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El inciensero loco

En los años de bohemia tantee la técnica escultórica, y aprendí que igual que dibujas, esculpes. Con sus mismos defectos y dejes, porque el modelo al que le quitas las rebabas es el mismo que tienes almacenado en la cabeza. Si no sabes dibujar no sabrás esculpir, y viceversa. Aun más, en el dibujo puedes echar mano a muletillas y filigranas resultonas que en la escultura son más difíciles de reproducir.

En aquellos años realicé una obra con masilla de modelaje Sculpey (esa plastilina que se cuece en el horno). Se trataba de un «Inciensero loco». «Inciensero» porque detrás tenía una cavidad donde poner el incienso, y a través de unos conductos el humo le salía por la cocorota, como si fuera producto de un pensamiento excesivamente denso. «Loco» porque quería asemejarse al sobreretero de Alicia (pese a carecer de sombrero), por su atuendo de pobre victoriano, proyección onírica entre Friedrich Nietzsche y mi padre rumiante, bigotudos los dos.

El resultado no fue desastroso, pero otra vez caí en los mismos fallos que al dibujar (aunque algunos quieran llamarlo estilo). Una exudación artística que con el tiempo devino trasto, y como cualquier trasto terminó en la basura tras una de tantas mudanzas.

Ahora, años después, he retomado la senda del escultor, pues el volumen otorga más realidad a las creaciones, y como buen aprendiz de mago, el objetivo del hechizo es dotar de vida a tus criaturas. «4 gats» (4 gatos) he llamado a este banco felino compuesto de 4 reproducciones en cemento de una esfinge gatuna. «Nocte libertas felis obscurior non est» rezará la madera, mientras los ojos cristalinos de estos vigilantes observarán el valle en la silenciosa noche grillada.

Esta vez he aprendido que todo es más laborioso y complejo de lo que parece en un principio. Que para aprender a esculpir hay de aprender a dibujar. Que para aprender a dibujar hay que aprender a observar, y practicar mucho.

Lejos queda aquel «Inciensero loco», o el maltrecho «Prometeo», hijos de la fogosidad e ímpetu juvenil. Los «4 gats» son producto de la constancia y paciencia de la madurez. Algo de bueno tenía que traer consigo.



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