Cada estancia de su corazón estaba anegada por el Miedo. Así que buscó el lugar más alto que encontró y se sentó a esperar que bajara la marea del terror. El miedo, de a poco, se convirtió en un océano, pero él recordó a Noé y construyó un barco en el que refugiarse.
Pasado un tiempo difuso, lanzó una paloma y ésta le trajo el recuerdo de un beso en el pico. Y desde ese día, cada vez que el miedo le mira a los ojos, saca sus mejores recuerdos al sol y sonríe. La reconquista visceral es una labor ardua. Lo sabe, aunque está decidido a arriesgarse a sentir. De hecho, ayer por poco se enamora: progresa adecuadamente.
María Coca