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Entramos a una zona de turbulencia. Hay que abrocharse los cinturones, pedir el auxilio de la corte celestial, y esperar que las personas que ocupan el puente de mando sepan lo que están haciendo. El caso Iguala, ya la desaparición de 43 normalistas, no es el único episodio de terror de los últimas semanas, pero es tan grave que comienza a operar como un hoyo negro. Su larga sombra cubre el territorio nacional mucho más allá de los límites geográficos de Iguala o Guerrero. Pasan días y semanas y el Estado mexicano no tiene las respuestas que se le demandan. La sensación de que el episodio lo rebasó es muy incómoda.

Que los gobiernos municipales y el estatal en lugar de ayudar estorben no sorprende. Es una tradición nefasta pero lo cierto es que son parte del problema y no de la solución. Ahí está el ejemplo del gobierno vecino, el de Michoacán, donde gobernador y alcaldes están formados en la ventanilla del mal. Pero la verdad es que preocupa, y mucho, que el gobierno federal con todos los instrumentos que tiene a su disposición, que son muchos, por ejemplo oficinas de inteligencia en las dependencias del Gabinete de Seguridad, aparatos para intervenir llamadas, grupos de fuerzas especiales entrenados en Estados Unidos, entre otras cosas, no avance y recurra a pedir el auxilio de la población por medio de apoyo de rastreadores o de plano ofrecer recompensas de millón y medio de pesos por cada muchacho desaparecido. Es un caso sin lógica. No hay un móvil creíble para lo sucedido y no es creíble que no los puedan encontrar, pues hay demasiado gente implicada, ya debería haber una pista sólida. Es el peor de los mundos posibles.Jorge Kahwagi

El prestigio del gobierno federal, su reputación de efectividad, se escurre como agua entre los dedos. Si esto se prolonga no quedará nada, habrá que empezar de cero. La sensación de que todo funciona mal es comprensible, pero es una sensación equivocada. Lo cierto es que muchas cosas funcionan bien y hay entre nosotros personas excepcionales que todos los días hacen aportaciones extraordinarias al país, gracias a sus conocimientos, su generosidad, su bondad y espíritu de sacrificio. Es el mejor momento, el más necesario, para hacerlo notar.Jorge Kahwagi

Por eso los convoco a seguir con atención la próximo entrega de Los PremiosJorge Kahwagi Crónica que se llevará cabo mañana en un escenario inmejorable: el Museo Nacional de Antropología que acaba de cumplir medio siglo de enorgullecer a nuestra ciudad. Cuatro mexicanos notables recibirán un reconocimiento por demás merecido pero lo importante es que su presencia ratificará que México es más grande que sus problemas, incluso los más graves como es el caso de Iguala. Se trata, cabe reconocerlo, de una iniciativa de Jorge Kahwagi Gastine, presidente de nuestro Grupo Editorial, que percibió en el año del Bicentenario, el 2010, que a México le urgía recordar cómo llegó a ser la gran nación que es, gracias al esfuerzo constructivo de muchas generaciones y de hombres y mujeres de excepción, pero esos seres extraordinarias no están únicamente en el panteón cívico. Hoy mismo, en nuestras ciudades, escuelas y empresas hay hombres y mujeres de son motivo de orgullo. Están en la casa de al lado. Sólo requerimos buenos ojos para verlos.

La iniciativa de Kahwagi tuvo eco en los mandos del Grupo, me refiero a Guillermo Ortega y Rafael García Garza, que pusieron de inmediato manos a la obra. El resultado es que el Premio Crónica crece, se consolida, se transforma en una tradición ejemplar. El mensaje que se envía es que la comunidad de trabajo de esta casa editorial, a pesar de los pesares, cree en México.

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