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LO QUE NO ENTENDIÓ O CON LO QUE NO CONTÓ K. POPPER

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Había una vez un famoso científico llamado Galileo Galilei. Fue enjuiciado por la Inquisición y se vio obligado a retractarse de sus doctrinas. Esto provocó un gran alboroto, durante más de doscientos cincuenta años el caso continuó despertando indignación y acaloramiento, aun mucho después de que la opinión pública hubiera conquistado la victoria y la Iglesia se hiciera tolerante frente a la ciencia.

Pero en la actualidad, esa historia es ya muy vieja, y creo que ha perdido su interés. Pues la ciencia de Galileo no tiene enemigos, al parecer: en lo sucesivo, su vida está asegurada. La victoria ganada hace tiempo fue definitiva, y en este frente de batalla todo está tranquilo. Así, tomamos ahora una posición ecuánime frente a la cuestión, ya que hemos aprendido, finalmente, a pensar con perspectiva histórica y a comprender a las dos partes de una disputa. Y nadie se preocupa por oír al fastidioso que no puede olvidar una vieja injusticia.

A fin de cuentas, ¿cuál era el tema de esa vieja discusión?. Era acerca del carácter del “sistema del mundo” copernicano, el cual, entre otras cosas, explicaba el movimientos diurno del Sol como un desplazamiento aparente debido a la rotación de la Tierra. La Iglesia estaba muy dispuesta a admitir que el nuevo sistema era más simple que el viejo, que era un instrumento más conveniente para los cálculos astronómicos y para las predicciones. En la reforma del calendario auspiciada por el Papa Gregorio se hizo gran uso de él. No había ninguna objeción a que Galileo enseñara la teoría matemática del sistema, mientras pusiera en claro que su valor era solamente instrumental; que no era más que una “suposición”, como decía el cardenal Bellarmino; o una “hipótesis matemática”, una especie de estratagema matemática, “inventada y supuesta con el fin de abreviar y facilitar los cálculos”. En otras palabras, no había ninguna objeción mientras Galileo estuviera dispuesto a compartir la opinión de Andreas Osiander, quien, en su prefacio al De revolutionibus de Copérnico, había dicho: “No hay ninguna necesidad de que estas hipótesis sean verdaderas, o siquiera que se asemejen a la verdad; sólo se pide de ellas que permitan realizar cálculos que sean concordantes con las observaciones”.

Galileo mismo, por supuesto, estaba muy dispuesto a destacar la superioridad del sistema copernicano como instrumento de cálculo. Pero al mismo tiempo, conjeturaba y hasta creía que era una descripción verdadera del mundo; y para él (como para la Iglesia) éste era, con mucho el aspecto más importante de la cuestión.”

POPPER, K. (1967), El desarrollo del conocimiento científico, Buenos Aires, Paidós, pp. 116-117."

Desde que comencé mis estudios de filosofía en la Universidad de Comillas no sé cuántas veces oí entre los profesores estas ideas de Popper a modo de descarga  de lo que aconteció en el famoso caso Galileo. Nunca lo discutí. De hecho, hasta el presente lo he tenido en cuenta en mis indagaciones sobre el caso con el que me comprometí, ese interrogante sobre la génesis de la duda metódica cartesiana y las reflexiones que lo han acompañado. Creo que incluso fue motivo para que el Dr. Hermes Benitez, desde Canadá, me objetase justamente en su crítica que había en mi posición un punto de inflexión que él consideraba condescendiente con la actitud de la Iglesia católica. El profesor intuyó acertadamente que yo debía de ser católico - algo de lo que no me desdigo. Y digo con acierto, pues su inteligencia le hizo ver entre líneas en mis escritos. 

Ahora bien, este sabio profesor me dejó con preguntas que yo debía macerar en mi después de considerar todo lo que yo había desenterrado de los escritos y correspondencias de los autores de aquel siglo. Y una de ellas tenía que ver con las Razones que mis profesores esgrimían para rebajar la polvareda que desde siempre levantaba el conflictivo Caso Galileo. En efecto, Popper venía a decir que los teólogos y jueces en el juicio contra Galileo estaban dispuestos a admitir que el modelo teórico copernicano era geométricamente más simple que el ptolemaico y, por tanto, reconocían su valor como instrumento de cálculo astronómico. Pero, atención: sólo como hipótesis ficticia, tratando de frenar la posición realista de Galileo con razones que Popper consideró muy pertinentes lógicamente, pero que en las coordenadas históricas de esos jueces provenían de reparos teológicos que, ya sabemos, provenían del dogmatismo cargado de escepticismo del Papa Urbano VIII: la angélica doctrina.

De lo que, en mi humilde opinión, Popper no se apercibió fue de un hecho históricamente innegable. Un hecho cuya profundización requiere del historiador que pase por la obra de Morpurgo-Tagliabue, a saber: se trataba de la emergencia de un nuevo paradigma científico que conjugaba teorización matemática con experimentación, matemáticas y observaciones sensatas. Era el nacimiento de la nueva física matemática. Para los partidarios de esta orientación era importante la atención al principio de simplicidad como criterio para el proceso analítico que conducía a ensayar hipótesis científicas formuladas matemáticamente, en aras de la claridad resolutiva de los problemas científicos planteados por los hechos observables. Creo que estos pensadores se tomaron muy en serio el denominado "tenedor de Ockham" o el principio de economía que se remontaba a Aristóteles. Sólo que en aquellas coordenadas históricas del S. XVII, siguiendo el sentir de Galileo, hacer honor a Aristóteles era no despreciar la ayuda que aportaban las matemáticas para develar el orden inteligible del libro de la naturaleza. 

Descartes, perfectamente, entra en esas coordenadas y jugó su partida de ajedrez en aquél "terreno de choque" propiciado por el Papa, y ya veladamente para sobrepasar el escepticismo o relativismo teológico-científico planteado por el Papa mismo. 

Popper interpretó el momento histórico al que se refiere su texto del encabezamiento desde su posición falsacionista, pero con olvido de que en ese momento se estaba batallando en favor o en contra de la física-matemática, y que los detractores, en buena medida, se basaban en presupuestos teológicos. Si Popper no advirtió esto nosotros debemos no olvidarlo.

Y como prueba de lo que he dicho era cosa del siglo recordaré lo que ya estudié en la figura de Mersenne:

 Comparto con todos el texto de Mersenne. Ruego se observe la alusión a la voluntad y poder infinitos de Dios para elegir entre infinitas posibilidades, es decir, no encontrarse determinado a elegir el camino más corto para obrar un efecto natural. Puesto que si una de las razones más importantes aducidas por los copernicanos era la paradigmática simplicidad y claridad del constructo matemático, ello era considerado por la duda epistémico-teológica de Urbano VIII como una patente contradicción de la omipotencia divina, en cuanto que era una presunción intelectual humana con la que se sometía a Dios a una forzosidad matemática:


 "Cuestión XXXIV: ¿Qué razones se tienen para demostrar y persuadir del movimiento de la Tierra alrededor de su eje en el espacio de veinticuatro horas?

1. La primera razón que utilizamos para probar que la tierra se mueve, y que hace cada día su ruta entera, se deduce del hecho de que no hay apariencia de que toda la gran máquina del universo se mueva, y que el firmamento y las estrellas recorran 6.000 leguas cada día, lo que parece incomprensible: mientras que si la tierra se mueve, únicamente recorre 7.200 leguas al día, es decir, 14.000 menos que las estrellas.

2. El orden natural parece mejor establecido si los cuerpos más pequeños se mueven más rápido y los cuerpos más grandes, más lentamente.

3. Puesto que la tierra tiene necesidad del Sol, ella debe buscarlo como nosotros buscamos el fuego, del que tenemos necesidad...

4. No se pueden asignar dos movimientos contrarios al mismo cuerpo, lo que hacen, sin embargo, aquellos que dicen que las estrellas y otros cuerpos celestes se mueven y que la tierra es inmóvil, porque es mucho más fácil afirmar que se mueve de oeste a este, mientras que la luna y los demás planetas se mueven únicamente en su propio movimiento. Lansberge cree que la primera razón es demostrativa, que consiste en que el Sol se encuentra a 1.498 1/2 semidiámetros terrestres de la Tierra, cuando se encuentra a su media distancia y las estrellas a 10.302.927 semidiámetros; de lo que resulta que las estrellas recorren cada hora 23.178.529.692 leguas alemanas, y en un abrir y cerrar de una arteria, o un segundo minuto, 643.848 leguas, o alrededor: mientras que la tierra con un circuito neto de 400 leguas, únicamente hace la decimosexta parte de una legua, es decir, 250 pasos de un segundo: que es poco más que lo que una bala de mosquete haría en el mismo tiempo.

Dejo muchas otras razones, que se ofrecen para demostrar el movimiento de la Tierra: por ejemplo, que explica todas las apariencias o fenómenos con mayor claridad, y más brevemente; que de ello se desprende que ella se mueve, si los cielos se mueven, ya que deben arrastrarla con ellos, puesto que no tiene ninguna resistencia, ya que no se aleja de su centro, y muchas otras, a las que el Sr. Morin, Profesor real, respondió en un libro particular; de manera que no hay ninguna razón que pruebe el movimiento de la Tierra, porque puesto que Dios envió a su Hijo para favorecernos con su muerte, no debería sorprendernos que haga girar el cielo para nosotros, y si creó todo el mundo corporal para el uso y el placer de los hombres... Pero hasta el presente tampoco sabemos nada que demuestra su inmovilidad, ya que no hay nada más absurdo que hacer las estrellas de primera magnitud 127 veces más grandes que la gran del orbe terrestre y 1.575.473.627 veces más grande que el sol, que hacer que las estrellas se muevan tan rápido que hacen seiscientas mil leguas en el tiempo de un latido de arteria. Y a pesar de que no sabemos por qué hay 59.967.010 leguas, entre saturno y las estrellas, no se deduce que este espacio no sea real. No es tan necesario conocer la causa del movimiento de la tierra para admitir que se mueve, ya que los que ponen el movimiento de las estrellas, no conocen la causa...



Corolario I



La razón fundamental que se ha utilizado hasta el presente para demostrar la movilidad de la Tierra, no es buena, porque demuestra demasiado, o supone una gran ignorancia porque puesto que Dios no ha seguido en el estado de gracia el camino más corto de todos los posibles, para salvarnos, al ver que podía hacer un acto de voluntad, ¿por qué concluiremos que ha tomado el camino más corto en la naturaleza? ¿No sería el más corto para la salud o para la cura de los cuerpos, que hubiera algún agujero hacia el talón, por el cual todos los humores innecesarios pudieran salir sin utilizar tantos medicamentos? Por cierto, si quieren entretenerse considerando todas las obras de la naturaleza y discurrir sobre ello, siempre nos encontraremos con reprimendas, pero será con las razones de Momus, que se basan en la presunción del hombre y la ignorancia de aquellas ( razones) que Dios tuvo estableciendo la firmeza de la Tierra y la movilidad de los astros, o creando cualquier otra parte del universo, de lo que todos admiran el artificio mucho más que en las oraciones de Cicerón, los poemas de Virgilio, o las proposiciones de Euclides (aunque algunos sostengan que no se puede eliminar una dicción, o una letra, sin que se estropee todo o se le quite la gracia) si de todo ello conocen las razones y los resortes, que vamos a ver muy claramente cuando aquel que gobierna la gran máquina del mundo nos descubra los secretos y la ciencia.




Corolario II



Hablaré del movimiento de la tierra en las cuestiones 44 y 45, que contienen el compendio de los Diálogos que Galileo hizo sobre dicho movimiento, para confirmar las hipótesis de Aristarco y Copérnico. Ahora podemos imaginar nuevas razones a favor del movimiento diario de la Tierra, que no son de ninguna utilidad para el anual, del que hablaré en la cuestión 37: por ejemplo, que si las estrellas y los planetas se mueven, que es necesario que la Tierra, que no tiene ningún apoyo o impedimento que la libre de ser arrastrada por dichas estrellas para girar sobre su eje, da siempre su vuelta; y muchas otras que omito, por temor a extenderme demasiado. Pero siempre nos encontramos con nuevas razones, sobre todo porque nunca sabremos la forma en que las partes del universo se han establecido, hasta que Dios ha convenido revelárnoslas, de manera que siempre podemos decir con San pablo: "nunc per speculum, et in aenigmate, tunc autem facie ad faciem"



Cuestión XXXVII: ¿Qué razón puede haber para creer que la Tierra gira alrededor del Sol, al que hemos situado en el centro del mundo?



Con todo lo que he hablado del movimiento diario de la Tierra en la cuestión 34 y que se puede imaginar que la causa por la que se mantiene en su lugar sin ir de aquí para allá, debe entenderse este movimiento, como es el caso de que las piedras corren tan rápido en el aire, que no se pueden caer, y los vasos y otros recipientes llenos de vino..., no se derraman cuando los giramos lo suficientemente rápido, sin embargo hay que considerar su otro movimiento, que llamamos anual, que en la escuela de Aristarco se cree que compensa el movimiento del Sol; les explico aquí las razones...

...Dejo las otras razones, porque se pueden leer en Lansberge y Kepler, para añadir solo que no se ha dado hasta ahora ninguna razón, que demuestre que el Sol sea el centro del mundo, o que la tierra gire en lugar del Sol y por lo tanto que es también preferible abrazar las hipótesis de Tycho y los demás que guardan todos los fenómenos sin el movimiento terrestre anual, que seguir las de Aristarco; cada uno es libre de servirse de tal hipótesis que quiera para explicar las apariciones del cielo y para el cálculo: y puede ser que se presenten otras hipótesis diferentes de todas las que se han formulado hasta el presente, que serán tan SIMPLES y FÁCILES de comprender ( y por ende no contradictorias) que las de Copérnico e, incluso, más ciertas ... Sin embargo esta dificultad puede servirnos para hacernos reflexionar sobre los principios de otras ciencias que no son más que hipótesis que podrían no ser más reales que las de la astronomía, puesto que no nos resultan más evidentes.


(Cuestiones teológicas..., Mersenne, Chez Henry Guenon. París, MDCXXXIV. pp. 158-167, 174-176) (3) 
https://filosofiabetica.blogspot.com.es/2015/01/les-questions-theologiques-physiques.html 


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