Gertrude Bell, a caballo, frente a las ruinas de una qubba en Duris (Líbano) en 1902 - Archivos de Gertrude Bell (Universidad de Newcastle) |
Pasajera a Teherán (Vita Sackville-West, 1926)
A Gertrude Bell se la ha etiquetado de muchas maneras, la reina del desierto como una especie de Lawrence de Arabia femenina, la noble dama, la reina sin corona de Irak, aventurera, pionera. Y lo cierto es que fue la primera mujer en hacer muchas cosas, la primera mujer en graduarse en Historia Moderna en Oxford (1896), la primera mujer en escalar el Gran Englehorn en los Alpes suizos (1904), la primera mujer en recorrer el desierto de Arabia (1914) y la primera mujer en cartografiar detalladamente Siria y otras zonas de Oriente Medio. Pero quedarnos con las etiquetas sólo restará importancia a la vida asombrosa de Gertrude Bell. Como tantas mujeres de su tiempo, Gertrude podía haber pasado desapercibida, se habría casado y la férrea sociedad victoriana la habría confinado a su hogar. Afortunadamente no fue así y quiso conocer el mundo, quiso adentrarse donde nadie se hubiera atrevido y esta extraordinaria voluntad hizo que fuese una excelente conocedora del mundo árabe.
Gertrude Bell, de picnic, con oficiales británicos y el rey Faysal de Irak en algún lugar del desierto de Arabia (1922) |
Gertrude Bell fue escritora, viajera, arqueóloga, arabista, funcionaria de alto rango del Imperio Británico (también la primera mujer en ostentar este cargo) y probablemente espía. Contribuyó con sus grandes conocimientos de la zona a favor del gobierno británico para que Arabia cayera bajo su influencia tras la desintegración del Imperio Otomano. Ya hemos hablado alguna vez del Acuerdo Syket-Picot, donde británicos y franceses se repartieron Oriente Medio con nefastas consecuencias hasta la actualidad. Gertrude Bell sabía del anhelo de los árabes de un estado unificado en Arabia y contribuyó a la creación de dos estados artificiales: Transjordania (luego Jordania) e Irak, en cuyos tronos pusieron a dos hijos del jerife de la Meca. Servirían como estados títeres del Imperio Británico y asimismo fragmentarían cualquier tentativa de unidad árabe. Tras la creación del estado, permaneció en Irak hasta su muerte. Creó lo que posteriormente sería la Biblioteca Nacional de Irak y el Museo Nacional de Irak, donde se encargó de recopilar y supervisar las excavaciones arqueológicas en Mesopotamia. Murió en Bagdad en 1926, de una sobredosis de somníferos, posiblemente por accidente. Tuvo unos funerales multitudinarios, quizás lo más apropiado para esta excepcional mujer.
En 2015, se estrenó una película, protagonizada por Nicole Kidman, que si bien no es perfecta, sirve para hacernos una idea de la interesante biografía de Gertrude Bell.
Trailer de La reina del desierto - Werner Herzog (2015)