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Calavera

De mucho andar, desorientado me involucro con mi abandono.
De mirar árboles cercados en los andenes de la ciudad,
Descomedidos de dos brazos,
Mancos de ideas y fuerza de voluntad.

He visto desde lo alto de edificios, la caída bárbara de los egos.
Distancias exorbitantes de espasmos y vértigos.
Cruel para el alma que implora gloria,
cuando la mortalidad sufre de postración y poca fe.

He vivido aromas exquisitas, placeres de capricho,
Encuentros de experiencia, en las amistades cultivadas,
podadas y faltas de riego.

Pero la soledad de mi caminar
La resistencia que me exhorta a lo estrafalario.
Me invita la vida a ser alegórico, ser temible,
ser de todos los demás. Un individuo de aspecto,
de negligencia con las normas.
“Siempre fui fuero en los conciertos de metal
Muchos conocen de mí y las desventuras que me alcanzan
No tengo inconvenientes con las distancias.
Voy hasta donde la Panamericana desemboque
Norte o sur, la arteria del continente”.

Fue en la carretera, en Colombia mi tierra,
cuando de joven un automóvil arranco mi brazo.
Viajaba en el balde de una camioneta, el cuerpo al viento.
En tramos la carretera es más angosta.

A la sombra de un sombrero güero
esconde el mirar, al que le dicen Calavera
proveniente de Bogota, se alberga en San Juan de Dios.
Un centro de hostigamiento y usuras, cuenta él:
Pasada las cinco, las puertas del centro se abastecen de refugiados,
mendigos, deplorables figuras de miseria, adictos, malandrines
marginados por la insensibilidad humana.

Cuenta que en las noches, se escucha caminar a los ladrones
que se hospedan allí, el rechinar de las camas de media plaza
todos los que dormitan allí saben, que nada es seguro en la oscuridad.
Las pertenencias al tacto, no quitarse los zapatos,
y jamás emitir un ruido.
Los pasos se avanzan por entre la fila de camas,
A los iniciados, en su primera noche, son despojados de todo valor
Acurrucados en la amargura del aislamiento.
Violentados a la mezquindad de la calle.

Acusa a tres morenos de ser homosexuales, extorsionadores, rufianes
De cuchillo y poco conciencia, perdidos en sufrimiento
"No saben lo que hacen,
Ya no son más humanos
Obran por el mal".
Figuras de la noche, humos del vicio
Adiciones saciadas en sangre
En traición al hermano, amigo o Dios

La mirada despojada de emociones.
Un hombre andante,
sin camino sin voluntad

Acaso he pecado por nacer miserable.
Con la conciencia ebria de un padre abusador,
de una madre prostituida ante la insuficiencia.
Los hijos nunca conocieron del cariño,
fueron abortados como cachorros de esquina,
tuvieron de cuna un cartón.

La moraleja de la historia:
Que a las semanas de coincidir nuevamente con Calavera
El sombrero había desaparecido del albergue.
A la madrugada, sintió la presencia que lo saqueaba
Pero fingió dormir.



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