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El BCE quiere un euro débil ¿Lo conseguirá?

Con un exceso de liquidez que supera el billón de euros, mantener las recompras de activos no es necesario. La economía crece por encima de lo estimado y los desequilibrios no se terminan de limpiar. El BCE se encuentra con una banca que aún tiene más de un billón, el 5,1% del total de préstamos, en préstamos de difícil cobro.

Pero el BCE teme a un Euro Fuerte y a un mercado volátil. Es por ello que, a pesar de las condiciones de crédito, crecimiento, y desempleo, mantiene unos estímulos que están generando una burbuja peligrosa, como explico en La Gran Trampa (Deusto).

El BCE ha caído en su propia trampa. Debería haber acabado el programa en marzo de 2017 y lo extiende nueve meses desde hoy, porque teme un euro fuerte que hunda sus expectativas de inflación y un mercado que se ha convertido en adicto a los estímulos y podría reaccionar de manera agresiva.

¿Reducción gradual? Recordemos que el QE del BCE supone más de siete veces las Emisiones Netas de bonos soberanos de la eurozona. Al reducirlo a 30.000 millones de euros mensuales, sigue siendo más del 100% de dichas emisiones netas.

Por lo tanto, el BCE busca calmar unos mercados muy dependientes de su política, y al mantener los tipos, prefiere que las condiciones de crédito se mantengan expansivas. Una política claramente continuista ante la evidencia de unas expectativas de inflación que no terminan de mejorar.

Podemos debatir durante mucho tiempo sobre el incentivo perverso que supone extender el programa, con los impulsos reformistas congelados en Europa y llamadas a retrasar el saneamiento de algunos bancos, además del aumento de crédito en operaciones de reciclaje de capital. Sin embargo, Mario Draghi prefiere evitar un problema de contagio de mercados financieros que no debería producirse. Al fin y al cabo, si Draghi dice que no hay riesgo de burbujas ni de exceso, ¿por qué iban a reaccionar de manera negativa los mercados? Curioso. Pero es evidente que se toman medidas muy moderadas con un ojo en los mercados.

La reacción no puede ser muy agresiva. Son medidas que se esperaban y que, si podemos analizar de alguna manera, apuntalan una política muy acomodaticia. El problema es que, con el enorme aumento del balance del BCE y los tipos tan bajos, un programa de recompras de otros 300.000 millones de euros anuales corre el riesgo de dejar al banco central sin herramientas ante problemas mayores en el futuro.

La política monetaria que estamos viviendo puede parecer estupenda a muchos operadores, pero es un enorme riesgo que hoy se ignora bajo el mantra de que “no hay inflación” cuando los precios han subido un 41% en la última década, y está creando una enorme inflación en activos financieros, con más de 8 billones de euros en bonos con rentabilidad negativa.

El BCE sabe que no conseguirá sus objetivos de inflación con un euro fuerte, y sabe que una Europa que crece fortalece el euro, ya que los países miembros exportan fundamentalmente entre ellos mismos. Por lo tanto, busca el equilibrio entre crecimiento y represión financiera, intentando alertar de los desequilibrios y a la vez contener las burbujas. Malabarismo complejo.

En definitiva, medidas esperadas que buscan comprar tiempo para que Europa termine de solventar sus graves problemas estructurales. Los riesgos acumulados, de momento, se aparcan. Más madera.

Daniel Lacalle
Economista Jefe

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