No recuerdo donde leí que al igual que ahora se está intentando acabar con las corridas de toros, durante la Transición se intentó acabar con el Boxeo, y que como entonces el intento fracasará. No sé si fracasará o no, pero lo que sí se es que estamos hablando de dos cosas totalmente diferentes.
No me gusta el boxeo y tampoco entiendo que se pueda disfrutar de ver como dos hombres se destruyen mutuamente. Creo que envilece a los contendientes y, más aún, a los espectadores, en un moderno circo romano que lo único que hace es mostrar las más bajas pasiones del ser humano. Pero, dicho lo anterior, allá cada cual con lo que hace con su vida y con su libertad. Libre soy de exponer mis ideas, pero a la vez nadie soy para imponerlas a los que, libremente, opten por otro camino.
Y nada de lo anterior es aplicable al toreo, en el cual un animal que tiene una capacidad de sufrimiento similiar a la humana es forzado a padecer una cruel tortura de unos veinte minutos que termina en una muerte igualmente cruenta.
Resumiento, los boxeadores lo hacen libremente, mientras que la tortura y muerte del toro es obligada.
Añado, para los que no me siguen, que no soy vegetariano y que disfruto de un sabroso bistec de ternera, de una excelenta pata de jamón de cerdo y de un buen muslo de pollo. Pero una cosa es la muerte de un animal para consumo humano y otra la tortura y muerte de un animal por diversión. Estoy a favor de lo primero y en contra de lo segundo.