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Un gesto de borramiento

Como toda derrota, la angustia es muda: porque enreda el paso del tiempo. A eso le llaman también nudo en la garganta. No hay causa reconocible de este nudo, sólo efectos. Corrijo: sólo una frontera en el espacio-tiempo, flujos turbulentos, entrecortados. Entre cortados. Se corta la respiración o el corazón se sacude. Se ha roto. Entonces corta. Sensación de ahogo o falta de aliento. Atragantarse. Malestar torácico. El mar visible en las piernas. El agua hormiguea. El cuerpo es sólo una serie de pistas dispersas, sin sentido. Un conjunto que se va vaciando poco a poco en síntomas. Fragmentos desordenados. Corrijo: añicos. Corrijo: borramientos.
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Mientras los cortes me fueron borrando el cuerpo, recordé, recobré, algunas pocas palabras que sostuvieron mis ojos, labios y faringe en el mismo lugar. En ese lugar. Hay Cosas, estoy segura, que no se pueden contar con palabras. Nací tímida. Con una capacidad congénita para ver nada en colores. En los límites todo se torna invisible. Hay cosas que sólo suceden entre el blanco y el negro y muy pocos pueden verlas.
La gente suele decir que las cosas no son sólo o blanco o negro. No estoy segura. El blanco y el negro no son más que problemas de luz, de totalidad o ausencia de luz. O al menos eso aprendí en la escuela de arte. No importa. Las cosas que no alcanzamos a ver no se ocultan en mezclas grisáceas ni en el blanco ni en el negro sino en la delgada línea que separa esas dos tonalidades. Hay cosas, estoy segura, que no se pueden ver. En los límites todo se torna invisible. Un horizonte de no retorno. Un gesto de borramiento. Siempre cayó más nieve de la que fui capaz de derretir. Me propuse llegar al paroxismo de las cosas. Pero justo antes de empezar, justo allí, antes de ser ráfaga, ser sospecha, aprender cómo es eso de la invisibilidad.
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No duran mucho pero son tan intensos que la persona afectada los percibe como muy prolongados. El individuo siente que está en peligro de muerte inminente y tiene una necesidad imperativa de escapar de un lugar o de una situación temida. El hecho de no poder escapar físicamente de la situación de miedo extremo en que se encuentra el afectado, acentúa de sobremanera los síntomas de pánico.
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Algo así pasó con nosotros: una ilusión óptica, un misterio inexplicable de la materia. Lo último que me dijo fue:
-Algo se rompió, no sé exactamente qué, pero ya no podemos seguir juntos. 

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Julio Pomar



Quería llegar al paroxismo de las cosas. Ese predio lindero de 6,2 hectáreas. Esa zona geográfica. Esa isla. De hombres inmóviles que miran muros demasiado visibles. Demasiado cerca que se amurallan. Los muros de un Instituto de Sanidad Mental. Todo menos sano, todo menos mental. Es ausencia. Aguda.
Nombre y fecha de nacimiento. Nacionalidad.
¿Mexicana?
Número de pasaporte.
Soltera, ¿no?
Sigue después del último. ¿Y quién es el último, señor?
Pregunte al final de la fila.
Esa otra cosa que nunca alcancé a ver. Que se ha borrado.

Había una pared blanca. El mundo está lleno de paredes blancas. Pero esta tenía líneas de espalda e indecisiones. Algunos debilitamientos también pude leer: ese recorrido que de espera ¿Quién es el último? Líneas siempre hacia abajo. Líneas de camperas azules, de algodón, de plumas de ganso de Balvanera, de lana, de gabardina. Camperas rojas que marcan líneas negras. Hacia abajo. Hay cosas, estoy segura, que no se podían ver. En los límites todo se torna invisible. Sin embargo, esa líneas, son un horizonte de no retorno. Corrijo: un gesto de borramiento. Hacia abajo. Donde todo lo que languidece.
Había un Bar en la entrada. Un café. Cortado. Tenía que ponerme a hacer algo. Mandar algo al nudo. Lo que fuera. Era eso o volverme loca: fatiga que no le deseo a nadie.
Pasillos como túneles que son también las faringes donde habita, naturalmente, lo irreversible. Igualmente se sostienen por cuerdas. Las cuerdas que el hombre pierde, en 53 años de cordura. Y por llorar a una mujer. Y eso es el nudo: llorar. Agudamente, porque algo se rompe. No sé exactamente qué. Como toda derrota, la angustia es muda.
¿Quién es el último? Al terminar el café, me quedé nuevamente frente a esas líneas de la pared. Algunas eran más gruesas que mi dedo meñique. Otras mucho más angostas. Recorrí con el índice, imaginariamente, una de su exacto espesor. La borré. No había mucho que pensar. Solamente tenía que rellenar una forma dada sin salirme del contorno; era un pasatiempo de señora jubilada, pero implicaba un grado de concentración casi zen que podía ayudarme a matar el tiempo. ¿Quién es el último? El señor de la campera de jean. Para olvidar a alguien, hay que volverse extremadamente metódico. El desamor es una especie de enfermedad que nada más puede combatirse con rutina. Yo soy la última.
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El cuerpo es sólo una serie de pistas dispersas, sin sentido. Un conjunto que se va vaciando poco a poco en síntomas. Fragmentos desordenados. Corrijo: añicos. Corrijo: borramientos. Hable con alguien. Todo en el universo  está hecho del mismo material, incluso el tiempo. Busque ayuda. Todos en esta sala estamos despareciendo. ¿Quién es el último? Dicen que cada respuesta a una pregunta es una nueva pregunta. Pero no se quede sola. Eso también es algo que nos une: todo estamos buscándonos las huellas o haciéndonos preguntas. Todos estamos esperando que por fin aparezca eso que no podemos ver. El amor, su desaparición, siempre nos demuestra la circularidad del mundo.

            Desaparecer es hacer visible el mar en las piernas. Ver pliegues en el cuerpo. Lo inadmisible en la realidad. Resulta que se da permiso de ver lo que nunca fue preciso poder ver.
Enseguida a mí, un hombre, keniano, padecía acrofobia. Sólo podía ver hacia arriba.  Tenía la mirada en blanco. La gente suele decir que las cosas no son sólo o blanco o negro. Las cosas que no alcanzamos a se ocultan en la delgada línea que separa esas dos tonalidades. Hay cosas, estoy segura, que él podía ver.

¿Quién es el último? La señora es la última. No, el joven de gorra es el último. ¿Quién es el último? Yo soy la última, el negro llegó después. ¿Cuál negro, señora? Ese negro que está ahí, volteando nada más para arriba. Señora aquí nadie es negro ni blanco, todos somos iguales.

Así es como acaba el mundo: no con un estallido sino con una fila. La punta de una fila que no se sabe si es el principio o el final. Comenzar o terminar de desaparecer.

Ingravidez. Usted padece de ingravidez. ¿Qué no tenía el corazón roto? La ingravidez de un cuerpo es ocasionada por la pérdida del corazón. ¿Y a dónde se me fue? Cuando un suceso es inexplicable, se hace un hueco en alguna  parte. Así que estamos llenos de agujeros, como un queso gruyere ¿Esto es psicoanálisis? Agujeros dentro de agujeros.

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Agujeros dentro de agujeros.
Puntos. Finales.

Como toda derrota, la angustia es muda: porque enreda el paso del tiempo. A eso le llaman también nudo en la garganta. No hay causa reconocible de este nudo, sólo efectos. Flujos turbulentos, entrecortados. Entre cortados. Se corta la respiración o el corazón se sacude. Se ha roto. El desamor es esta ingravidez. La invitación a desparecer. Un gesto amable de borramiento. Llegar al paroxismo de las cosas. Es en los límites –en las orillas- donde las cosas tienden a desdibujarse. 


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