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Capítulo 17: Yo creo en lo que tu crees

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En las afueras de la basílica de San Pedro el rabino Marcus Elton, de casi sesenta años de edad, vestido completamente de negro y con una barba pequeña y gris observa el agujero en la pared causado por los disparos de las bazucas M20 de su equipo sobre la pared del edificio.
-¿Realizamos un segundo disparado Rabino?-pregunto un joven de unos veintitrés años vestido de forma similar pero con una barba más corta y de color marrón.
-No Guidón, espera un poco. – Contestó Marcus, sin  sacar la vista del agujero – Vamos a entrar, dejen sus armas pesadas aquí, carguemos solo las ligeras para evitar ir muy lento.
El rabino comenzó a avanzar y todos lo siguieron, portando con ellos solo armas de poco peso como pistolas o ametralladoras. EL grupo rodeó la basílica de San Pedro hasta llegar a la puerta principal que era la entrada a las tumbas de los antiguos papas.
-Vayan con precaución y enciendan sus linternas la fuente de electricidad fue desconectada. –Advirtió Marcus.
Al tiempo que se acercaba a la puerta, recordaba un hecho sucedido solo unas horas antes.
Estaban él y Clemente XV caminado por el pasillo hacia la oficina de este último. Marcus se sentía realmente incomodo, conocía al sumo pontífice desde hacía años cuando aún no era cardenal pero jamás pensó que algún día estaría con el caminando en ese lugar, que él consideraba como “territorio enemigo”.
-¿De verdad piensas invitarla a tu oficina y dialogar con ella Clemente? – preguntaba con desconcierto Marcus.
-Así es viejo amigo, creo que lo más justo es darle la oportunidad de explicarse a la chica y conocer sus intenciones. – Respondió con calma el papa.
- ¿Y si averiguas que no son positivas?
Ambos hombres llegaron a la puerta cerrada de la oficina, en ese momento el sumo pontífice abre la misma y muestra a doce personas en su interior, entre ellos resaltaban un par de ancianos sentados, un hombre de pelo plateado alejado del resto, una joven de baja estatura visiblemente nerviosa hablando con una mujer adulta rubia, un sujeto con un parche en el ojo apoyado en una columna y con los brazos cruzados y una joven vestida de azul de mirada astuta.
-Pues, en ese caso los tengo a ellos. – Comenta con mucha seguridad Clemente.
La imagen de ese  equipo le dio una pequeña sensación de tranquilidad a Marcus, pero su desconfianza natural le hace preguntar:
-¿Y si ellos también fallan?
Al oír estas palabras uno de los integrantes del grupo, un pelirrojo musculoso, soltó una risa de mofa, pero el sumo pontífice le indicó que guardara silencio y sacó un crucifijo de bolsillo y respondió:
- En ese caso te daré una señal – Con la mano libré apuntó a la ventana de mayor tamaño de la oficina – Me pararé en ese lugar y pondré este crucifijo sobre mi cabeza los más alto que pueda, eso significará que he fallado y que podemos recurrir a tu método.
Marcus vuelve a la realidad y atraviesa la entrada, alumbrado por las linternas puede ver tres cadáveres, un hombre con una parche en el ojo que ha sido atravesado por una barra de acero, una mujer delgada con el cuello quebrado y reconoce el cuerpo del hombre que se mofó de él horas antes, a pesar de ser un cuerpo calcinado su musculatura lo delata.
- Marcus… que… ¿Qué ha pasado aquí?- Dijo muy nervioso un joven delgado de unos veinte años de barba rojiza, mientras pasaba la luz de su linterna de un cuerpo a otro.
- ¿No es evidente Rajam? El dybbuk hizo todo esto. Estos ilusos creyeron que con portar imágenes de “EL crucificado” podrían hacer algo contra él.
-Ya veo, entonces no fue mala idea traer con nosotros un Shofar – comentó Guidón quien empuñaba un cuerno de carnero.
Al verlo Marcus indicó de forma enérgica:
-¡Guarda eso! No pienso cometer el mismo error que estos aficionados, no traemos estas armas por nada, además no estamos en una sinagoga, ¿qué resultado crees que podamos obtener de sacar la tora, en un templo edificado al crucificado?
Luego de ser regañado Guidón trato de ocultar el Shofar detrás de su cuerpo avergonzado, siguieron avanzando y vieron un gran candelabro caído sobre cuatro personas, las linternas se posaron sobre ellas tratando de identificar alguna seña de que alguno de ellos aun respirara, pero no vieron ninguna indicación de esa naturaleza.
-Marcus… ¿No crees que quizás deberíamos regresar con más hombres y cuando haya más luz?- pegunto Rajam aún muy nervioso.
-¿Te volviste loco? – Respondió encolerizado el líder del equipo – seriamos la burla del mundo jasídico si nos retiramos en este momento, tenemos veinte hombres acá dispuestos a acabar con esa amenaza, así que avancemos. – Y mirando al resto sentenció de forma autoritaria – ¡Y no quiero otro comentario que sugiera algo similar!
Marcus, siempre había soñado con entrar de esa forma a la basílica de San Pedro, pero pensaba que dado que las relaciones entre judíos y católicos cada vez eran mejores jamás vería concretado ese deseo. Pero ahora, acompañado de una veintena de judíos ultra ortodoxos, camina por esos pasadizos pero no para conquistar sino para enfrentar a un enemigo que tiene en común con aquellos que adoran a un falso mesías. Sus pensamientos se ven interrumpidos con  el grito de un hombre mayor y de larga barba y patillas grises.
- ¡Jeremy! – El hombre corría hacia un nuevo cadáver en frente de ellos, el cual tenía cerca una biblia y una Tora.
-Lo siento Nazir, sabía que él había venido por solicitud de Clemente… Como lo conoces desde que era un niño, sabes que él nunca se negaba a ayudar a nadie independiente de sus creencias.
EL cadáver de Jeremy estaba calcinado y a su lado el judío arrodillado, solo podía decir con odio en sus palabras.
-Ella… pagara por esto…
- Asi es, es por eso que estamos aquí, vamos a…
La palabras de Marcus se detuvieron al momento que todo el pasadizo se iluminó, pero no era por una fuente de luz eléctrica, en frente de ellos una gran llamarada de fuego se comenzaba a expandir por las paredes, en la fuente de este fenómeno tan extraño se podía ver a un hombre vestido de un traje militar alemán sonriéndoles con malicia, de cuyos pies provenían las llamas.
-Esto… tiene que ser una broma… una pesadilla… no puede ser el… -Manifestó Rajam con terror.
Las llamas se expandieron a una gran velocidad hasta llegar muy cerca del punto de donde se encontraba Nazir con el cadáver de Jeremy, de pronto de las flamas surgieron esqueletos vestidos con uniformes militares de diversos rangos sub oficial, comandante, cabo, etc. Estos seres estaban cubiertos de fuego pero no parecía afectarles, los más cercanos a Nazir se abalanzaron sobre él y lo quemaron vivo en pocos segundos.
-¿Qué está pasando Marcus? – Gritó con desesperación un hombre mayor de larga barba gris y patillas- ¡En nombre de Dios, jamás vi o leí algo que se asemeje a esto!
-No lo sé David… no lo sé.- Marcus casi balbuceaba, el terror lo había invadido, por completo, no sabía que lo atemorizaba más el militar alemán al fondo del pasadizo, las llamas que salían de él o los esqueletos uniformados ardientes que estaban surgiendo - ¡Todos!... ¡Disparen a todo lo que se mueva! ¡Rápido!
El grupo de judíos a la orden de Marcus comenzó a descargar todas sus balas contra el ejército de esqueletos ardientes, sintieron un momentáneo alivio al ver que estos comenzaban a caer, pero por cada uno que derribaban uno o dos salían del fuego para remplazarlo.
-¡A él! Dispárenle a él! –Gritó lo más fuerte que pudo Rajam, mientras que señalaba al militar alemán – ¡De él surgen las llamas!
Los disparos comenzaron a enfocarse sobre el objetivo señalado, pero una muralla de esqueletos en llamas se alzaron protegiéndolo, fueron tantos que el ser que trataban de dañar quedó completamente fuera de la visión de los judíos, los cuales no se percataron que el fuego se comenzaba a expandir por el techo y paredes alrededor de ellos, una vez que estuvieron rodeados de flamas surgieron esqueletos de todas las direcciones posibles y cayendo sobre la mayoría de ellos, al ver que no tenían posibilidad con un enemigo de esta naturaleza Marcus, tuvo que gritar algo que jamás pensó tendría que hacer:
-¡Retirada! ¡Salgamos de aquí!
Además de Marcus solo pudieron escapar Guidon, Rajan, David y dos personas más, los demás se volvieron cadáveres a los segundos que los esqueletos cayeron sobre ellos.
Los seis hombres corrieron lo más rápido que pudieron, atravesaron la sala de las tumbas de los antiguos papas, pasaron por los cadáveres de los exorcistas y salieron de la basílica de San Pedro. Al salir ya no había ninguna amenaza atrás de ellos, pero estaban tan aterrorizados que seguían corriendo como si aún los siguieran.
Llegaron a un estacionamiento en la parte trasera, cerca de donde habían disparado a Clemente XV,   en ese lugar había seis camionetas de color negro. Solo requirieron dos de ellas, subieron tres en cada una y aceleraron para retirarse de ese lugar lo más rápido posible.
Algunos metros hacia el este, James Burt en la plaza de San Pedro estaba desconcertado, primero vio como las luces de la basílica se apagaron repentinamente, luego escucho explosiones en una zona que él no podía visualizar,  a los pocos minutos una veintena de judíos armados entraron en el edificio, a pesar que sus agentes de seguridad le consultaron si debían intervenir él los detuvo, pues por un momento sintió que esas personas podían resolver “su problema”, pero su esperanza solo duro unos minutos ya que antes de que pudiera analizar mejor la situación seis de esos hombres salieron corriendo con una expresión de terror en el rostro.
Perdió de vista a los judíos, aun deliberando con su equipo si debía o no actuar dos camionetas de color negro surgieron de la parte de atrás de la basílica y a una velocidad que debía de estar por encima de los límites legales de la zona pasaron muy cerca de ellos, las lunas de ambas estaban polarizadas pero él sabía que sus ocupantes eran los seis hombres que vio salir aterrorizados hacia unos minutos, James pensaba donde estaban las demás personas que vio entrar, cuando a lo lejos divisó salir del edificio a Carla Moon Haya.
La chica caminaba torpemente, se le veía herida, desordenada y un poco mareada, por lo que el mandatario indicó a todo su equipo que se movilice a auxiliarla.
A los pocos minutos James estaba sentado con la chica, la cual estaba recibiendo primeros auxilios por las heridas y quemaduras que tenía encima.
-¿Qué fue lo que pasó? – pregunto el James consternado.
-Clemente quiso forzar sus ideas sobre las mías, su ambición lo llevó a perder la razón y preparó un equipo de personas que me dispararon, estrangularon y golpearon. –respondió la chica visiblemente agotada.
-¿Y los judíos?
-Cuando vez tu poder y posición amenazados, la desesperación por evitar perderlo hace que te alíes con tu peor enemigo… afortunadamente cuando estuve acorralada quien me envió, me auxilió de una forma inesperada.
-¿Qué fue lo que hizo?
-Digamos que me hizo llegar a un colega… - respondió Carla con una sonrisa maliciosa – ahora si me disculpas debo descansar para recuperar energías.
Algunos Kilómetros al oeste, Marcus Elton está ingresando en su camioneta al aeropuerto Leonardo Da Vinci, luego de dejarla en el estacionamiento el, Guidón y Rajan corren al interior de la zona de abordaje, solo unos metros más atrás David con los otros dos judíos les siguen el paso, están tan desesperados que dejan sus vehículos sin los seguros.
-¡Marcus nadie nos está siguiendo! – Comenzó Guidon – ¿Podemos descansar un poco?
-¡Definitivamente no! – Respondió Marcus exasperado – No nos dejaremos de mover hasta estar en el aire.
Luego de los trámites de rigor el grupo ingresó a la pista de aterrizaje donde abordaron un avión particular de color blanco modelo Airbus A318, en su interior los esperaban dos pilotos ambos de color de piel blanca, ojos claros y cabello rubio, uno de ellos era delgado y el otro un poco más fornido este último al ver ingresar el grupo le consultó a Marcus:
- Buenas tardes señor, ¿Esperamos al resto del equipo?
-¡No vendrán!- grito el rabino – ¡despeguen inmediatamente, es una orden!
Con una expresión de perplejidad ambos pilotos se dirigieron a la cabina y solicitaron permiso para iniciar su vuelo de retorno a Israel.
El vuelo dura poco más de tres horas y el grupo aterriza en el aeropuerto Ben Gurión en Jerusalén, dada las influencias que tienen en esa ciudad, el grupo no tiene prioridad de atención y abandona el lugar en solo unos minutos en dos camionetas muy similares a las que utilizaron en Italia.
Luego de un recorrido de casi una hora, llegan al barrio de Mea Sherin, una zona caracterizada por ser el hogar de únicamente judíos ultra ortodoxos, recorren las calles llenas de casas en su mayoría de piedra de color gris, los hombres vestían el típico traje de color negro, mientras que las mujeres tenían el cabello cubierto o alguna peluca. Marcus y sus compañeros se habían criado en esa zona y la cantidad de veces que habían salido de allí era contada con los dedos de una mano.
Luego de cruzar esa zona llegaron a la sinagoga Hurva, la cual era un edificio de color blanco alto y con una estructura superior en forma de cúpula. Estacionaron las camionetas en una zona en frente y comenzaron a subir las escaleras del exterior hacia la puerta principal, la cual encontraron abierta por lo que pudieron cruzar sin problemas, en su interior había algunos judíos orando pero el grupo no se detuvo a hablar con ellos, entraron por una puerta en la parte derecha y subieron unas escaleras hacía la parte superior de la sinagoga donde finalmente ingresaron a una oficina donde se encontraba un anciano leyendo tranquilamente un libro sobre su escritorio.
- ¡Rabino Shemtov!
-¡Marcus! –Levanto la mirada el hombre sobresaltado por la sorpresa- ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué entran de esa forma? ¿Y dónde está el resto de tu equipo que te acompaño a ver a Clemente?
Marcus le explicó todo lo que había pasado a Shentov y sus compañeros, lo ayudaron indicando de vez en cuando algunos detalles, pero a medida que la narración avanzaba el anciano se volvía cada vez más escéptico, pero no los interrumpía ya que comenzaba a pensar que se trataba de una broma de muy mal gusto, pero cuando la narración terminó y veía que todos en esa sala creían firmemente los descrito, solo atinó a preguntar:
-¿Han ingerido algo que no sea Kosher?
-¡Por supuesto que no! – Respondió con brusquedad Marcus - ¿Es que acaso no nos crees?
El viejo rabino cerró el libro que tenía en sus manos y se puso de pie, ayudado con un bastón comenzó a caminar por la oficina, aun pensando cómo lidiar con esa situación ya que no podía encontrar una explicación lógica para todo lo que habían relatado.
-¿Me estás diciendo que el mayor enemigo de nuestra gente ha resucitado?- Comenzó a hablar - ¿Y que además tiene un ejecito de esqueletos de fuego?
-¡Es la verdad! – Gritó Marcus con desesperación – eliminó a quince de los nuestros y nosotros escapamos de pura suerte.
El anciano siguió caminando hasta llegar a la puerta por donde habían ingresado los seis hombres, no podía dejar que estas persona salgan al exterior, estaban demasiados alterados, si deseaba ayudarlos debía de mantenerlos en ese lugar hasta averiguar qué fue lo que les pasó en Italia.
-Está bien Marcus, tú y tus compañeros siéntense aquí, pónganse cómodos y descansen. Iré por los demás rabinos para que les expliquen ustedes mismos lo que ha pasado y podamos definir una solución.
El viejo Shentov, cerró la puerta detrás de él. Luego de su manga sacó una pequeña llave dorada y colocó un seguro especial, esa cerradura estaba diseñada para poderse cerrarse desde adentro o fuera de esa forma, y la única forma de abrirla sería con esa llave, el anciano rabino había pensado este diseño para evitar ser molestado cuando iba a estudiar una parte importante de la Tora y no deseaba ser interrumpido, o en caso tenga que encerrar a alguien en ese lugar, y era la primera vez que tenía que hacerlo.
Luego de oír el sonido de la cerradura, Raján corrió hacia la puerta y se dio con la sorpresa que no la podía abrir y comenzó a entrar en pánico:
-¡Marcus! – Dijo mientras trataba de forzar histéricamente la puerta abrirse- ¡El rabino nos ha encerrado! ¿Qué haremos si ese sujeto aparece aquí?
Marcus corrió hacia su compañero para validar que lo que decía era cierto.
-Fue una tontería contarle todo al anciano – Comenzó a hablar uno de los jóvenes que los acompañaba, tenía unos 20 años y barba y patillas rojas – Nadie nos creerá y seremos catálogos como locos, podríamos terminar encerrados en un sanatorio el resto de nuestra vidas, digo ¿De verdad estamos seguros que lo que vimos fue…
-¡Cierra la boca Shimon! – Interrumpió encolerizado Marcus mientras trataba de abrir la puerta - ¿Es que piensas que nuestros compañeros se prendieron fuego ellos solos o algo así?
Afuera en el pasadizo, lentamente y apoyado en su bastón se alejaba Shentov, iba despacio y no le preocupaba los gritos del equipo de Marcus dentro de su oficina “Estarán bien” pensó para sí, pero no podía dejar de pensar que le pudo pasar al resto del equipo, no podía pensar que Clemente los asesinó, sus ideas serían erradas pero no era un asesino, eso podría esperar de otra religión más radical, pero sería inesperado de los católicos de Roma.
-¡Rabino Shentov! ¡Rabino Shentov! – Se comenzó a escuchar una voz que con desesperación clamaba por el anciano desde el piso inferior.
En menos de un minuto un hombre de casi dos metros de alto, muy corpulento, de pelo negro corto, si barba, vestido con la ropa típica de los judíos surgió del pasadizo y se detuvo frente al Rabino el cual tranquilamente le dijo:
-¡Yadid! Qué bueno verte necesito que tú y tu hermano Netaniel me ayuden. Marcus y su equipo han llegado diciendo cosas sumamente extrañas.
-¡Rabino! Creo que tenemos un mayor problema – Empezó a hablar Yadid, el hombre estaba claramente aterrorizado – Pero si se lo digo simplemente no me lo creerá, necesito que por favor me siga al piso inferior, ahí está mi hermano, el no vino por que está…. Está petrificado del miedo.
Al oír esta palabras Shentov se extrañó, ya tenía suficientes problemas con los delirios de Marcus como para ahora tratar con algo que pudiera asustar a las dos personas que se encargaban de asistirlo durante el día, pero sabía que si quería arreglar ambos problemas debía de ir donde se le indicaba.
-Llévame a ver a tu hermano. –Ordenó tranquilamente.
Con su fuerza Yadid, ayudó al anciano a bajar escaleras casi cargándolo, pues necesitaba mostrarle lo que estaba pasando lo más pronto posible. Al bajar se encontraron con otro hombre físicamente muy similar a Yadid, un poco más bajo y con una pequeña barba, pero tenía músculos idénticos, al verlos el trato de balbucear alguna palabra pero no podía, sólo atinó a señalar hacia el exterior.
EL rabino se puso al costado del hombre para tratar de tranquilizarlo, pero en cuanto observó lo que le señalaban el mismo no podía moverse. En frente de la sinagoga Hurva había un mar de fuego, dentro de este podía ver esqueletos vistiendo uniformes militares alemanes de la segunda guerra mundial, cabos, tenientes, sub oficiales, capitanes, etc. Su confusión llegó al límite cuando podía jurar que estaban cantando “La  Canción de Horst Wessel”, luego en el fondo del ejercito podía ver a un ser que no era un esqueleto, pero era un rostro que él había visto cientos de veces en los libros de historia que había leído, a pesar de su edad su vista era muy buena, estuvo contemplando ese aterrador escenario por treinta segundos sin poder moverse, todas sus energías estaban canalizadas en encontrar una explicación lógica, pero nada de lo que había vivido le ayudaba.
-¡Rabino! – gritó Yadid desesperado.
El anciano volvió en sí y sacó de su traje la llave de su oficina, la mano le temblaba pero se la entregó, diciendo:
-Yadid… ve a mi oficina y saca a Marcus y su equipo- hizo una breve pausa y con una mirada de tristeza dijo – Dile que este anciano dijo “siento no haberte creído”.
Luego se dio media vuelta y se apoyó sobre el otro hombre que estaba en ese lugar, sabía que si había llegado el momento de su muerte no esperaría por ella oculto en un edifico como un ratón asustado:
-Netaniel… Por favor llévame al primer piso, a la entrada a la sinagoga… una vez que este allí puedes dejarme solo.
El hombre al oír esto también recapacitó y salió de su estado de parálisis por el terror, tomo al anciano de la cintura y puso su brazo libre sobre su espalda y le dijo.
-Rabino… he cuidado de usted por años y antes que nosotros lo hizo nuestro padre… -Dio una mirada final a la ventana y comenzaron andar – Si va a enfrentar lo que sea que hay allá afuera tenga por seguro que no estará solo.
Ambos hombres bajaron las escaleras, al llegar al primer piso vieron que nadie ya rezaba, todos estaban de pie mirando por las ventanas a los escalofriantes seres que los esperaban afuera, cuando vieron al rabino entrar corrieron a su lado a buscar alguna explicación, comenzaron a lanzar preguntas “¿Qué está pasando?” “¿Qué son esas cosas?” “¿Realmente el que está afuera es esa persona?”, con mucha tristeza el anciano respondió.
-No puedo contestar ninguna de esas preguntas, pero trataré de conseguir algo de información.
Apoyado en su asistente, Shentov llegó a la puerta de entrada y ambos la cruzaron, al hacerlo pudieron contemplar que a cien metros en frente de ellos se extendía un ejército de esqueletos llameantes, el anciano con un tono jocoso y nervioso preguntó:
-¿Crees que entiendan Alemán?
-Rabino… - Comenzó a responder sacando una pistola Jericho plateada de su cinturón – Creo que estos seres solo entienden el idioma que las armas utilizan.
-Si… quizás tengas razón.
Ambos hombres comenzaron a caminar hacia los seres incandescentes, Netaniel apuntaba firme su arma pero sabía que solo contaba con 16 balas en ella y 32 más dentro de su cinturón, así acierte todos los tiros, no acabaría con ese ejército, además no sabía siquiera si sus puntos vitales estarían en su cabeza o pecho.
-¡ALTOOOOOOO!
Desde atrás se escuchó la voz de Marcus, que corría a toda velocidad cargando una ametralladora IMI Negev, atrás de él corría Yadid con un arma idéntica y el resto del equipo, pero solo Guidon y Shimon cargaban armas de ese tipo el resto tenían pistolas como la de Nataniel.
El grupo se unió a los dos hombres que estaban solos y apuntaron al ejército de esqueletos, a los pocos minutos los demás judíos que habían estado en la sinagoga también salieron pero al estar desarmados se quedaron en la parte de atrás.
-Rabino… no está solo- Comenzó Marcus con firmeza- Estos bastardos se llevaron a quince de los nuestros, si desean terminar el trabajo les va a costar más de lo que creen… ¡Disparen!
Todos los que tenían armas iniciaron el ataque, los esqueletos comenzaban a caer pero donde caía uno, surgían dos. La marea de fuego se volvió tan grande que rodeo la parte frontal de la sinagoga, bloqueando cualquier posibilidad de escapar. El ser del cual surgía el fuego estaba completamente cubierto en la parte frontal por esqueletos por lo que era imposible atinarle.
Las balas de Marcus se terminaron y comenzó a cargar nuevas municiones con rapidez, pero Shentov, puso su mano sobre él y le dijo:
-La violencia no es la respuesta… estamos actuando de una forma que no nos dará ningún resultado.
-Entonces… ¿Qué debemos hacer Rabino?-Inquirió Marcus se notaba que estaba llegando al límite de la desesperación, sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas – Estamos rodeados, estos seres nos quemaran vivos, nuestra municiones se acaban.
-Yo creo que…
El anciano dejo de hablar cuando tres aviones militares pasaron volando por encima de ellos, uno de estos se giró y comenzó a disparar sobre los esqueletos, los cuales cubrieron a su líder inmediatamente. La aeronave al ver que no obtenía éxito se lanzó contra su objetivo aplastándolo con todo su peso en un evidente ataque suicida.
Esta acción destruyó muchos esqueletos, pero del fuego salieron más que comenzaron a levantar el avión estrellado. Con horror los judíos vieron que el militar alemán que conocían aún estaba vivo, herido pero vivo, al verlos les hizo una horrible sonrisa de victoria, pero a los pocos segundos el avión explotó despedazándolo por completo.
A los pocos segundos, todos los esqueletos cayeron, como si algo hubiera hecho que perdieran la energía que los mantenía activos, el fuego comenzó a desaparecer y solo quedaron las llamas de los restos del avión.
Con su aguda vista Shentov, vio que había inscripciones árabes en el avión. En unos minutos dos helicópteros militares descendieron, estos tenía los mismos símbolos árabes. Al abrirse su puertas soldados uniformados bajaron de ellos, la mayoría tenían barba, pero ninguno patillas largas, además bajaron otros hombres con túnicas blancas y turbantes en la cabeza.
-Musulmanes – dijo con desconfianza Marcus. -  Rabino regrese a la sinagoga, yo me encargaré de esto.
Pero el anciano puso su mano sobre el arma de Marcus dándole a entender que la descienda.
-No tenemos motivo para atacarlos –comenzó a decir con tono tranquilizador, sin quitar la vista a los recién llegados- Mira bien ellos están más armados que nosotros, además han llegado con vehículos aéreos militares, si nos hubieran querido eliminar no hubieran descendido.
Sosteniéndose sobre su bastón Shentov, comenzó a avanzar hacia el grupo de musulmanes, Netaniel y Yadid avanzaron con el pero él les dio una señal para que se mantuvieran con el resto del grupo.
En el grupo de musulmanes un hombre de unos 50 años, de barba gris de unos 5 centímetros de largo que vestía una túnica blanca  que le cubría de la cabeza a los pies, sobre la cual tenía un manto de color también blanco pero de bordes dorados, al ver al viejo rabino avanzar hacia ellos solo y separándose de su grupo decidió hacer lo mismo, cuando comenzó a avanzar un soldado moreno corrió atrás de el para acompañarlo pero este le dio la indicación que se mantuviera en su posición. El hombre de la túnica blanca caminó hasta lo que consideró era el punto medio entre ambos bandos y espero pacientemente a Shentov que avanzaba mucho más lento.
Al momento que ambos se encontraron fue el rabino quién hablo primero, con el tono más amable que pudo y con su mejor sonrisa:
-Muchas gracias, nos han salvado la vida.
-No tienen por qué darlas –Respondió con la misma cordialidad el hombre musulmán – Soy el Iman Abdul, es un gusto conocerlo… Rabino Shentov ¿Verdad?... Lo que ustedes creen es casi lo mismo en lo que nosotros creemos, creo que ha llegado el momento de poner a un lado nuestras diferencias y darle más importancia a lo que nos hace iguales.
A pesar de la cordialidad de Abdul el anciano se sentía muy extraño hablando de que tan iguales son un musulmán con un judío, pero recordó que, por lo contado por Marcus, un grupo de trece cristianos habían caído hace solo unas horas al enfrentarse por su cuenta a un enemigo que por lo visto era prácticamente invencible, así que respondió.
-Así es, Abdul… tienes razón en todo y parece que ustedes, nosotros… los cristianos… no… la raza humana entera tenemos un enemigo común.
El iman cambió a una expresión seria y asintió dando a entender que estaba de acuerdo con lo expresado por el Rabino.


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