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Lo no admisible acaba llegando y entonces el gesto compensa apenas un instante la obtusa realidad.



La pintura histórica fue una tendencia artística casi en el último tercio del siglo XIX en España. Los pintores buscaban el éxito en los certámenes que primaban un estilo historicista que, por entonces, realzaban aún mucho más el hecho artístico. Uno de esos pintores lo fue Manuel Gómez-Moreno González. De origen granadino, comprendió que su ciudad tenía los ingredientes idóneos para plasmar en un lienzo el impacto legendario más romántico y más lleno de color que pudiera encontrar en la historia. En el año 1880 compone su obra Salida de la familia de Boabdil de La Alhambra. La historia nos cuenta sucesos y vivencias de los pueblos y de los seres humanos que los representan. Ellos son los protagonistas que, de alguna forma, producirán con su vidas ese reflejo inspirador de los instantes que determinarán luego la vida y los momentos más trascendentales de la historia. Serán unos polichinelas entre las sinuosas aguas del cauce misterioso de los grandes acontecimientos. Cuando la guerra de Granada llegara a su fin en el año 1490 con la rendición de El Zagal, tío de Boabdil, que se había refugiado en Almería, al año siguiente los Reyes Católicos sólo se limitaron a asediar la fortaleza de la Alhambra en Granada, en donde Boabdil, el último descendiente de la dinastía nazarí, continuaba inútilmente resistiendo. Con el tratado de Granada de noviembre de 1491 se establecieron ya las condiciones de la capitulación. Dos meses después, el último rey de Granada abandonaba el palacio granadino para siempre. El pintor español reflejaría en su obra artística un momento muy inspirado, ese instante estético clarificador que todo creador buscará en su intuición para poder plasmar una emoción estética en una obra maestra. Es el secreto artístico decisivo para compendiar, con él, todo lo que pueda demostrar aún más aquel sentido estético tan definitivo. 

Porque pocos años antes no se podía imaginar que ese acontecimiento tan definitivo pudiese llegar nunca a suceder. Sobre todo para Boabdil, que había sido engañado antes sutilmente por las fuerzas cristianas en Lucena, durante la primavera del año 1483. Entonces había sido capturado él, pero las fuerzas cristianas lo liberaron a cambio de un rescate y de una promesa de vasallaje, lo cual había sido una costumbre entre ambos bandos contendientes durante siglos. Pero, Ahora, los Reyes Católicos no estaban por hacer lo mismo de siempre. Era más inteligente liberarlo que no hacerlo, ya que el reino nazarí estaba entonces muy dividido entre Boabdil y su tío el Zagal, un hermano del anterior sultán granadino, el rey Muley Hacén, destronado por Boabdil un año antes. Esas luchas internas granadinas favorecerían a Castilla, así que liberar a Boabdil era una estrategia en la determinación de obtener la rendición total de Granada tiempo después. Sin embargo, para nada el joven rey pensaría entonces que las cosas fueran a dirigirse por ese trágico y definitivo camino. No era pensable para él ya que, si había sido liberado, qué sentido tendría no mantenerlo como un reino vasallo más, lo que había sido desde siempre una costumbre. Pero, las cosas no permanecerán ya como siempre, y lo no admisible una vez dejará así de serlo para transformarse, ahora, en una mueca trágica ante los acontecimientos irremediables de una senda histórica tan insoslayable. Para la composición de su obra histórica, Gómez-Moreno decide situar la escena pictórica a las puertas de las estancias reales del palacio granadino. Entonces, el cortejo privado de Boabdil marchará aún por la estancia engalanada hacia el patio de Comares, donde ahora sus sirvientes esperan el momento de partir, ese histórico momento en el que la familia real dejará la Alhambra granadina para siempre.

Pero son los gestos ahora los que el pintor decide componer en su obra con la vinculación psicológica de los personajes conocidos de la historia. Y el instante reflejado en la escena histórica abundará ahora en tópicos o mitos o semblanzas que, sobrepasados, alcanzarán a reforzar el sentido más romántico de la historia. Pero, sin embargo, el artista español consigue hacerlo con credibilidad estética, su Arte lo llevará a convencer iconográficamente lo que, históricamente, nunca sabremos de cierto en un momento como lo fuera ese. Ahora, el principal protagonista de la historia granadina no se verá siquiera claramente. Porque la figura principal de la obra de Arte, la personalidad que, hierática y enhiesta, abandona solemne ahora la estancia no es Boabdil sino su madre, la princesa Aixa. Ella es la que dirige una mirada despreciable a los que, según ella, no supieron defender a su hijo con todo el esfuerzo o la inteligencia debidas. Su hijo, el joven Boabdil, está ahora de espaldas, abrazando así a uno de sus fieles servidores de palacio. Para la representación histórica, la fidelidad de la historia es ahora lo de menos. ¿Cómo si no se puede hacer una escena para que el mensaje artístico obtenga una gratificación tan estética? Cuando la historia tiene que ser representada en un solo instante, lo que una pintura consigue hacer sólo en un único momento estético, deberá elegir la emoción ante cualquier otra cosa relevante, y ésta, sin embargo, puede darse incluso aunque no sea más que una tendenciosa forma de hacer historia, porque, ahora, ¿qué nos dice que no haya sucedido eso mismo, aunque no sea para nada algo muy vinculante con la realidad psicológica de los personajes? La emoción estética cumplirá casi siempre con dos realidades artísticas inevitables. Primero que justificará artísticamente la escena histórica, y, segundo, que nos llevará a reflexionar sobra la debilidad o la fortaleza de los personajes retratados. Pero, también, conseguirá otra cosa, la más importante: que nada de lo sucedido es ni más ni menos relevante que la propia vida, sino tan solo ahora una mera circunstancia estética más en la oscura e insignificante estela de los acontecimientos.

(Óleo La salida de la familia de Boabdil de La Alhambra, 1880, del pintor español Manuel Gómez-Moreno González, Museo de Bellas Artes de Granada.)



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