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El evasor tributario Mario Vargas Llosa

Escribe: César Vásquez Bazán
http://goo.gl/kOB47M
Los Panama Papers de Vargas Llosa
Certificate of Incumbency (Certificado de Incumbencia) de Taloma Services Corp., emitido por Mossack Fonseca y Co., donde consta que Mario Vargas Llosa y su esposa Patricia Llosa eran accionistas de Taloma Services Corp. el 7 de septiembre de 2010. El Certificado de Incumbencia es un documento formal de Taloma Services Corp. confirmando la identidad del secretario, director y accionistas autorizados para tomar decisiones y firmar documentos en representación de la Compañía.
(Fuente: El Confidencial, España)


Vargas Llosa vive en la calle de la Flora, en el barrio de los Austrias de Madrid, en un lujoso piso valorado en más de un millón cien mil euros (más de un millón doscientos cincuenta mil dólares, o cuatro millones doscientos diez mil soles). El piso de Vargas Llosa tiene 283 metros cuadrados y una terraza de 29 metros.

De acuerdo con la investigación de El Confidencial, la propiedad pertenece a Fulcrum BV, mailbox company establecida por Vargas Llosa en el paraíso fiscal holandés de la ciudad de Delft. Fulcrum BV está ubicada en un edificio de oficinas de la calle Martinus Nijhofflaan, a mitad de camino entre Róterdam y La Haya. La compañía de Vargas Llosa es una empresa “BV”, es decir de responsabilidad limitada privada (Besloten Vennootschap met Meperkte Aansprakelijkheid).

Según informa El Confidencial, además de la propiedad de Madrid, Vargas Llosa es dueño de:

  • un piso en París, ubicado en la calle Saint-Sulpice, cerca de la iglesia de Saint-Sulpice y de los jardines de Luxemburgo;
  • un departamento en Nueva York, en el cruce de la calle 57 con la Octava Avenida;
  • una residencia en Lima;
  • un inmueble en Punta Cana, República Dominicana.
Registro de la propiedad del piso de Vargas Llosa en Madrid, colocada a nombre de la mailbox company Fulcrum BV, en el paraíso fiscal holandés.

Escena del vídeo publicitario electoral de Mario Vargas Llosa en el que usó como fondo el antiguo edificio del Ministerio de Economía y Finanzas, ubicado en la avenida Abancay

Dos segundos del vídeo de propaganda electoral del lenguaraz Mario Vargas Llosa usando como fondo el antiguo edificio del Ministerio de Economía y Finanzas

Declaración del Dr. César Vásquez Bazán, ex-Ministro de Economía y Finanzas del Perú, sobre la conducta tributaria de Mario Vargas Llosa entre 1984 y 1989

A fines de 1989, Mario Vargas Llosa difundió por la televisión peruana un aviso de propaganda electoral en el cual trató la relación que según él exis­tía entre el déficit fiscal, la emisión inorgánica de dinero y la inflación. El candidato explicó en El pez en el agua que aprobó la producción y difusión del spot preparado por los hermanos Ricardo y Daniel Vinitsky porque le gustó mucho” (Vargas Llosa 1993, 372-373). Debo hacer notar que tiempo después, al igual que muchos otros vargasllosistas, Ricardo Vinitsky pasó a servir a la dictadura de Fujimori y Montesinos, siendo uno de los responsables del manejo de los titulares de la prensa chicha” también conocida como fujiprensa. Ricardo Vinitsky fue acusado de peculado por haberse beneficiado ilícitamente con dineros del Estado aprovechando que se encontraba a cargo de las campañas publicitarias electorales fujimoristas.

En el vídeo de propaganda de los Vinitsky, Vargas Llosa se explayó acerca de los “malos gobiernos” y el “envilecimiento de la moneda”, usando como telón de fondo el edificio del Ministerio de Eco­no­mía y Finanzas del Perú. Tomando en cuenta la preocupación del candidato Vargas Llosa por el déficit fiscal –fenómeno originado, entre otras razones, por la negativa a pagar impuestos de aquéllos que tienen rentas para hacerlo– solicité públicamente al novelista así como a los demás candidatos a la Presidencia de la República, mostrar sus declaracio­nes juradas de impuestos a la renta de los últi­mos cinco ejercicios gravables. Conocidos estos documentos, los peruanos tendrían la oportunidad de evaluar el grado de contribución personal de los candidatos al gasto público para la construcción de hospitales, escuelas, carreteras y otras obras de infraestructura. El pedido fue hecho el domingo 28 de enero de 1990, durante una entrevista con Fernando Vásquez en el programa Panorama de Canal 5 de Televisión. La noticia apareció en todos los diarios de Lima, entre ellos La República, cuyo texto copiamos más adelante.

La exhibición de las declaraciones juradas de impuesto a la renta es una práctica acostumbrada por los candidatos presidenciales en Estados Unidos y otros países desarrollados. Por ello, no fue de extrañar que varios postulantes a la presidencia mostraran sus declaraciones juradas con la indicación de los tributos pagadosÉse no fue el caso de Vargas Llosa, quien respon­dió en forma arrogante que él sólo entrega­ría sus declaraciones juradas el 28 de julio de 1990, cuando fuera presidente del Perú. Perdiendo los papeles, declaró que la Administración 1985-1990 era un Gobierno “de cacasenos y bribones”, afirmación que luego reconoció como un exceso (Vargas Llosa 1993, 261). En El pez en el agua argumentó que el pedido de presentar sus declaraciones juradas tributarias era parte de una supuesta “guerra sucia” y de un conjunto de operaciones de descrédito que libraba el Gobierno entero” contra él “bajo la batuta del ministro de Economía” (Vargas Llosa 1993, 415-416). Escribió el jefe derechista: “Comenzó así una campaña que se iría amplificando día por día y en la que colaboraban los supuestos adversarios –el gobierno aprista y la extrema izquierda representada por el PUM (Partido Unificado Mariateguista) para mostrar al país que yo había evadido durante los últimos cinco años mis obligaciones con el fisco. Vargas Llosa calificó la supuesta campaña de ser una patraña de pies a cabeza (Vargas Llosa 1993, 416). El novelista metido a candidato presidencial se negó a percibir que la solicitud pública para que presentara sus declaraciones de impuestos fue sólo una respuesta al aviso televisivo de Vinitsky que tanto le había gustado y que él mismo aprobó en el que usó como telón de fondo al Ministerio de Economía y Finanzas.

Desafortunadamente para Vargas Llosa la patraña no fue tal. Por el contrario, resultó ser una verdad de a puño. Vargas Llosa nunca pudo mostr­ar a la opinión pública una sola declaración jurada que permitiera acreditar el pago de contribuciones al fisco del Perú. Al menos entre 1984 y 1989, el escritor nunca pagó un centavo de impuestos al Erario Público de mi país. Mientras por un lado simulaba preocupación por la existencia del déficit fiscal, por el otro no declaraba ante el Fisco peruano un centavo de regalías por sus libros, subvaluaba su residencia en el distrito de Barranco, e incluía como carga de familia a su hijo Álvaro, el cual por percibir determinada magnitud anual de ingresos propios no podía ser incluido para tal fin.

El sugerente silencio tributario de Vargas Llosa lo desautorizó moralmente para hablar de déficit fiscal o de corrupción. Debo recordar que Spiro T. Agnew, vicepre­sidente de los Estados Unidos durante la Administración Nixon, se vio obligado a renunciar a su alta investidura por cargos de evasión tributa­ria. Al inicio de la primera Administración Clinton, diversos candidatos propuestos para desempeñar posiciones de secretarios de estado debieron seguir similar camino al comprobárseles faltas tributarias. Que se sepa, nadie en Estados Unidos, ni demócrata ni republicano, motejó tales hechos como guerra sucia. Amparándose en la falacia de la “guerra sucia”, Vargas Llosa, el supuesto moralizador, y, a la vez, ágil evasor tributario, calla que nunca pagó un centavo de impuestos en el Perú. Veinticinco años después, la propensión de Vargas Llosa a usar paraísos tributarios para evadir o eludir el pago de impuestos puesta al descubierto con la publicación de los Panama Papers ha hecho conocer al mundo su conducta delictiva en materia tributaria y confirma la necesidad del pedido de presentación de declaraciones juradas de impuesto a la renta que hice en enero de 1990.

En resumen: el spot electoral del Fredemo preparado por los Vinitsky y en el que se aludía al Ministerio de Economía y Finanzas, originó mi respuesta pidiendo información tributaria a Vargas Llosa y a los demás candidatos. Ése fue el principio del fin de la postulación del novelista neoliberal: a raíz de su negativa a proporcionar dicha información, el candidato derechista cometió deslices políticos que marcaron un punto de inflexión en su captación del respaldo popular y lo condujeron, progresivamente, a perder la elección de 1990. Y es que como reza el proverbio inglés, people who live in glass houses shouldnt throw stones: la gente que vive en casas de vidrio no debe arrojar piedras.

César Vásquez Bazán
Denver, 8 de abril de 2016

Obras citadas

Vargas Llosa, Mario. 1993. El pez en el agua: Memorias. Barcelona: Biblioteca Breve, Editorial Seix Barral, S. A.

“Para saber si ha pagado impuestos desde 1984 
Vásquez pide declaraciones juradas a Vargas Llosa
La República, Lima, lunes 29 de enero de 1990, página 2

El ministro de Economía y Finanzas, César Vásquez Bazán, demandó al candidato presidencial  del Fredemo, Mario Vargas Llosa, que presente sus declaraciones juradas desde 1984 para demostrar si ha pagado impuestos.

Esta invitación la formuló durante el desarrollo de una entrevista que le hizo Fernando Vásquez en el Programa Panorama de Canal 5.

Levantando el tono de voz y con gestos enérgicos, Vásquez Bazán se refirió al líder de Libertad y al equipo económico del Fredemo con términos duros, ásperos.

Cuando el periodista le dijo si estaba dispuesto a polemizar con Raúl Salazar, el posible ministro de Economía en un eventual gobierno del FredemoVásquez Bazán manifestó que él estaba llano a entablar una polémica sobre economía no sólo con Salazar sino también con Vargas Llosa.

En esos momentos, con aires de superioridad, el titular de Economía expresó: que vengan, y que el señor Vargas Llosa traiga sus declaraciones juradas.

El periodista de Canal 5 le recordó que Vargas Llosa era candidato presidencial y no iba a aceptar una polémica con quien no postula a la misma magistratura.

El señor Salazar tampoco es ministro de Economía, pero si se trata de polémicas puedo polemizar con los dos, enfatizó el titular de Economía.

Vásquez Bazán manifestó que el candidato del Fredemo en su campaña millonaria en los medios de comunicación, aparece preocupado por el déficit fiscal, por los impuestos, pero es necesario que exhiba ante el pueblo cuánto ha pagado.

Es un señor que reclama todo pero no da nada expresó el ministro tras criticar que Vargas Llosa aparece en los spots publicitarios frente al Ministerio de Economía y Finanzas, al que se refiere en términos duros.

El conductor del programa Panorama, al comprobar la persistencia de Vásquez Bazán para que Vargas Llosa muestre al país sus declaraciones de impuestos a la renta desde 1984, le preguntó si había alguna sospecha de por medio.

El ministro le respondió que llegan algunos rumores, y en ese instante invitó también a los candidatos presidenciales más importantes a exhibir sus declaraciones juradas.

Fuente: La República, Lima, lunes 29 de enero de 1990, página 2

El hecho concreto es que MVLL no pagó impuestos en los últimos cuatro años
Comentario del diario La República sobre la reacción visceral de Vargas Llosa ante el pedido formulado para que haga públicas sus declaraciones juradas

Fuente: La República, Lima, domingo 4 de febrero de 1990, página 3


 
Páginas 1 y 2 de la declaración jurada de impuesto a la renta correspondiente al año 2014 presentada por el senador Bernie Sanders, precandidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos


“Vargas Llosa encubierto por la prensa peruana
Titular de Hildebrandt en sus trece, Lima, viernes 8 de abril de 2016
Nada nuevo, mis estimados, nada nuevo. Tradicionalmente, “la prensa peruana”, propiedad de la derecha oligárquica, ha encubierto al evasor tributario Mario Vargas Llosa.

Mario Vargas Llosa reconoce que se tapó la nariz y en el año 2006 votó para presidente por el nuevo converso neoliberal García Pérez. ¿Confirma esa declaración que Mario es un hijo de puta, como lo llamó en Panorama su colega doctrinario Hernando de Soto? Yo creo que sí, aunque hago tres salvedades.

La primera es que la madre de Vargas Llosa no tiene porqué verse envuelta en este pleito de arequipeños, como describió el incidente Hernando de Soto, en conversación con la revista Caretas en el año 2000 (edición 1644). Por ello yo prefiero denominar al novelista como lo que es, es decir un hijo predilecto del imperialismo y la nueva oligarquía. (Anteriormente, siendo ministro de economía, le apliqué el colorido mote de cobrador del FMI por servir como instrumento de presión de dicho organismo imperial.) Con el anterior considerando, evitamos la injusta e innecesaria mención a la señora madre del escritor.

La segunda salvedad es que debemos revalorizar la imagen de la prostituta en los países neocoloniales. Creo que en un elevado número de casos, en especial en el Perú, la puta ejerce el oficio por necesidad económica y no por placer o mero gusto. No debemos atentar contra la autoestima de este sector marginado con epítetos como los usados por de Soto para calificar a su examigo Vargas Llosa.

El tercer punto es que no debemos ser sexistas y sólo acordarnos de las putas. Al igual que prostitutas hay prostitutos, lo que sugiere la posibilidad de cambiar el insulto de de Soto por un post-moderno hijo de puto. En cualquier caso, tampoco es dable llamar de esta manera a Vargas Llosa. No ofenderemos así ni a su honorable padre (a quien Vargas Llosa confesó que nunca quiso), ni al esforzado gremio de trabajadores independientes que ejerce la profesión liberal más antigua del mundo.

El jueves 31 de enero de 2008, Mario Vargas Llosa visitó a Alan García, su nuevo colega ideológico, el actual presidente de nuestro país. A su salida de Palacio, el exlíder del FREDEMO confesó que él votó por García en la segunda vuelta electoral de 2006, por considerarlo “el mal menor. La declaración es interesante porque reconoce lo que la mayoría de peruanos ya sabíamos. Nos referimos al hecho que la extrema derecha peruana apoyó con dinero y prensa a García Pérez, apuntalando la colaboración que le diera el oro imperial desde fuera del país.

La reaparición del novelista metido a candidato es una buena ocasión para difundir el presente artículo, en el que analizo algunos de sus parámetros de conducta y personales, así como las principales falacias económicas y políticas en las que incurre a menudo. Por caer en esos lugares comunes de la mayor vulgaridad es que califico al novelista como cacaseno neoliberal.

También desfilarán ante ustedes las fijaciones mentales de Vargas Llosa, por las que reitero lo de bribón profesional. Al respecto, la más importante vargasllosada es aquella que afirma que la literatura es distorsión de la realidad, manipulación y engaño. El propio Mario reconoce que éso es lo que él hace diariamente para ganarse la vida. Por eso es que lo califico como granuja de profesión: por mentir como mecanismo cotidiano de subsistencia.

Finalmente, encontrará el lector la descripción de algunos rasgos de la conducta personal de Vargas Llosa, comportamiento que, por ejemplo, lo llevó a no pagar un centavo de impuestos al erario del Perú entre 1984 y 1989. En este caso, la bribonería pasó a revestir carácter delictivo. De igual manera, examinaré el antinacionalismo de Vargas, basado en su total ignorancia de la forma cómo crecieron económicamente los países que él, de manera usual, señala como paradigmas de desarrollo.


Economía y política de Mario Vargas Llosa
Radiografía de un bribón de profesión convertido en cacaseno neoliberal

“La distorsión y manipulación de los hechos son necesarias en una novela. Se debe mentir sin ningún escrúpulo, pero de una manera tan convincente que el lector acepte las mentiras de uno como verdades. Si se tiene éxito en este engaño algo verdadero nacerá de estas mentiras, algo que no existía anteriormente, algo que no era evidente anteriormente...”
(Mario Vargas Llosa 1991, 80)

Si señor, no hay ningún error en el párrafo que usted acaba de leer. ¡Miente, miente, que algo queda! es la inscripción en el escudo de armas del más renombrado novelista del Perú. A la luz de tan singular concepción, deseo formular algunos comentarios sobre una extraña novela de este personaje, publicada bajo el inaparente título de El pez en el agua: Memorias.

Sorprenderá al lector que califique la obra como una novela pero, dadas sus características, resulta ser tal en el estricto sentido que Vargas Llosa atribuye al término literatura y al concepto de novela en particular. Desde este punto de vista, al presentar como descripciones objetivas, sutiles manipulaciones de los hechos, al acoger mentiras de diverso calibre sin ningún escrúpulo, El pez en el agua llena todos los requisitos de distorsión de la realidad que el propio Vargas cree imprescindibles en una obra literaria, en una novela (1).

Sin duda, Vargas Llosa ha cometido el error más grande de su carrera literaria al escribir estas Memorias. Su falta de objetividad y de perspectiva lo convierte en el hombre menos apropiado para esta tarea. Y tan bien conoce Vargas los problemas de transposición que tiene con su memoria, que sólo hace un par de años escribió en A Writer's Reality: “Mi propia memoria estaba siendo deformada por mi imaginación, por mi fantasía. Sentí que existía una presión invencible de mi fantasía para introducir cambios en mi memoria, de manera de tener un mejor documento y mejorar el texto que estaba escribiendo” (Vargas Llosa 1991, 112).

¿Resultan confiables las Memorias de un escritor metido a político que adultera la realidad, hoy con la excusa de “mejorar” un texto y mañana para hermosear sus actitudes partidarias? La respuesta es simple: no. Presentaré como ejemplo de las deformaciones de Vargas, el caso de sus declaraciones tributarias, el mismo que he descrito en un documento publicado en abril de 1991 (2). El incidente relativo al no pago de impuestos del escritor se originó a fines de 1989, a raíz del aviso electoral de la maquinita, en el cual Vargas Llosa trató la relación que según él exis­tía entre el déficit fiscal, la emisión inorgánica de dinero y la inflación. En ese avi­so, Vargas se explayó acerca de los “malos gobiernos” y el “envilecimiento de la moneda”, usando como telón de fondo el edificio del Ministerio de Eco­no­mía y Finanzas del Perú.

La réplica del Ministro de Economía y Finanzas al spot fue sencilla. Tomando en cuenta la preocupación de Vargas Llosa por el déficit fiscal –fenómeno originado, entre otras razones, por la negativa a pagar impuestos de aquellos que tienen rentas para hacerlo– solicité públicamente al novelista así como a los demás candidatos a la Presidencia de la República, mostrar sus declaracio­nes juradas de impuestos a la renta de los últi­mos cinco ejercicios gravables. Los peruanos tendrían así la oportunidad de evaluar el grado de con­tribución personal de los políticos a la construcción de los hospitales, escuelas, carreteras y otras obras de infraestructura que propugnaban.

¿Qué hicieron varios de los postulantes a la presidencia que cancelaron sus impuestos año a año? Pues lo obvio: mostrar sus declaraciones juradas con la indicación de los tributos pagados. Altaneramente, en lugar de hacer lo anterior, Vargas Llosa perdió los papeles y respon­dió que sólo entrega­ría sus declaraciones juradas el 28 de julio de 1990, cuando fuera presidente del Perú. Además excretó un sinnúmero de insultos y concluyó que en su Gobierno “no habrían Ministros bribones ni cacasenos”.

Cumpliendo con su palabra, el novelista-moralizador nunca mostr­ó a la opinión pública una sola declaración jurada que permitiera acreditar el pago de contribuciones al fisco del Perú. Y es que, al menos entre 1984 y 1989, el escritor nunca pagó un centavo de impuestos al Erario Público. Mientras por un lado este ejemplo de “honestidad política” se consternaba por la existencia del déficit fiscal, por el otro no declaraba ante el Fisco peruano un centavo de regalías por sus libros, subvaluaba su residencia barranquina, e incluía como carga de familia a su hijo Álvaro, el cual por percibir determinada magnitud anual de ingresos propios no podía ser incluido para tal fin (3). De esta forma, Vargas Llosa quedó desautorizado moralmente para hablar de déficit fiscal o de corrupción (4). Sólo a manera de referencia, debo recordar que Spiro T. Agnew, vicepre­sidente de los Estados Unidos durante la Administración Nixon, debió renunciar a su alta investidura por cargos de evasión tributa­ria. Al inicio de la primera Administración Clinton, diversos candidatos propuestos para desempeñar posiciones de secretarios de estado debieron seguir similar camino al comprobárseles diversas faltas tributarias. Que se sepa, nadie en los Estados Unidos, ni demócrata ni republicano, motejó tales hechos como guerra sucia... ¡Por supuesto, El pez en el agua calla el pequeño detalle que Vargas, el moralizador, nunca pagó un centavo de impuestos en el Perú!

Volvamos ahora a la literatura. Si bien novela, El pez en el agua en realidad traspira un carácter de tragedia. En principio lo es para el Perú, pues confirma que la democracia no ha progresado y que el antiaprismo clasista de la derecha sigue dominando la política peruana. Ese torvo sentimiento, cultivado por la reacción conservadora a lo largo de los últimos setenta años, rebosa en cada una de las páginas de El pez en el agua con la misma exacta malignidad con la cual se podía percibir en los años sesenta, cuando leyendo El Comercio era frecuente encontrar insanas menciones al apro-comunismo y a Haya de la Torre, a quien se presentaba bien como Lucy, bien como un ocioso dirigente político e, inclusive, como traficante de drogas.

Transpira El pez en el agua similar odio. En el mundo de fantasías burguesoides del autor de La ciudad y los perros “los malos, (es decir los ladrones y bandidos) son los apristas” (Vargas Llosa 1993, 26). Tal identificación se puede apreciar nítidamente cuando Vargas se refiere a algunos miembros del PAP, amigos de sus abuelos o tíos: “Pese a toda la maldad que el APRA encarnaba, había, en Piura, algunos apristas decentes” (Vargas Llosa 1993, 27). Claro, los pocos apristas decentes” eran aquellos que eran amigos de la familia del escritor. Nadie más.

En segundo lugar, es trágico para el Perú enterarse a través de El pez en el agua de la meditada inexistencia del patriotismo dentro de la tabla de valores del excandidato. Así lo confiesa Vargas en su obra: “Quizá decir que quiero a mi país no sea exacto. Abomino de él con frecuencia... También sé que... el patriotismo, como escribió el Dr. Johnson, puede ser «el último refugio del canalla»” (Vargas Llosa 1993, 47).

La ausencia de la noción de patria en Vargas Llosa fue algo que percibí siendo ministro de economía, cuando en cierta oportunidad, buscando desestabilizar la débil economía del país y actuando como instrumento de presión de entidades como el Fondo Monetario Internacional, Vargas predijo la inminente expulsión del Perú del seno de ese organismo. En tal ocasión, tratando de poner en claro su rol político de agente de intereses extraños a los peruanos llamé a Vargas cobrador del FMI.

Resalta, además, otro grave defecto en estas trágicas memorias de Vargas Llosa. Me refiero al sorprendente desconocimiento de la realidad sobre la cual escribe. Al respecto, es posible analizar varios casos. El primero de ellos es la acusación hecha por Vargas Llosa respecto a una supuesta “infiltración” aprista en el Poder Judicial. De acuerdo a El pez en el agua “el presidente García, en previsión de lo que podía depararle el futuro, había infiltrado el Poder Judicial de gentes adictas” (Vargas Llosa 1993, 170). Asúmase por sólo un momento la validez de la declaración del novelista, y que, por ejemplo, el juez que bloqueó la nacionalización de la banca fue en realidad un aprista solapado, adicto lector de El antimperialismo y el APRA, y que los jueces encargados de los procesos en contra de los cinco exministros acusados políticamente ante el Poder Judicial escribieron con la mano derecha sus mandatos de embargo por 600 millones de dólares, mientras al mismo tiempo tarareaban el himno del APRA –la Marsellesa– y blandían un pañuelo blanco en la mano izquierda.


Hagamos todos esos supuestos por un instante. ¿Qué sucedería si alguien le dijera a Vargas Llosa que es usual –quizá más bien normal– que en sociedades democráticas los jueces nombrados por los gobiernos pertenezcan al mismo partido del presidente de la república? Sé que Vargas Llosa admira el


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