(Ilustración de Alicia en el País de las Maravillas en la que se ve un dodo) |
Esta ave era endémica de las islas Mauricio gracias a la falta de depredadores terrestres. Su peso y sus capacidades físicas no le permitían volar, pero el hábitat de las islas era muy favorable para su proliferación. Según parece, la llegada del hombre cambió el entorno, acabó con ciertas zonas naturales y llevó a las islas nuevos animales que hicieron que el dodo se extinguiera.
A finales del siglo XVII ya no había dodos vivos. Pasado algo más de medio siglo, tan sólo había un ejemplar disecado. El dodo no huía de los humanos, por lo que no servía como presa para la caza, y su carne no era apreciada, por lo que no generó interés en el ser humano. Aunque parezca irónico, esto eran malas noticias para la especie.
Como decía, quedaba a mediados del siglo XVIII un ejemplar disecado, que bien conservado nos podría haber permitido conocer de primera mano al dodo. Pero acabó en el fuego. En el museo Ashmolean, en Oxford, se conservaba aquel último representante. El director del museo, en torno a 1755, decidió que la reliquia de la naturaleza que era el dodo del museo estaba muy deteriorada por culpa de las polillas y la echó al fuego. En lugar de intentar salvar al último dodo que quedaba, lo quemó. Quizás podría haber hecho algo para restaurarlo. En descargo del director, supongamos que él no sabía que lo que destruyó era el último ejemplar de dodo que quedaba en el mundo, aunque fuera disecado.
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