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Intervención en el desayuno organizado por Europa Press en Madrid

DESAYUNO EUROPA PRESS
Madrid, 27 de noviembre de 2017

Buenos días.

Les agradezco a todos ustedes su presencia.

El proyecto que encabezo y con el que Quiero llegar a la presidencia de la Generalitat, es un proyecto de cambio tranquilo. De reforma moderada pero constante en lo económico, de reconciliación en lo social y que se inspira, en lo que se refiere a la articulación de Catalunya con el resto de España, en las raíces del catalanismo político.

Un catalanismo que nos ha legado verdades contrastadas:

Unidos, ganaremos; divididos, perderemos.
La aspiración catalana para el autogobierno debe traducirse siempre en buen gobierno.
La unidad civil es el requisito previo a cualquier buena política. Y la cohesión social es la otra vertiente de la unidad civil. Una y otra han sido, son y serán la base de nuestro progreso como sociedad.

Lamentablemente, la mayoría independentista que ha gobernado estos últimos años ha ido en la dirección contraria y por eso esta legislatura ha sido un desastre y ofrece un balance pésimo.

A comienzos de la legislatura que acaba de finalizar, yo decía: “Del mismo modo que los socialistas creemos que la ‘cuestión catalana’ es un problema político que debe resolverse políticamente y no por vía judicial, también creemos que cuando las leyes democráticas se incumplen deliberadamente o cuando una institución -se llame Parlament de Catalunya o se llame Gobierno de la Generalitat- se propone desobedecer abiertamente la legalidad democrática, esto debe tener inevitablemente consecuencias jurídicas “.

E insistía entonces: “Ganar las elecciones habilita para gobernar, no para saltarse la legalidad democrática y llevar a Catalunya al precipicio” (…) Estoy convencido de que el panorama que he dibujado hace unos instantes conducirá a sus aventureros protagonistas a un gran batacazo y al fracaso, con un elevado coste para Cataluña”.

Me hubiera gustado muchísimo equivocarme. Pero, lamentablemente, no ha sido así. Y ahora nos encontramos en un momento excepcional.

Tan excepcional que, como ustedes ya saben, hemos hecho un pacto para incorporar a nuestra candidatura a personas procedentes de la antigua Unió Democràtica de Catalunya. La U de CiU.

Y lo hemos hecho porque ambas partes somos conscientes de la importancia y excepcionalidad del momento y porque compartimos la necesidad de encontrar soluciones acordadas. Compartimos el compromiso de no resignarnos a un empate de impotencias entre el independentismo y el inmovilismo. Compartimos la voluntad de levantar la bandera del diálogo, la negociación y el pacto para volver a cohesionar la sociedad catalana, para defender nuestro autogobierno y compartimos la voluntad de recuperar un marco de estabilidad y confianza que garantice el progreso económico y la justicia social.

Hemos hecho un pacto los que nos sentimos herederos de dos tradiciones políticas diferentes que fueron capaces de reconstruir Europa después de la segunda guerra mundial y se unieron en un momento, también excepcional, para impulsar la economía social de mercado y el pacto social que han promovido el periodo más próspero y justo de la historia europea. Por eso, en este momento excepcional de Catalunya ambas fuerzas nos hemos comprometido a trabajar conjuntamente para superar la crisis política, económica, social e institucional de nuestro país.

Pero la voluntad de sumar y de llegar a acuerdos no se ha detenido aquí. También hemos incorporado a nuestra candidatura a destacados representantes del pensamiento de izquierdas, a veces más a la izquierda que los socialistas, como Beatriz Silva y Carlos Jiménez Villarejo.

Y eso sucede porque la gente de izquierdas de verdad tiene claro que la nuestra es la única candidatura de izquierdas no nacionalista que se presenta en Catalunya. Que nuestra candidatura no es complaciente con el independentismo.

Como dice Beatriz Silva, la número 4 de mi candidatura: “Poner nuevas fronteras no es de izquierdas. Querer la independencia es insolidario porque se defiende el bienestar para uno mismo sin importar lo que les pase a los demás”.

Por eso, los estudios sociológicos dicen que la independencia es más deseada entre los que tienen rentas altas que entre los que tienen rentas bajas.

Hay quien no es capaz de acordar con otros, a menos que compartan al 100% sus ideas. Hay quien no quiere acordar, sino que quiere imponer. No es nuestro caso. Nosotros creemos en el acuerdo entre diferentes, el acuerdo desde el respeto mutuo y hemos querido demostrarlo ya antes de las elecciones. Seguramente por eso la capacidad de mi candidatura para sumar voluntades diversas ha levantado críticas entre nuestros adversarios.

Pero Cataluña en estos momentos necesita acuerdos y no enfrentamientos entre bandos irreconciliables. Porque hoy tenemos: crisis política, crisis institucional, crisis económica y crisis social.

En suma, una sociedad dramáticamente dividida, una economía debilitada, con más de 2.000 empresas que han trasladado fuera de Cataluña su sede social y más de 1.000 la fiscal. Y tantos y tantos que cambian las cuentas de sucursal bancaria o abren cuentas llamadas “espejo”. Una imagen dañada en el resto de España y en Europa. Unas instituciones intervenidas.

El anterior gobierno, cesado. Parte de sus miembros en prisión preventiva, debido a una decisión judicial desproporcionada, y parte de sus miembros y su presidente, en Bruselas, a la espera de que se resuelva la solicitud de entrega a la justicia española.

Habíamos advertido de los riesgos.

Trabajamos como nadie para evitar la Declaración Unilateral de Independencia y la aplicación del artículo 155.

Queríamos que las elecciones fueran convocadas por el presidente Puigdemont. Lo tuvimos muy cerca pero, finalmente, se echó atrás incapaz de soportar la presión de los sectores más radicales del movimiento independentista, empezando por Junqueras y ERC.

Los mismos que ahora van diciendo que proclamar la independencia y la república catalana fue un acto simbólico, que no hay para tanto. ¿Que cómo puede ser un delito lo que han hecho?

Miren, si hay delito lo dirán los jueces, pero yo, como ciudadano, lo que sí digo es que son responsables de causar un enorme daño a la sociedad en términos de división y de incertidumbre frente al futuro.

Y ese daño lo han sufrido tanto a los que no quieren la independencia como los que la deseaban y ahora ven como, sin ningún rubor, los miembros cesados del govern admiten que les engañaron. Que les engañaron a ellos y que, también, se engañaban entre sí.

Solo hay una palabra para describirlos: son unos irresponsables. Y espero y exijo que pidan disculpas al conjunto de la sociedad.

Que conste que no estoy eximiendo de responsabilidad al gobierno del PP. Ellos son responsables de no haber abierto ninguna puerta ni ventana a una solución política. Combatieron a capa y espada el Estatuto de 2006, y han sido incapaces de ofrecer una respuesta a un problema que el paso del tiempo no ha hecho sino agrandar.

Pero no quiero mirar al pasado. Quiero mirar al futuro y a lo que toca ahora. Y ahora es hora de soluciones.

Las elecciones del 21 de diciembre nos ofrecen la posibilidad de cambiar de rumbo.

El presidente Mas, primero, y Puigdemont y Junqueras, después, habían fijado un rumbo de colisión y yo quiero cambiar de rumbo, quiero fijar un rumbo de estabilidad, de cordura, de prosperidad, de justicia social y de sostenibilidad.

Quiero invitar a la sociedad catalana a un viaje muy diferente al que nos propusieron Mas y Puigdemont.

Una invitación a recuperar el respeto por todas las ideas.

Una invitación a dejar atrás actitudes sectarias.

Una invitación a abandonar proyectos que dividen la sociedad entre buenos y malos catalanes.

Una invitación a escuchar y a acordar. A transigir y negociar. A pactar.

Una invitación a reencontrar el catalanismo pragmático que hizo grande a Catalunya.

Una invitación a renunciar al radicalismo que pone en riesgo todos los avances logrados con tanto esfuerzo por muchas generaciones.

Una invitación a abandonar la búsqueda permanente de excusas y enemigos para justificar errores y fracasos.

Una invitación a ser dignos de nuestra historia, dignos herederos de nuestros padres y de nuestros abuelos.

Quiero cambio sin ruptura.

Quiero prosperidad sin dejar a nadie atrás.

Desconfío de verdades absolutas y de dogmas que pretenden ahogar discrepancias.

Cuando el argumento es insulto, no hay razón.

Cuando el sentimiento se impone sobre las razones, desaparece el pensamiento.

¿Qué estamos en condiciones de ofrecer en esta nueva etapa política?

Pasar del ‘lío’, a las soluciones.

Pasar del radicalismo, a la moderación.

Pasar de la inestabilidad, a la estabilidad.

Pasar de la improvisación, a la preparación

Pasar de la confusión, a la claridad.

Pasar de la incertidumbre, a la certeza.

Pasar del engaño, a la sinceridad.

Pasar del espejismo, a la realidad.

Pasar de la discordia, a la concordia.

Pasar de la desconfianza, a la confianza.

Pasar del fracaso, el éxito.

Pasar de la frustración, a la esperanza.

A esto me comprometo.

Es por eso que quiero ser presidente de la Generalitat.

Ciertamente me presento con un programa concreto. Pero en estas elecciones me parece más relevante subrayar los objetivos de país que mi programa con más de 700 medidas concretas.

Hace unos meses les hubiera dicho que mis objetivos eran dos: el primero, conseguir un clima de diálogo y acuerdo entre Catalunya y el resto de España, y, el segundo, utilizar todo el potencial del país al servicio del progreso económico y de la lucha contra las desigualdades que se han incrementado durante la crisis.

Ahora, la razón principal, casi me atrevería a decir la única, es otra.

Quiero ser presidente para superar la división entre catalanes.

Si soy elegido presidente lo sacrificaré todo al servicio de este objetivo.

Trabajaré para evitar la división y una política de bandos enfrentados.

Si soy presidente, nadie se sentirá excluido de la política catalana. Ni los que quieren que todo siga como está o incluso querrían retroceder, ni los que quieren romper con todo.

Mi primera obligación será encontrar la manera de que todos sean escuchados y que todos puedan hacer su contribución a un futuro mejor.

Yo no quiero la victoria de unos sobre otros. No quiero que la satisfacción de la mitad más uno implique la derrota de la mitad menos uno.

Por eso más que pactar una votación como nos dicen que quieren los independentistas y quienes les acompañan, quiero que los catalanes voten un acuerdo. Un nuevo acuerdo de entendimiento con el resto de españoles. No quiero una votación sobre si nos queremos ir, quiero una votación que sancione el acuerdo alcanzado para seguir viviendo juntos y mejor.

No quiero frentismos. Quiero amplios acuerdos. Quiero transversalidad. Debemos abandonar la división entre independentistas y españolistas, separatistas y unionistas, patriotas y traidores, campo contra ciudad, interior contra costa. Quiero reconciliación.

Creo que podemos estar todos unidos en torno a tres objetivos esenciales:

respetar la ley,
respetar la diversidad
y trabajar por el bien común.

Es hora de restablecer la confianza en el futuro.

Nuestra convivencia se ha resentido. Nuestro progreso se ha resentido. Se había presentado todo como fácil, sencillo, deseable. Pero lo que estaba por venir era el desastre. Un desastre que había que evitar y que ahora hay que remontar. Sin perder un instante.

Por miedo a la inestabilidad política, por miedo a la inseguridad jurídica, los dos bancos catalanes, seis de las siete empresas catalanas que cotizan en el Ibex, el sector asegurador, las empresas que concentran una facturación que equivale al 40% del PIB catalán han decidido trasladar su sede social fuera de Catalunya. Se han producido casos de boicot comercial.

Nuestra principal preocupación son las personas que viven de su trabajo, el mundo del trabajo. Y nos esforzaremos, codo a codo con los sindicatos y los empresarios, para asegurar el progreso económico del país, gravemente dañado por la deriva independentista.

Basta ya.

Yo les digo a unos, que vuelvan.

A otros, que no hagan boicots.

Dañar a Catalunya es dañar a España y, encima, colaborar a la campaña de los independentistas en favor de la separación.

Conmigo de Presidente todos tendrán las garantías de que nunca volverá a estar en riesgo la estabilidad política ni la seguridad jurídica.

He dicho hace un momento que quería utilizar toda la potencia del gobierno de la Generalitat para mejorar la economía y reducir las desigualdades que se han incrementado durante la crisis. Y quiero hacerlo cambiando de política. Yo quiero volver a una política que dé prioridad al establecimiento de pactos y acuerdos estratégicos que sumen esfuerzos.

Todos los pactos posibles, que vayan articulando un nuevo “contrato social” tal y como lo define el profesor Antón Costas en su último libro, y cito: “el compromiso entre todos los miembros y grupos de una sociedad para compartir un proyecto común de futuro y cooperar lealmente entre ellos para conseguirlo”.

Es decir, amplios apoyos sociales para impulsar las reformas de todo tipo que nuestra sociedad necesita. Porque toda reforma, por pequeña que sea, necesita de una amplia base social que la sustente ya que cambia inercias y equilibrios económicos y sociales y, por tanto, genera resistencias.

¿Qué es lo que creo que se debería pactar?

Habría que pactar cómo hacer crecer la economía, cómo repartir la riqueza y cómo crear empleo con un nuevo modelo económico en el que el crecimiento no genere nuevas desigualdades, que sea más respetuoso con el medio ambiente y que esté más atento a luchar contra el fraude y la explotación laborales. Y un pacto que aleje el miedo que muchos sectores, incluidos aquellos que hoy tienen trabajo y una alta formación, tienen al estancamiento económico e, incluso, a un posible retroceso.

Habría que pactar una Agenda por la Igualdad capaz de rescatar a los ciudadanos de las políticas actuales, que lo que han hecho es favorecer que se desplomen los ingresos de las familias con menos recursos, e impulsar la educación, defender el sistema público de salud y los servicios públicos, capaz también de detener la privatización de derechos y volver a los servicios sociales de acceso universal. Porque la desigualdad en nuestra sociedad está creciendo y debemos combatirla, no sólo por razones de justicia social, sino como garantía de eficiencia económica y prosperidad colectiva.

Habría que pactar una agenda de regeneración institucional y democrática que permita que la política, la democracia, se imponga sobre la economía. Es decir, que el poder de los representantes de los ciudadanos esté por encima del poder de los mercados o de los intereses gremiales de colectivos afectados. Una agenda que contemple recuperar políticas públicas de regulación que establezcan reglas claras, establecimiento de límites e igualdad de oportunidades para incentivar la competencia, que es lo que más favorece a los ciudadanos.

Cuando antes les hablaba de prioridades he mencionado la de conseguir un clima de diálogo y acuerdo entre Cataluña y el resto de España. Para alcanzar este objetivo he formulado la idea del Pacto de Estado para Cataluña.

¿Qué quiero decir cuando hablo de Pacto de Estado para Cataluña?

En primer lugar, necesitamos que la sociedad española sea consciente de que hay que darle a la cuestión catalana la categoría de tema de Estado; no de un tema menor, circunstancial o efímero.

Muchos hemos dicho que el problema que tenemos los catalanes, además de ser un problema entre nosotros, de la necesidad de tener un amplio acuerdo sobre lo que queremos, es un problema de España, incluso, en este momento es “el” problema de España.

Ninguna otra vez, desde 1981 se ha encontrado España en una crisis institucional tan grave como ésta.

Ningún otro problema, desde el 23F, había provocado un mensaje televisado específico del Jefe del Estado.

En segundo lugar, el pacto debe reconocer las características singulares de la sociedad catalana, su identidad nacional y su vocación de autogobierno. Sin privilegios, pero con un reconocimiento explícito al máximo nivel.

En tercer lugar, hay que promover la necesidad de hablar en Catalunya, de contar con los catalanes, con todos los catalanes; no sólo con unos o con otros. El Pacto debe servir no para contentar a unos, sino para beneficiar al conjunto de los catalanes y, como consecuencia, beneficiar al conjunto de España. No se trata de hacer un Pacto para contentar a los independentistas. Se trata de hacer un Pacto para convencer a una amplia mayoría de catalanes de que no necesitan la independencia porque hay un proyecto compartido más interesante y más beneficioso para todos.

Se trata, también, de que no se utilice el tema de Catalunya como arma electoral, como elemento para ganar votos en el resto de España.

El Pacto también debe servir para abordar temas concretos que, desgraciadamente, llevan años sin ser objeto de una negociación sensata. Me estoy refiriendo a temas como:

1. Las 46 demandas planteadas desde el Gobierno de la Generalitat al Gobierno de España en las que yo veo muchas posibilidades de llegar a acuerdos.

2. Desarrollar el Estatuto vigente e, incluso, y a partir de las oportunas reformas legales en el Congreso, abordar algunas de las cuestiones que el Tribunal Constitucional consideró que debían acometerse a través de la reforma de las correspondientes leyes orgánicas.

3. Abordar la negociación de la financiación autonómica.

4. Impulsar un ambicioso Plan de inversión estatal en infraestructuras estratégicas para España en territorio catalán, que incorpore un diseño inteligente y una gestión compartida.

5. Profundizar en el reconocimiento de la lengua, la cultura y los símbolos de Cataluña. El Pacto debería servir para que se aprobara una Ley Orgánica de Reconocimiento y Amparo de la Pluralidad Lingüística en España. O para asegurar la presencia de las lenguas y culturas catalana y aranesa en la UNESCO.

6. Reconocer la importancia estratégica y simbólica de la ciudad de Barcelona como gran capital catalana, española y europea y sede de la Unión por el Mediterráneo.

7. Y, por último pero no en último término, impulsar la reforma de la Constitución en un sentido federal. Una reforma que deberá recoger lo que yo llamo las cuatro R, cuatro reivindicaciones:

Reconocimiento de las aspiraciones nacionales de Cataluña.
Reglas de reparto competencial que mejoren el autogobierno desde el respeto y la lealtad institucionales, reconociendo las competencias recogidas, singularidades y hechos diferenciales; con especial atención a las cuestiones relacionadas con la lengua, la educación y la cultura.
Recursos. Fijando los grandes principios del sistema de financiación que debe ser suficiente, solidario, justo y equitativo y que recoja los conceptos de esfuerzo fiscal similar y ordinalidad; así como la figura de los Consorcios Tributarios o solución equivalente.
Representación, a través de un Senado o Consejo Federal que haga de la Cámara Alta un verdadero instrumento de integración y cooperación territorial.

Por cierto, una reforma de la Constitución que deberá ser votada en referéndum por todos los españoles, y que es de desear que obtenga un apoyo masivo en Catalunya. Por esta razón hay que trabajar mucho para alcanzar un acuerdo que pueda merecer un apoyo mayoritario de los catalanes.

En definitiva, un Pacto de Estado para Catalunya impulsado con la convicción de que promover el dinamismo de Cataluña es asegurar el progreso en toda España. Porque si una cosa ha quedado clara es que la desestabilización política e institucional de Catalunya tiene una traducción inmediata y negativa en la evolución de la economía española.

Señoras y señores,

Lo que proponemos se puede resumir en dos grandes conceptos; por una parte, restituir la centralidad de la política y, con ella, la vía del diálogo, la negociación y el pacto como única forma de encontrar una solución que, o es acordada, o no será solución.

Y, por otra parte, quiero poner fin a la incertidumbre, al temor sobre el futuro, que se ha adueñado de todos aquellos, trabajadores, autónomos, empresarios, estudiantes, que cada día se esfuerzan por aportar lo mejor de sí mismos para que la sociedad prospere. Quiero devolverles la confianza de que el Govern de la Generalitat no seguirá convocando huelgas, ni “de país” ni de ningún tipo, ni seguirá permitiendo que sectores minoritarios radicales de la sociedad, actúen sin control cortando las vías de comunicación poniendo en peligro la actividad económica y, por tanto, miles de empleos actuales y futuros.

El referéndum para salir de Europa que propone Puigdemont o la desobediencia social permanente que defiende Esquerra son riesgos que Catalunya no puede permitirse.

Yo quiero ser el candidato de todos los que quieren el acuerdo y el cambio. O debería decir los que quieren acuerdos para cambiar las cosas a mejor.

Yo no me limito a defender la legalidad. No me limito a señalar los riesgos de la independencia. Yo propongo un proyecto factible y estimulante de grandes acuerdos y transversalidad que resulte más eficaz que la reivindicación de la independencia.

Un proyecto que, como he dicho al principio, cuenta con el apoyo de mucha gente que antes nunca se había planteado apoyar a un candidato socialista.

Yo me comprometo a hacer una campaña y, más importante aún, a desarrollar una obra de gobierno inclusiva, de la izquierda al centro, del autonomismo al federalismo.

Miraré hacia España y seré tan exigente como dialogante con el gobierno español, sea del color que sea. Recuperaré el papel de impulso reformista e innovador que hasta 2010 ha desarrollado siempre Cataluña.

Y miraré hacia Europa. Quiero que Catalunya aporte soluciones al futuro de Europa, no que le traslade problemas. Ni queremos salir de Europa ni queremos desentendernos de ella.

En este momento difícil de la historia de Cataluña, en un momento que hubiera preferido que fuera muy diferente, me ofrezco a presidir la Generalitat para sustituir el actual laberinto por una nueva esperanza.

Una esperanza de acuerdo y de cambio. La esperanza de un futuro mejor que nos hemos de labrar nosotros mismos con esfuerzo y perseverancia.

Le debo esto a mi país. Llevo toda una vida en política preparándome para un momento como este en que necesitamos pasar del laberinto sin salida en que nos han metido, a un horizonte posible y mejor.

Hago una propuesta progresista, catalanista, y reformista que se dirige a los catalanes que quieren orden y progreso y que nos va a permitir, a muchos, hacer gran parte del camino juntos.

Quiero reconciliación entre los catalanes, reconciliación con el resto de los españoles, reconciliación con Europa y reconciliación con el progreso económico.

Quiero una Cataluña mejor en una España diferente y en una Europa más unida y más potente.

Esta es mi hoja de ruta.

Muchas gracias.



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