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Ricardo Palma - ¡Ahí viene el Cuco!


Ricardo Palma - Manuel Ricardo Palma Soriano
“el que no tiene de inga tiene de mandinga”

Nació en Lima, Perú, el 7 de febrero de 1833. Famoso por sus Tradiciones Peruanas pero también fue poeta e historiador. Nace y estudia en Lima. 1848 publica sus primeros versos. Se inicia en el periodísmo en 1850; 1851-1852, Perteneció a la generación romántica peruana, llamada la de los bohemios; escribió poesía sentimental y tremebunda y obras de teatro truculentas (Rodil; La hermana del verdugo). 1855, su primer libro de versos. Palma tiene pobre opinión de sus inicios literarios. 1858, trabaja en la redacción de un periódico y al año siguiente publica su primera tradición. 1859 empieza a escribir lo que luego se llamarán tradiciones y se vincula al periodismo satírico, vínculo que durará gran parte de su vida. 1861-63 exilio en Chile por oposición al general Ramón Castilla. 1863, la publicación de sus tradiciones en los periódicos de América le traen renombre; publica los Anales de la Inquiscición en Lima.; interés en la historia. 1864-65, viaje a Europa y Estados Unidos; participa en la defensa del Perú contra los españoles. 1868 apogeo de su prestigio personal y político. 1870, Pasionarias. Actitud patriótica durante la guerra con Chile y la ocupación de Lima (1880-1881); preso 12 días. 1884 reconstruye la biblioteca nacional y llega a ser director. 1886 Encabeza la campaña para expulsar a los jesuítas del país. 1887 se instala la academia peruana de la lengua con Palma como decano. Polémica con González Prada (1888) que eventualmente lo sustituye como director de la misma entre 1912-14 y en 1916. Falleció en Miraflores el 6 de octubre de 1919.

Fuente: Universidad de California de Santa Barbara


Links Externos:
Biografía Completa de Ricardo Palma


Obras Originales de Ricardo Palma que se encuentra bajo Dominio Público. El derecho patrimonial sobre la obra dura toda la vida del autor y setenta años después de su fallecimiento, cualquiera que sea el país de origen de la obra, y se transmite por causa de muerte de acuerdo a las disposiciones del Código Civil.


Tradiciones Peruanas:

Las tradiciones se publicaron en series 1872: primera Serie; 1874: segunda serie (es la más conocida); 1875: tercera serie; 1877: cuarta serie; en 1883 aparecen las 4 series juntas y dos inéditas; añade muchas tradiciones nuevas (especialmente en la segunda serie); 1889 "Ropa vieja" (última que sería la séptima serie); 1891 (Perú: ropa apolillada" (octava serie); en 1893 aparece la edición con el nombre de Tradiciones peruanas en Barcelona; Casa Montaner y Simón (hay muchos cambios en las series); 1899: Tradiciones y artículos históricos (publica piezas que había quitado de la edición Montaner); 1900: Cachivaches; 1906: Mis últimas tradiciones peruanas y Cachivachería 1910: Apéndice a mis últimas tradiciones peruanas; quedaron inéditas las Tradiciones en salsa verde (1901) hasta1973.

Títulos Primera Serie Tradiciones Peruanas por Ricardo Palma:

Palla-Huarcuna. - D. Dimas de la Tijereta. - El Cristo de la Agonía. Mujer y tigre. - El nazareno. - Un litigio original. - La casa de Pilatos. - Bonita soy yo, la Castellanos. - Justos y pecadores. - La fiesta de San Simón. - Un predicador de lujo. - Predestinación. - Dos millones. - Las cayetanas. - Los endiablados.




Títulos Segunda Serie Tradiciones Peruanas por Ricardo Palma:

Los caballeros de la capa. - Una carta de Indias. - La muerte del factor. - Las orejas del alcalde. - Un pronóstico cumplido. - El Peje chico. - La monja de la llave. - Las querellas de Santo Toribio. - Los malditos. - El Virrey de los milagros. - El tamborcito del pirata. - Los duendes del Cuzco. - De potencia a potencia. - Los polvos de la condesa. - Una vida por una honra. - El encapuchado. - Un virrey hereje y un campanero bellaco. - La desolación de Castro-Virreyna. - El justicia mayor de Laycacota. - Beba, padre, que le da la vida. - Racimo de horca. - La emplazada. - Cortar el revesino. - Amor de madre. - Un proceso contra Dios. - La fundación de Santa Liberata. - Muerte en vida. - Pepe Bandos. - Lucas el Sacrílego. - Un virrey y un arzobispo. - Rudamente, pulidamente, mañosamente. - El resucitado. - El corregidor de Tinta. -La gatita de Mari-Ramos, que halaga con la cola y araña con las manos. - Pancho Sales el Verdugo. - ¡A la cárcel todo Cristo! - Nadie se muere hasta que Dios quiere. - El virrey de la adivinanza. - ¡Buenalaya de fraile! - Con días y ollas venceremos. - El fraile y la monja del Callao.




Títulos Tercera Serie Tradiciones Peruanas por Ricardo Palma:

La gruta de las maravillas. -La achirana del Inca. -Por beber en copa de oro. -Carta canta. -Una excomunión famosa. -Aceituna, una. -Oficiosidad no agradecida. -La endemoniada. -Puesto en el burro... aguantar los azotes. -Esquive vivir en Quive. -El cáliz de Santo Toribio. -Una aventura del virrey-poeta. -Los azulejos de San Francisco. -¡A Iglesia me llamo! -El caballero de la Virgen. -Al hombre por la palabra. -Traslado a Judas. -No hay mal que por bien no venga. -Después de Dios, Quirós. -Los apóstoles y la Magdalena. -Cada uno manda en su casa. -El alma de fray Venancio. -El cigarrero de Huacho. -Capricho de limeña. -La trenza de sus cabellos. -Un reo de inquisición. -Por una misa. -De asta y rejón. -El latín de una limeña. -Los argumentos del corregidor. -Un escudo de armas. -Un camarón. -Santiago Volador. -Sabio como Chavarría. -La niña del antojo. -La llorona del Viernes Santo. -¡A nadar, peces! -Un capítulo de frailes. -Conversión de un libertino. -Más malo que Calleja. -El Rey del Monte. -Dónde y cómo el diablo perdió el poncho. -Johán de la Coba. -Tras la tragedia el sainete.



Títulos Quinta Serie Tradiciones Peruanas por Ricardo Palma:

Un cerro que tiene historia. - El carbunclo del diablo. - D. Alonso el Membrudo. - La hija del ajusticiado. - Orgullo de cacique. - La moda en los nombre pila. - Capa colorada, cabello blanco y caja turán-tun-tun. - El ahijado de la Providencia. - Historia de unas columnas. - Fray Juan Sin Miedo. - Un obispo de contrabando. - Los judíos del prendimiento. - La procesión de ánimas de San Agustín. - Cortar por lo sano. - Un virrey capitulero. - El niño llorón. - Zurrón-currichi. - Dos palomitas sin hiel. - Un señor de muchos pergaminos. - El obispo del libro y la madre Monteagudo. - No juegues con pólvora. - Batalla de frailes. - Las clarisas de Trujillo. - El conde condenado. - Haz bien sin mirar a quien. - Un obispo de Ayacucho. - La camisa de Margarita. - El que más vale no vale tanto como Valle vale. - Humildad y fiereza todo en una pieza. - El príncipe del Líbano. - El hábito no hace el monje. - Mogollón. - El divorcio de la condesita. - El que espera desespera. - La laguna del diablo. - ¡Al rincón! ¡Quita calzón! - Creo que hay infierno. - Una hostia sin consagrar. - El primer toro. - Juana la Marimacho. - Una sentencia primorosa. - Un drama íntimo. - Una astucia de Abascal. - Un tenorio americano. - La viudita. - ¡Que repiquen en Yauli! - David y Goliath. - Seis por seis son treinta y seis. - El sombrero del padre Abregú. - El canónigo del taco. - HILACHAS: I. Los caciques suicidas. - II. Granos de trigo. - III. Agustinos y franciscanos. - IV. Lapsus linguae episcopal. - V. Las tres misas de finados. - VI. Entre santa y santo pared de cal y canto. - VII. Un emplazamiento. - VIII. Brazo de plata. - IX. ¡Arre, borrico! Quien nació para pobre no ha de ser rico. - X. Las campanas de Eten. - XI. Los gobiernos del Perú. - XII. Apocalíptica. - XIII. Órdenes para el infierno. - XIV. Palabras sacan palabras. - XV. Un asesinato justificado. - XVI. La calle de la Manita. - XVII. La calle de las Aldabas. - XVIII. Como San Jinojo. - XIX. Carencia de medias y abundancia de medios. - XX. ¡Mata! ¡Mata! ¡Mata! - XXI. La casa de las penas. - XXII. Una lección en regla. - XXIII- Un marido feroz. - XXIV. Un tiburón. - XXV. El judío errante en el Cuzco.- XXVI. El primer buque de vapor. - XXVII. Un fanático. - XXVIII. Truenos en Lima. - Entrada de virrey.

Títulos Sexta Serie Tradiciones Peruanas por Ricardo Palma:

El Demonio de los Andes. - I. Los tres motivos del oidor. - II. El que se ahogó en poca agua. - III. Si te dieren hogaza no pidas torta. - IV. Comida acabada, amistad terminada. - V. El sueño de un santo varón. - VI. Los postres del festín. - VII. Las hechas y por hacer. - VIII. Maldición de mujer. - IX. Un hombre inmortal. - X. ¡Ay cuitada! Y ¡guay de lo que aquí andaba! - XI. La bofetada póstuma. - XII. El robo de las calaveras. - Mírense en este espejo. - La excomunión de los alcaldes de Lima. - El chocolate de los jesuitas. - Las brujas de Ica. - Un caballero de industria. - De cómo a un intendente le pusieron la ceniza en la frente. - De esta capa, nadie escapa. - Los dos Sebastianes. - El obispo de los retruécanos. - La Virgen del sombrerito y el chapín del Niño. - El obispo Chicheñó. - Ahí viene el Cuco. - Resurrecciones. - Agua mansa. - Una chanza de inocentes. - A muerto me huele el godo. - Origen de una industria. - Una aventura amorosa del padre Ghuecas. - Entre libertador y dictador. - Cosas tiene el rey cristiano que parecen de pagano. - La venganza de un cura. - Los escrúpulos de Halicarnaso. - Los veinte mil godos del obispo. - La soga arrastra. - Las balas del Niño Dios.

Títulos Séptima Serie Tradiciones Peruanas por Ricardo Palma:

La primera campana de Lima. -Sastre y sisón. -Barchilón. -Pasquín y contrapasquín. -La mina de Santa Bárbara. -El rosal de Rosa. -Los mosquitos de Santa Rosa. -El capitán Zapata. -Refranero. -Motín de limeñas. -Un libro condenado. -La gran querella de los barberos. -El alacrán de fray Gómez. -El tío Monolito. -Los Barbones. -La victoria de las camaroneras. -Un fraile suicida. -Las cuatro PPPP de Lima. -El castigo de un trabajo. -Los pasquines de Yauli. -De cómo un príncipe fue alcalde en el Perú. -Un alcalde que sabía dónde le apretaba el zapato. -De menos hizo Dios a Cañete. -El pleito de los pulperos. -Los pacayares. -El conde de la Topada. -Una ceremonia de Jueves Santo. -El retrato de Pizarro. -El garrote. -Los brujos de Shulcahuanga. -La tradición del himno nacional. -Apología del pichón. -No se pega a la mujer. - El clarín de Canterac. -El secreto de confesión. -La Protectora y la Libertadora. -Córdoba. -El rey de los camanejos. -Ir por lana y volver trasquilado. -Un despejo en Acho. -La Salaverrina. -Historia de un cañoncito. -Una conspiración de capitanes. -Un Maquiavelo criollo. -Francisco Bolognesi. -Un montonero. -Un ventrílocuo. -Vítores.


Tradiciones en Salsa Verde

Tradiciones en Salsa Verde sigue la misma línea que "Tradiciones Peruanas" pero conformada por relatos de índole picante que nunca fueron entregados a la imprenta por miedo a escandalizar a una Lima moralista.
Se trata de un conjunto de relatos que el autor escribió para su solaz privado y el de sus amigos íntimos, piezas que ni siquiera él podía publicar dado el tono escabroso en lo sexual, político y clerical. Textos cargados de picardía que nadie debe privarse de leer para dar una visión más amplia de la obra del Tradicionista, verdadero testimonio de la historia, costumbres y alegría de su pueblo.

Títulos: La Pinga Del Libertador , El Carajo De Sucre , El Desmemorlado , La Consigna De Lara, ¡Tajo O Tejo! , El Clavel Disciplinado , Un Calembour , Otra Improvisación Del Ciego De La Merced , La Cosa De La Mujer , Fatuidad Humana , De Buena A Bueno , Los Inocentones , El Lechero Del Convento , Pato Con Arroz , La Moza Del Gobierno, Matricula De Colegio , La Cena Del Capitán , La Misa A Escape



Algunas Tradiciones:

# Don Dimas de la Tijereta
# El Cristo de la Agonía
# El Demonio de los Andes
# La excomunión de los alcaldes de Lima
# El chocolate de los jesuitas
# Las brujas de Ica
# Un caballero de industria
# De cómo a un intendente le pusieron la ceniza en la frente
# De esta capa nadie escapa
# Los dos Sebastianes
# El Obispo de los retruécanos
# La Virgen del sombrerito y el chapín del Niño
# El obispo Chicheñó
# Ahí viene el Cuco


Las Tradiciones peruanas
¡Ahí viene el Cuco!
de Ricardo Palma

Ya he referido en otra ocasión que aquella bendita anciana que para unos muchachos era mi tía Catita, y para otros mi abuela la tuerta, acostumbraba en la noche de luna congregar cerca de sí a todos los chicos y chicas del vecindario, embelesándolos, ya con una historieta de brujas o ánimas en pena, o ya con cuentos sobre antiguallas limeñas.

Una de esas noches antojósele a un nene llorar a moco tendido, pero lo hicieron callar con sólo decirle estas mágicas palabras: «¡Ahí está el cuco!».

Pásenme ustedes el limeñismo. Un purista habría dicho el coco; pero los que nos hemos destetado con champuz de agrio y mazamorra (también un purista diría masamora que árabe es el manjar) nacimos oyendo hablar del cuco, y lo que entra con el capillo sólo se va con el cerquillo, y ya estamos viejos para salir ahora, al cabo de los años mil, llamando coco al cuco.

El cuco es un personaje de capricho o fantasía, creado por el candor infantil y la marrullería de las viejas. Es un mochuelo que se le cuelga al vecino más feo del barrio o al sacristán de la parroquia que, farolito en mano y capa colorada sobre los hombros, pide para la cera de Nuestro Amo. Y cierto que por esas calles tropieza uno con fisonomías que parecen predestinadas para cucos o espantamuchachos.

Aquella noche, a propósito del «¡llamo al cuco!» nos contó la tía Catita, que cuando entró la patria comían pan en la calle Judíos nada menos que dos cucos. ¡Ave María Purísima!

Y como cada cuco fue sujeto de curiosa historia, con venia de ustedes lo consagraré especial capítulo.


I - ÑO VEINTEMIL


Hasta la época de San Martín ocupaba una de las que se denominaron Covachuelas, en las gradas de la catedral y calle de Judíos, un viejo español llamado D. José de Ormaza y, Coronel; pero nadie lo conocía sino por el apodo de ño xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxVeintemil, y tanto era feo el macrobio, que su solo nombre bastaba para hacer dar diente con diente a los hombrecitos del mañana. El anciano tenía conquistada su reputación de traganiños en cuatro cuadras a la redonda.

¿Cómo adquirió el apodo? Eso es lo único que me he propuesto relatar.

D. José de Ormaza y Coronel vino al Perú en los tiempos de Amat, y hallándose sin un maravedí ni de dónde le viniese, se encaminó una mañana a Palacio y solicitó audiencia del virrey. El mayordomo de servicio le preguntó su nombre para pasar aviso a su excelencia, y el visitante le contestó con mucha naturalidad:

-Anuncie usted a D. José de Amat.

El fámulo, creyendo por el apellido que se las había con un deudo de su señor, no anduvo con pies de plomo; y el virrey, imaginando que le hubiera llegado de improviso algún sobrino catalán, no se hizo tampoco remolón. La antesala no pasó de un minuto, lo que es maravilloso, no digo tratándose de un virrey, de suyo autorizado para andar con moratorias y ceremonias, sino de un presidente de nuestra era, obligado a gastar republicana llaneza.

-Dios guarde a vuecelencia -dijo el D. José.

-Y a usted también -contestó D. Manuel-. ¿Conque es usted un Amat?

-Sí, señor... y no, señor.

-No lo entiendo ¿Es usted Amat por parte de madre o de padre?

Ni por la sábana de arriba, ni por la sabana de abajo.

-¡Cómo! ¡Cómo! -murmuró el virrey.

-¿Cómo? Como vuecelencia lo oye. Yo soy Amat por mi voluntad, y no por la ajena.

-Explíquese usted.

-Sí, señor. He renunciado a mi apellido para adoptar el de vuecencia: primero, por la mucha admiración y cariño que me inspira la ilustre persona del libérrimo prócer, del integérrimo gobernante, del.....

-¡Basta, hombre, muchas gracias! Suprima lisonjas, que me apestan.

-Y segundo, porque aspiro a que vuecencia sea mi padre.

¡Hombre!¡Para paternidades estamos! ¡Buen zagalón de hijo voy a echarme encima! ¿Y sobre qué carga de agua y por qué? Vamos, explíquese usted pronto y claro, que el tiempo no me viene ancho, sino más estrecho que chupa de alguacil.

-Pues al grano, excelentísimo señor. Me han informado los paisanos de que vuecencia hace... así... por bajo de cuerda... sus negocillos...

-¡Yo! ¡Negocios! -exclamó el virrey empezando a perder los estribos.

-No hay para qué enfarolarse, señor excelentísimo. Tenga vuecencia confianza conmigo y no se me haga el de las malvas, que no soy ningún niño de la bola.

El virrey estaba alelado viendo tanta insolencia y sangre fría. El hombre continuó:

-Pues señor, los negocios limpios como el agua de pila. Traigo entre manos una especulación, que meses más, meses menos, nos dejaría un doscientos por ciento de provecho, y he venido a que para principiar me preste vuecencia veinte mil pesos, que yo se los pagaré con el interés que quiera señalarles.....

-¿De modo, señor mío -interrumpió D. Manuel de Amat y Juniet-, que para usted, el virrey del Perú es un comerciantito del codo a la mano que da plata a réditos?

-Por supuesto.

-¿Sí? Pues por descomedido o loco vaya usted a la cárcel, señor pariente, y busque otro padre a quien embaucar. ¡Vaya usted, ño Veintemil!

La escena se hizo pública y nació el apodo.

En su vejez era ño Veintemil lo que llamamos un loco manso; un ser inofensivo. Ocupábase en la venta de artículos de desecho, y pasaba la vida a tragos, debiendo a lo subido de su fealdad la reputación de cuco.

Vamos con su compañero de calle, que es personaje casi contemporáneo; pues viven muchos cristianos que lo conocieron y trataron.


II - D. TADEO LÓPEZ, EL CONDECORADO


En la calle de Judíos existe todavía un callejón que todos los limeños conocemos con el nombre de callejón de López. Su dueño, por los años de 1813, era un indio rechoncho, feo como una pesadilla, mujeriego, parrandista y muy palangana y metido a gente. En las fiestas, un tantico revolucionarias, dadas por los vecinos de Lima al conde de Vista-florida (o Vista-torcida, como era en realidad), y en las cuestiones o turbulencias entre el virrey Abascal y el mariscal de campo Villalta (a quien, de paso, consignaremos que debe su nombre la calle de Villalta), desempeñó nuestro indio el papel de jefe de club popular y orador de plazuela.

D. Tadeo López, que tal era su nombre, se desvivía por hablar sin ton ni son de política, y viniese o no a cuento, sacaba a lucir al noventa y tres y a Marat, Dantón y Robespierre, tuteaba a Voltaire y a Juan Jacobo, hablaba del libre examen y ponía al gobierno como trapo de cocina. Hoy pasaría D. Tadeo por uno de los muchos eruditos de cajetilla de cigarros que politiquean en la puerta de un café.

Desde 1809 había entrado furiosamente en Lima la moda de conspirar, y Abascal se veía moro para desenredar marañas.

Así de paso, y como quien quiere y no quiere, apuntaremos la historia de cierta conspiración a la que Abascal cortó el vuelo valiéndose de un expediente burlesco y despreciativo. Supo el virrey que en la celda de un padre oratoriano o de la congregación de San Felipe Neri se reunían todas las tardes, después de las cinco y con el pretexto de tomar una taza de café y echar una tanda de chaquete, varios caballeros, notables por su elevada posición y por su vocinglería contra el gobierno. Abascal llamó a un capitán de encapados o de policía, el cual, armado de una linterna sorda, se plantó desde las ocho de la noche, hora en que principiaban a despedirse los de la tertulia, en la puerta de San Pedro.

El primero que salió fue el padre Molero, prior de los agustinianos. El capitán abrió la linterna, le enderezó un rayo de luz sobre la cara, y le dijo:

-De parte de su excelencia el señor virrey, que pase su paternidad muy buenas noches.

El reverendo no tuvo aliento ni para contestar: «Así se las dé Dios».

Salió después un canónigo de muchas campanillas y muy gran demagogo; el capitán repitió lo del linternazo y lo de

-Señor canónigo, de parte del virrey, que tenga vuesa merced muy buenas noches.

Al canónigo le entró frío de terciana y apuró el paso.

A éste siguió el conde de San Juan de Lurigancho, famoso propagandista de las ideas revolucionarias, y también el de la linterna le espetó un.

-De parte de su excelencia, que tenga usía buenas noches, señor conde.

Y el de Lurigancho se persignó como quien tropieza con el demonio.

Y tras del conde salió otro, luego otros, hasta el número de quince conspiradores, y todos recibieron el cortés saludo.

Como la conciencia no estaba limpia, se dieron por notificados, y la conspiración se ahogó en su cuna; pues los jefes de ella se escamaron y no volvieron a la celda del padre oratoriano.

Otro gobernante asustadizo habría echado la zarpa encima a cuantos prójimos saliesen de San Pedro, y provocado con ello alarma y escándalo; pero Abascal se conformó con hacer la del gato, que maúlla y espanta a los ratones.

Aunque López no tenía chirumen para escribir, se decidió, contando con la péñola de algunos colegiales, a fundar un periódico revolucionario; pero a las primeras diligencias tropezó con el obstáculo de que ninguna de las cuatro imprentas que la ciudad poseía se allanaba a correr albures con el gobierno.

Otro habría desistido del propósito; pero para D. Tadeo López, fanatizado con la política, todo inconveniente era parvedad de materia. Los cabildantes de Lima, que a la sazón vivían en lucha abierta con el virrey, azuzaban a López y le ofrecían no sólo el contingente de su influencia, sino también escritos de las primeras plumas del país. Además, el conde de la Vega del Ren, que era a las callandas el alma de la oposición, se comprometía a desatar la bolsa si llegaba el caso de que el editor necesitase acudir a ella. -El Peruano liberal no debía morir en proyecto. ¿Qué se habría hecho de López?

D. Tadeo buscó operarios, y como Dios le dio a entender, fundió tipos, empresa ardua y que hasta entonces jamás se había intentado en Lima. Y en justicia, pues tengo libritos impresos por López, debo apuntar que para ensayo la fundición salió bastante limpia.

Mérito y grande conquistose López por haber sido el primero que implantara en el país la fundición de tipos. Los amigos tocaron mucho bombo, platillo y chinesco, y el ilustre Cabildo de esta ciudad de los reyes, haciéndoles coro, en protección a la industria y en homenaje al ingenio decretó una medalla de oro con brillantes, en cuyo anverso se veía un cóndor y en el reverso esta inscripción:

EL CABILDO DE LIMA
A
D. TADEO LÓPEZ.
PREMIO AL MÉRITO.
AÑO DE 1813.


El Peruano liberal entró al fin en prensa. El artículo de fondo era una cantárida, como que lo había escrito sin encomendarse a Dios ni al diablo un muchacho fogoso, colegialito de San Carlos. Hablábase allí algo de autonomía y pueblo soberano, y de cadenas, y de águila caudal del pensamiento, y de Roma y de Esparta, y del buitre de Prometeo, y mucho de repiquetear nombres y símiles mitológicos,

«y aquello de las furias,
del león ibero y de las tres centurias»,

y todas esas frases de pirotécnica patriotera que echándolas a granel, sin orden ni concierto, producen, no un puchero ni una algarabía, sino un editorial del veintiocho de julio.

La calle estaba llena de gente esperando la aparición del periódico, D. Tadeo iba y venía con cara de pascua y más hinchado que un pavo
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