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La iniciación de un hombre: 1917 - John Dos Passos



"(...) las mentiras son como un jugo pegajoso que se extiende sobre el universo (...)"






Dos Passos, John. La iniciación de un hombre: 1917 
Madrid: Errata naturae, 2014. 

One Man’ns Initiation. Traducció de Elena Sánchez
Col·lecció El paisaje de los panoramas, 69
 

 Què en diu la contraportada...
Martin Howe, un joven estadounidense, se ofrece voluntario en el servicio médico durante la Primera Guerra Mundial. Zarpa el barco en el que viaja a Francia y el ambiente a su alrededor es festivo: hay música y risas, se habla entre carcajadas de las mujeres francesas y de la vieja Europa… Pero muy pronto, tras esas notas de expectación y alegría, Martin vivirá su aprendizaje del miedo y los desastres de la guerra.
En esta imprescindible novela, en medio de heridos y muertos, hay espacio también para la camaradería, para el deseo de cambio y transformación de la sociedad, para el encuentro solidario, más allá del mundo de las trincheras inhóspitas, entre soldados y civiles. Dos Passos consigue reproducir un mundo hecho de cascotes y cristales rotos, fragmentario y apocalíptico, a través de secuencias y de viñetas, de escenas y pulsiones que se superponen siguiendo una técnica de montaje que más tarde lo haría famoso con Manhattan Transfer, y que logra dar cuenta de un modo ejemplar de la brutal realidad de una guerra.
Muy pronto se dará cuenta el lector de que el interés de esta novela es tan literario como histórico: ficción y documento se prestan sus mejores herramientas para narrar la verdad general y las verdades particulares. El autor, con un tono que pasa del lirismo a la polémica continuamente, lleva a cabo una condena de la guerra que se encuentra entre las más intensas jamás escritas, alineándose con otras obras maestras como El filo de la navaja, de Somerset Maugham, o Adiós a las armas, de Ernest Hemingway.

 Com comença...
En el enorme cobertizo del muelle, atestado de cestos y maletas, dividido por pasarelas de madera que conducen hasta los buques que hay a ambos lados, una banda de música interpreta una chillona melodía hawaiana; la gente baila entre las pilas de cajas y baúles. Diseminados entre el gentío se ven uniformes color caqui y numerosos jóvenes ríen  y charlan en grupo con voces exaltadas por la emoción.

 Moments...
(Pàg. 18)
Los vagones eran estrechos, por lo que estaban todos apiñados, con las rodillas apretándose con fuerza unas contra otras; y en el exterior, deslizándose frente a ellos, campos azules y verdes a la vez, álamos que surgían de entre la bruma de la mañana y los amplios campos de amapolas. Amapolas escarlatas, azulejos y margaritas blancas, y las casitas de campo cubiertas de tejas rojas y con paredes blancas, todo ello destacándose contra un panorama de cercas y campos verdemar: Tours, Poitiers, Orléans. Los nombres de las estaciones evocaban antiguas guerras y las extensiones de amapolas escarlatas parecían la sangre de los combatientes muertos a lo largo de la historia.

(Pàg. 26) 
(...) ¿Has leído alguna vez Alicia en el país de las maravillas? –preguntó el hombre calado, sentándose de pronto a la mesa.
- Claro que sí.
- ¿No te lo recuerda todo esto?
- ¿Qué?
- Todo este asunto de la guerra. Siempre pienso que voy a tropezarme con aquel conejo que ponía mantequilla a su reloj en cada esquina.
- Era mantequilla de la mejor calidad.
Eso es lo condenado del asunto (...).

(Pàg. 27) 
(...) pensé que sería espelúznante –repuso Martin.
¡Piensa, hombre, piensa en los mares de mentiras que han tenido que ser necesarios a lo largo de los siglos para hacer que todo esta cosecha de mentiras sonsacada con tanta habilidad a la prensa y al púlpito. ¿No te da vértigo?
Martin asintió.
Pero si las mentiras son como un jugo pegajoso que se extiende sobre el universo, un papel cazamoscas, vivo y creciente, para atrapar y pegarle las alas a cada alma humana... y el murmullo insignificante e inútil de las gentes honestas, liberales y caritativas, ¿no te recuerda al débil e insignificante sonido que hacen las moscas cuando son atrapadas?

(Pàg. 38)
Había estado allí unos días antes, trepando por la grasienta tierra donde la tripa se había hundido, para contemplar desde el nivel del suelo, durante uno o dos angustiosos minutos, la maraña de trincheras, y también la tierra gangrenada y repleta de hotos que se extendía hacia las avanzadas alemanas. Y, a lo largo de todas aquellas heridas desperdigadas en el inmundo barro, había hombres con piernas y pies gigantescos debido a los coágulos y coágulos de barro que los cubrían, hombres de rostro gris con las cicatrices de la fatiga, el temor y el hastío, al igual que las trincheras y los agujeros de los obuses habían marcado la ladera hasta hacerla irreconocible.

(Pàg. 60)
Sintiendo la embriaguez de su libertad, el estrépito de voces, el murmullo de los árboles en la tenue luz, el aroma del cabello de las mujeres y los perfumes baratos, Martin y Tom caminan lentamente por la acera hacia las umbrosas columnas de la Madeleine, donde unas cuantas vendedoras ofrecen todavía rosas que perfuman la oscuridad.

(Pàg. 84)
(...) Sí, vamos a llevar a cabo un pequeño ataque. Tal vez regrese en su pequeño ómnibus.
Espero que no.
Yo me alegraría mucho. ¡Una herida afortunada! Pero lo más probable es que acabe muerto. Esta vez será la primera en que iré al frente sin esperar que me maten. Así que probablemente sucederá.
Martin Howe no pudo remediar girarse de repente para observarlo. El aspirante estaba tranquilamente sentado en el borde de piedra de la fuente, apoyado contra el soporte de hierro forjado del cubo, con una rodilla agarrada entre las vigorosas y nervudas manos. Muerto tendría el mismo aspecto. La mente de Martin apenas podía comprender la relación entre aquel hombre lleno de energía latente, de pensamientos y deseos, aquel hombre a quien le habría gustado pasar el brazo por los hombros en señal de amistad, con quien le habría gustado dar largos paseos, con quien le habría gustado sentarse a charlar y beber hasta avanzada la noche... y aquellos montones pulposos y apelotonados de uniformes azules medio sepultados en el lodo de las trincheras.
- Has visto alguna vez un rebaño de reses conducido al matadero en una espléndida mañana de mayo? –preguntó el aspirante en tono vivo y desdeñoso, como si hubiese adivinado los pensamientos de Martin.

(Pàg. 93) 
Los bosques en la noche: una negrura quimérica impregnada de ruido y de las llamas amarillas que salen de las bocas los cañones. De cuando en cuando, el sulfúreo resplandor del estallido de un obús, el ruido de árboles al desplomarse y fragmentos de granadas volando por los aires. A intervalos, sobre una pequeña loma en dirección a las trincheras, un obús luminoso blanco cae lentamente, haciendo que los árboles y las armas ocultas entre una maraña de ramas arrojen largas sombras verdinegras, envolviendo el bosque en un extraño fulgor de desolación.

(Pàg. 110)
(...) Pero, Will, esto no puede gustarte –dijo-. Es demasiado parecido a un montón de escombros, un enorme basurero de hombres y armamento.
Supongo que así es... –repuso el joven de rostro encendido, descubriendo la mancha de grasa que tenía en la nariz y frotándosela con el dorso de la mano-. ¡Malditos sean esos cochinos Ford! Te llenan de grasa.... Supongo que, debido a lo insípida que resulta la vida en América, cualquier cosa me parece mejor. Antes de dejar mi casa estuve un año trabajando en una oficina. Prefiero el basurero.

(Pàg. 137)
El atardecer era gris perla cuando abandonaron el pueblo; su olfato estaba impregnado con el aroma de la lenta muerte del año, de las hojas secándose y cayendo, de los frutos maduros y las vainas de simientes a punto de reventar.
- El otoño me produce una sensación enloquecedora –dijo Tom Randolph-. Me hace arde en deseos de liarme la manta a la cabeza y hacer cosas, ir a sitios.
Supongo que se debe a que la tierra tiene ese aspecto de haber cumplido su misión –dijo Martin.

(Pàg. 142)
(...) Y, en América, ¿les gusta la guerra?
No saben lo que es. Son como niños. Se creen todo lo que les dicen; no tienen experiencia alguna en cuestiones internacionales, como ustedes los europeos. A mi entender, nuestra participación en la guerra ha sido una tragedia –respondió Martin.
Es como retroceder a nuestro único pretexto para existir –intervino Tom.
A cambio de la serena civilización y la belleza de existencias ordenadas a que renunciaron los europeos al ir al Nuevo Mundo, nosotros les dimos la oportunidad de ganarse el lujo y, cosa infinitamente más importante, de liberarse del pasado, ese fantasma gangrenado del pasado que hoy en día está aniquilando Europa con su infección de odios, codicias y asesinatos. América ha traicionado todo eso, ¿comprenden?; así es como lo vemos nosotros. Ahora somos una nación militar, un pirata organizado como lo son también Francia, Inglaterra y Alemania –continuó Martin.
Pero ¿y el idealismo americano? ¿Las disertaciones y memorias? –exclamó Lully, aferrándose con ambas manos al borde de la mesa.
Camuflaje –repuso Martin.
¿Quiere decir que no es sincero?
El mejor camuflaje siempre es sincero.

(Pàg. 143) 
(...) Me he pasado la vida luchando, a mi limitada manera, por mi propia libertad. Ahora no estoy seguro de que exista tal cosa.
¿Existir? Por supuesto que existe, ya que, de no ser así, la gente no la odiaría tanto –exclamó Lully.
Pensaba que era de mi familia de quien debía huir para ser libre –prosiguió Martin-; me refiero a todos los lazos convencionales, el culto al triunfo y los principios que a uno le inculcan desde niño.
Supongo que todo el mundo ha pensado eso...
¡Qué necios éramos antes de la guerra, parloteando sobre pequeñas revueltas y riéndonos con las pequeñas bromas sobre la religión y el Gobierno! Y, durante todo ese tiempo, la infinita codicia e infinita estupidez de los hombres fraguaban todo eso –dijo André Dubois, mientras fumaba nerviosamente entre cada frase y tiraba de su barba, de cuando en cuando, con la mano, de dos largos y vigorosos.
Lo que más me aterra es su poder para esclavizar nuestras mentes –prosiguió Martin, y su voz de volvía cada vez más fuerte y segura, a la vez que se sentía transportado por la idea -. Jamás olvidaré las retadores y triunfales banderas ondeando por las calles antes de marchar a la guerra, el paulatino asomo de las garras, el paulatino adormecimiento de la bondad y el buen sentido de las gentes por medio de frases y más frases... América, como saben, está regida por la prensa. ¿Y por quién está regida la prensa? ¿Quién sabrá nunca qué fuerzas ocultas la sobornaron una y otra vez, hasta que estuvimos dispuestos a ir, cegados y amordazados, a la guerra...? Parece que a la gente le agrada que la engañen. El talento solía significar libertad, una luz luchando contra la oscuridad. Ahora, la oscuridad emplea la luz para sus propios designios... Somos esclavos del talento adquirido, unos esclavos consentidores.

(Pàg. 147)
(...) Todo lo que sucede hoy en día no es más que la misma lucha de clases: quienes explotan y quienes están explotados. La gente astuta y carente de escrúpulos controla a la gente caritativa y bondadosa. A mí me parece que esta guerra, que ha destrozado nuestro pequeño mundo europeo, en que el orden estaba ocupando tan laboriosamente el puesto del caos, no es más que una lucha titánica originada por el saqueo del mundo por parte de los piratas que han engordado hasta la demencia con el sudor de sus propias gentes, con el trabajo de millos de habitantes en África, India y América, que han caído, directa o indirectamente, bajo el yugo de la insensata locura de las razas blancas.

(Pàg. 150)
- (...) mi fe es demasiado escasa para hacerme anarquista, pero, por otro lado, tengo demasiada como para creer en la religión.

(Pàg. 151)
(...) ¿por qué habríamos de tener bienes? Ésa es la principal calamidad del mundo... Ése es el cáncer que hasta ahora ha convertido la vida en un infierno de miseria; el desmedido afán por los bienes ha empujado a nuestras naciones de Occidente a arrojarse hacia atrás, tal vez para siempre, en las simas de la barbarie... ¡Oh, si tan sólo la gente confiara en su propia y fundamental bondad, en su fraternidad, en el amor, que es lo más fuerte en la vida! Suprimamos los bienes y el enfermizo afán por ellos, el anhelo de coger y poseer, y no tendremos necesidad de un gobierno que nos proteja. La fuerza y la elasticidad de la vida del hombre están siendo aplastadas bajo la organización, la tabulación. Una excesiva organización significa la muerte. El objetivo de la vida es la desorganización, no la organización.

 Altres n'han dit...
Diario de lecturas de D, Pasa la página, Todos los libros un libro, Los que viven conmigo, Pep Grill.

 Enllaços:
John Dos Passos, la primera novel·la d'un autor novell, comparativa, context, sobre l'heroi assolat, estructura.

 Llegeix-lo:
Anglès (multiformat)
Anglès (facsímil 1920 Ed. George Allen & Unwin LTD.)



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