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“Pruébenlo... ¡imbéciles!”.- Eduardo Bueno León desmenuza el ocaso de Alan García Pérez

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Eduardo Bueno León

Alan García se suicidó porque era corrupto y genocida... y lo atraparon. Fue el gran beneficiado y azuzador del antichavismo en el Perú, país donde lo más aproximado a Chávez fue Ollanta Humala, el cual resultó neoliberal vargasllosiano de baja intensidad. Mientras mantuviera el miedo de las clases económicamente dominantes tenía asegurada la impunidad y hasta podría tentar un tercer mandato presidencial. De facto se coronó como el candidato de emergencia de la derecha neoliberal peruana.

Usó al Partido Aprista como maquinaria electoral y como fuente de reclutamiento de abogados e ingenieros, familiares y cuadros absolutamente leales, dispuestos a inmolarse por él, usando los aparatos culturales del PAP como la célebre fraternidad y lealtad. Un ejemplo fue la Fiscalía de la Nación, donde puso a adláteres que lo limpiaban de cualquier acusación. Pero sus vínculos reales eran la burguesía minera, los empresarios de la construcción, algunos banqueros que lo perdonaron, dueños de medios de comunicación y el lobby chileno. Empero, Alan García no pudo controlar las redes sociales y fue en ese espacio virtual de construcción de opinión pública, donde perdió casi todas sus batallas y de donde salieron las denuncias y narrativas más fuertes en su contra.
El APRA alanista fue su particular ejército civil de mercenarios, los que lo defendían a capa y espada, los que lanzaban campañas de satanización, grupos violentos que boicoteaban reuniones de sus adversarios. García no permitió el surgimiento de nuevos liderazgos y reprimió a los críticos violentando reglamentos y estatutos. Era un sátrapa con problemas psicológicos y mentales, incapaz de enfrentar cara a cara a sus críticos. Siempre usaba a terceros, burócratas como Del Castillo, Mulder, Mantilla, mafias de construcción civil, periodistas encandilados con su carisma y favores.
Tuvo en sus manos todos los instrumentos y decisiones para capitalizar al Estado y lanzar una gran revolución educativa, de la sanidad pública, de la seguridad social, de la conectividad y promover el despegue industrial. Bastaba con mantener sus promesas del 2006, ampliamente apoyadas. Pero claudicó. Vio la oportunidad, no para hacerse millonario, pues ya lo era con las campañas electorales del APRA y la inmolación de Mantilla. Quería vengarse, y logró que la gran burguesía peruana y transnacional beneficiada con los precios altísimos de los minerales, la misma que lo persiguió, que lo quiso matar, que lanzó una maquinaria mediática destructiva de su imagen, a partir del 2006, lo aplaudiera, lo celebrara, lo canonizara... para finalmente, pasarlo a la reserva cuando Era Evidente que Odebrecht lo tenía en su registro. Su última candidatura fallida fue un patético recordatorio.
Durante su primer gobierno no pudo controlar la corrupción y la espantada burocrática. Se aseguró en lo personal y familiar, porque sabía lo que se le venía encima. Durante su segundo mandato, era evidente que el robo, la mordida, la comisión, la coima se institucionalizó. Dio la impresión, que la consigna impartida al mundillo alanista fue enriqueceos bajo el lema todos formamos parte de lo mismo. Los Fiscales anticorrupción han detectado las redes entre compañeros, funcionarios recomendados de su entorno... para todos hubo mucho dinero para cortarle el paso al chavismo. García entendió que fuera del Gobierno ya no le podían garantizar la impunidad. Una generación de fiscales honestos asumió el rol de limpiar la política y al Estado del lavado de dinero promovido por el fujimorismo y las coimas de Odebrecht a los presidentes del alto crecimiento del PBI.
Si era inocente y era un hombre de honor, ¿por qué no enfrentó la detención y los juicios con dignidad? Hubiese accedido a la libertad condicional y se hubiese defendido. El Perú que lo miraba con sospecha y los jóvenes indignados con su corrupción y las matanzas, le hubiesen reconocido su arriesgada entereza. Habría alcanzado la estatura moral de un Haya de la Torre fundador histórico del APRA al que lo acusaron de todo, pero nunca nadie se atrevió a llamarlo ladrón. Era pedirle demasiado. Quien traiciona ideología, valores, programas creando un pragmatismo a su medida, no tardará en traicionar la confianza pública, la virtud cívica, el reconocimiento republicano. La corrupción se busca, no se encuentra.

Semanas antes de suicidarse, acosado por los periodistas pero realmente furioso porque las pruebas e indicios en su contra se acumulaban, lanzó su célebre grito Pruébenlo... imbéciles. García creía que tenía derecho a robar, se consideraba un salvador de las grandes ganancias empresariales y del modelo... ¿Por qué tendría que ser detenido? Conocía cabalmente los meandros de la corrupción judicial-empresarial y donde descansaba el poder que lo sostenía. Ese mismo poder que él con su traición, fortaleció y llenó de dinero. No quiso ver que la caída de su amigo, el expresidente PPK, inaugura un nuevo ciclo y las viejas alianzas comenzaban a disolverse... para crear otras nuevas, donde él mismo, ya no figuraba. Su arrebato expresó su frustración y enojo insoportables para su narcisismo, y sobre todo, el saberse abandonado ante la implacable labor de los fiscales. No proclamó su inocencia, exigió que le demostrasen su culpabilidad. Entendió tardíamente que aquello que estaba bien atado, también comenzó a desatarse.

Enero 7, 2020

Fuente
Eduardo Bueno León, Facebook
https://www.facebook.com/eduardo.bueno.35574/posts/10218157308658930


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