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El futuro de la tierra, segun James Lovelock

El futuro de la tierra, segun James Lovelock


Malas noticias 
Por: Verónica Klingenberger 

Tiene cara de abuelito querendón pero cuando habla sobre el futuro, James Lovelock se parece al demonio mismo. Un demonio de 88 años reconocido como uno de los mejores científicos del siglo XX que afirma que el calentamiento global es irreversible y que lo mejor que podemos hacer es prepararnos para lo inevitable: la muerte de seis billones de personas y el inicio de una nueva era para la raza humana. ¿Estás preparado para seguir leyendo? 

 

El panorama es aterrador y demasiado cercano. Sequías, incendios forestales, inundaciones. El Sahara tragándose Europa. Países que desaparecen, ciudades que se vuelven océanos. Migraciones desesperadas. Guerras inevitables. Hambre, pestes, muerte. Humanos huyendo de su propio planeta como hormigas en manos de un niño cruel que les prende fuego. La tierra, según Lovelock, se está vengando. Y lo que hemos visto hasta ahora son solo los síntomas de un monstruo colérico y revanchista, que ya está hasta los huevos de nuestro pésimo trato. 

Hace 40 años, Lovelock publicó un libro hermoso y revelador que se convirtió en religión para los hippies, material obligado para todos los fanáticos del New Age, y en la burla de respetados científicos como Richard Dawkins –el autor de THE SELFISH GENE (EL GEN EGOÍSTA)– quien tildó su trabajo de “literatura pop ecologista”. El libro de Lovelock, una de las tesis científicas más respetadas hoy en día, bautizaba a la Tierra con el nombre de Gaia (la diosa griega de la Tierra), y afirmaba que nuestro planeta es algo así como un superorganismo vivo que se autoregula. ¿De qué se burlaba Dawkins? Muchos malentendieron el asunto. Lovelock sugirió que la vida misma crea las condiciones para vivir, lo que a algunos les pareció un credo peligroso, o una cojudez del tipo “Gaia siente, Gaia piensa, Gaia es producto de la mente de un viejo chiflado”. Pero no. 

Hace dos años, este científico inglés que vive en el suroeste de Inglaterra, en una granja rodeada de 14 hectáreas de tierra, publicó un tercer libro, THE REVENGE OF GAIA, pero esta vez, “the tough bitch”, como llama con cariño a la Tierra, habría cambiado de humor drásticamente. En una entrevista que le hizo Rosa Montero hace dos años para el diario El País, Lovelock lamenta ser el portador de tan malas noticias pero insiste en que alguien debe de cumplir con esa misión. Cuando la escritora le pregunta por el supuesto impacto que ha tenido el libro en la comunidad científica, Lovelock responde algo que enfría aún más la sangre: “tengo bastantes amigos en el campo de la ciencia, y especialmente dentro de los científicos del clima, que manejan los mismos datos que estoy manejando yo. Lo que pasa es que, al estar empleados, no pueden hablar claramente de estas teorías, porque si lo hicieran perderían sus trabajos. Pero han hablado conmigo y me han dicho que en cierto sentido, yo soy su portavoz. Están muy preocupados. Y su actitud respecto al libro que acabo de publicar es que, en todo caso, se queda corto. La situación es verdaderamente muy mala”. 

Ay, mi madre 

“Será una época oscura” dice Lovelock en su libro. Y ningún esfuerzo ecológico podría revertir lo que se nos viene. Quizás hace 50 o 100 años hubiera sido posible hacer algo, pero ya no. Por eso suele repetir la misma analogía en varias de sus entrevistas. Dice que lo que estamos viviendo ahora se parece mucho a una balsa llena de gente que navega tranquilamente hacia una catarata gigante sin saberlo. Ya no hay forma de remar contra la corriente. “No es el fin del mundo”, dice con incomprensible serenidad, “pero definitivamente es el fin del mundo tal y como lo conocemos”. Para que quede más claro: el planeta, por sí mismo, reencontrará el equilibrio así le tome millones de años. Lo que está en juego acá es el futuro de la civilización. 

Aunque parezca contradictorio, esta especie de profeta de nuestros tiempos no se lleva bien con los verdes. “Verde es el color del metal y la corrupción” le dijo con una media sonrisa a Jeff Goodell en un reportaje aparecido en la Rolling Stone el pasado 1 de noviembre. Según él, los verdes ignoran la ciencia y además la detestan, por lo que en muchas ocasiones entorpecen la tarea de personas que están realmente calificadas para prever y prevenir esto del cambio climatológico. Y no es que este abuelo sea el hueverto que detestaban los darwinistas en los 80, o uno de esos viejos en bata de laboratorio que se siente la última Coca Cola del futuro. Lovelock es respetado ahora por todos, y su historia no es poca cosa. Él fue quien creó el ECD, un detector de captura de electrones que tiene el tamaño de una cajetilla de cigarros y que es capaz de percibir residuos de pesticidas en todo el planeta. Ese dispositivo es tan fuerte que si derramáramos una botella de algún químico en una alfombra en Japón y lo dejáramos evaporar, el ECD sería capaz de detectarlo en Inglaterra una semana después. Fue por él que se descubrieron residuos de pesticidas en todo el mundo. Así que Lovelock fue el primero en advertir sobre la existencia de los CFC, los malditos clorofluorocarbonados que terminaron con el ozono. Su único error fue afirmar que los CFC no eran peligrosos para respirar, y no advertir que se estaban tragando la capa de ozono. Se rectificó pronto, aunque el error le pesa hasta hoy. 

Pero no todo esta perdido según “el profeta”. Ahora lo que debe preocupar a científicos, políticos, investigadores, inventores, verdes y no verdes, en fin, a todos los mortales, es buscar maneras de sobrevivir lo que se nos viene: “Hacia el final de este siglo, es probable que el calentamiento global haya transformado la mayor parte de la tierra en un desierto y en un descampado”. Para el 2100, estima que la población mundial pasará de los 6.6. billones de hoy a 500 millones, con la mayoría de sobrevivientes concentrados en las latitudes más alejadas del planeta: Canada, Islandia, Escandinavia y el ártico. ¿Y Latinoamérica? Pues ni idea, parece que para él ya desaparecimos porque no nos menciona, aunque todo apunta a que la salvación estará bien al norte. De todas formas parece que los antiguos peruanos la vieron mucho mejor que varios. Lovelock se pregunta por qué dejamos de adorar la Tierra, si dependemos de ella en todos los sentidos. “Creo que fue un gran error que el ser humano dejara de adorar la Tierra y empezara a adorar dioses remotos” dice, y pensándolo bien, quizás tenga toda la razón. 

Cómo podrían sobrevivir los humanos del futuro 



Por más apocalíptico que suene todo esto, no se trata ahora de irnos de farra y chuparnos todo lo posible antes de que las sequías nos den con palo. No. Para Lovelock, el hombre debe empezar a preocuparse por cómo afrontará la oscura era que se viene. Mismo héroe de película de ciencia ficción, propone cinco formas de supervivencia para aquellos humanos que resistan la ira de Gaia y encuentren refugio en los países que ya mencionamos: 1. Desarrollar plantas de desalinización para poder beber el agua de los océanos cuando todos los bidones del mundo se sequen. 2. Crear comida sintética para sobrevivir cuando el 80% del planeta sea un desierto. Un sustituto de la carne llamado “Quorn” ya está disponible en Inglaterra y desde hace poco también en EE.UU. 3. Prepararse para el caos. Bangladesh, Miami y otras regiones de la costa desaparecerán y millones de personas migrarán a las zonas nórdicas. Las ciudades más inteligentes deberán preparar sus hospitales y almacenar sus alimentos. Las más estúpidas tendrán que lidiar con el caos, las guerras y la muerte de millones de personas. 4. Reordenar el clima. La única propuesta científica que tiene Lovelock por el momento es la de incrementar el plancton en la superficie marina a través de miles de pipas sumergidas en el fondo del mar, donde se concentra la mayor parte de estos organismos. Eso ayudará a enfriar el planeta. 5. Ni la energía solar ni la de los molinos de viento podrán hacer que ciudades como Nueva York o Londres subsistan. La única energía que tenemos hoy para ello es la nuclear. Este último punto ha sido severamente cuestionado, pero para él “la única fuente suficiente que puede proporcionar electricidad y alimentos y calor a los supervivientes en su retiro ártico es la energía nuclear”. Que Dios, perdón, Gaia nos ayude.


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