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LUCY CONTABA UNA HISTORIA SOBRE UNA MANTIS ATERCIOPELADA





Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía.

(Derechos de autor, protegidos)





La cabaña se erguía solitaria y modesta a la entrada del maizal, rodeada de árboles frutales, y destinada al cobijo de la pareja de guardianes. Doña Flor y su esposo Don Pedro debían hacer un largo viaje al pueblo a realizar unos trámites y comprar provisiones. Aunque muy preocupados por los últimos extraños acontecimientos, debieron dejar a sus dos pequeños hijos.

-Carlitos, cuida de tu hermanito, y por ningún motivo, pase lo que pase, salgan en la noche.

Arturito, el más pequeño padecía una rara e incurable enfermedad neurológica que paulatinamente había ido minando su sistema nervioso acarreándole una atrofia muscular en los miembros, que le impedía moverse con autonomía.

La noche cayó con su negrura propia de la estación. Los tallos y hojas de maíz apenas si eran siluetas negras bamboleándose movidas por el suave viento nocturno.

A oscuras, ambos hermanitos decidieron otear por la ventana. Carlitos arrastró a su hermanito, y juntos estuvieron mirando el exterior esperando que el tedio les arrullara y provocara sueño. Así pasaron unas horas hasta que fueron asaltados por aquella visión que hacía varias noches vieran en compañía de sus padres.

Como en las veces anteriores, esa luz azulina se posó sobre el maizal. Igualmente, cuando el resplandor menguó, se hizo visible la forma ovalada de aquella enorme cúpula metálica con numerosos ventanales circulares emitiendo lucecitas verdosas desde su interior. La noche parecía ser cómplice ideal para la portentosa aparición. Igualmente, desde la parte inferior de aquella cúpula empezó a brotar una tenue neblina, pero esta vez venía a la par con unos chasquidos.

¡Tshk! …¡Tshk! …¡Tshk! y unos rayos chispeantes marcaban su trayectoria como latigazos en el aire. La neblina fue extendiéndose y desbordando el maizal, acercándose cada vez más hacia la cabaña. Los ¡Tshk! …¡Tshk! …¡Tshk! Se escuchaban cada vez más cercanos, al igual que los pequeños chispazos.

Los niños atónitos observaban inquietos el espectáculo. A diferencia de las veces anteriores, esta vez el fenómeno se estaba acercando, y ya casi estaba en la reja que separaba el patio de la casa, de la plantación de maíz.

Ambos hermanitos estaban aterrorizados, mas, no querían o no podían dejar de mirar los extraños acontecimientos, casi ni parpadeaban.

Esta vez ocurrió algo diferente: a cada chispazo se materializaban unos seres grises, muy altos y espigados, con rostros insectoides similares a las mantis…Parecía que buscaban algo. Así como se materializaban, así también desaparecían, pero más chispazos volvían a materializarlos cada vez más cerca de la cabaña. Cuando llegaron a la puerta, Carlitos, en estado de pánico, corrió a ocultarse debajo de una tarima, dejando a Arturito inmóvil ante la ventana. Los ¡Tshk! …¡Tshk! …¡Tshk! Resonaron dentro de la cabaña y los chispazos materializaron a dos de los insectoides en el interior de la habitación. Carlitos, con los ojos empapados en llanto se enforzaba en no hacer el menor ruido posible, pero vio como los insectoides levantaron a su hermanito y se lo llevaron, Arturito parecía haber quedado dormido en sus brazos.

Gimoteando y moqueando, Carlitos salió de su escondite con una mezcla de pánico y sentimiento de culpa por haber abandonado a su hermanito menor.

Nuevamente los ¡Tshk! …¡Tshk! …¡Tshk! Y los chispazos que volvieron a materializar a los insectoides. Esta vez vinieron por él… Cuando lo levantaron en vilo quiso gritar, pero se dio cuenta que no podía emitir sonido alguno. Más y más chispazos lo enceguecieron. Al recuperar la visión se dio cuenta que estaba boca abajo en una camilla, y a su costado, en otra camilla estaba también Arturito dormido boca abajo…Con esa visión perdió el conocimiento.

Al cabo de unos días cuando volvieron Doña Flor y Don Pedro hallaron a Carlitos y Arturito correteando y jugueteando por el patio.

¿Qué había ocurrido?

- ¡Carlitos! ¡Arturito! ¿Qué pasó? – La pregunta aludía claramente a por qué Arturito Estaba correteando como un niño sano…

Los niños corrieron a abrazar a sus padres, mas, no hubo respuestas. Ambos habían olvidado por completo lo ocurrido aquella noche; adicionalmente también se les había borrado todo recuerdo sobre la enfermedad que aquejaba a Arturito. Para ellos, siempre habían correteado y jugado juntos.

Cuando su madre fue a bañarlos, descubrió que ambos tenían dos pequeños piquetes en la zona lumbar de la columna.




(Pieza única. Año 2017. Medidas: 80 X 57 cms. Precio $.600 dólares americanos)





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