéticamente, el empleo de frío, la clarificación mediante proteínas naturales o bentonitas, la filtración con tierras filtrantes y el empleo restringido de dióxido de azufre.
Tanto la producción de uvas como la elaboración del vino deben ser certificadas por organismos privados, que garanticen su carácter orgánico.
La diferencia entre un vino convencional y uno orgánico radica en que el proceso productivo del primero es más limpio y respetuoso del medio ambiente.
Además, los dueños de los viñedos ecológicos sostienen que las técnicas de cultivo orgánicas transmiten mayores nutrientes a este licor y los dotan de un mejor sabor.
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