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tan cerca del sueño




Una niña camina por un bosque. Dos mujeres vestidas de gala esperan en un bañado. Se ve a un tercer personaje en un cruce de caminos. Hay más imágenes. Todas son poderosas. Todas se vinculan por un aire enrarecido: no se puede distinguir el tiempo ni el lugar, los colores son levemente trastornados. Son, como define el artista Pablo Bielli, ficciones anacrónicas. Son en sentido estricto fotografías, pero lo pictórico, es decir, la intervención posterior en coloraciones y texturas, las vuelve obras únicas, imágenes que escapan de la verdad fotográfica para instalarse en el territorio del sueño, de la ficción, de la fábula.
Ficciones anacrónicas abre con 'Ceriña', la imagen de una niña que camina en un bosque, que no es en este caso una niña anónima, sino que se trata de la pequeña hija del fotógrafo, así como los restantes protagonistas de las imágenes son familiares directos o amigos muy cercanos. Hay, en esta decisión de cercanía, una evidente comunión en el juego, en la intimidad de retratos que planeó para desarrollar una técnica de la que no hay muchos antecedentes en Uruguay.
La serie de obras que se exponen en Fundación Unión fueron realizadas en su totalidad en los últimos meses, en el cruce de dos proyectos diferentes que encontraron en la nueva serie una formulación más o menos inesperada: por un lado, el libro Anacrónicos y solos (proyecto que ganó un Fondo Concursable y está en desarrollo); por el otro, la serie Ficciones anónimas (intervenciones manuales en fotos del archivo del fotógrafo, trabajo del que existe un registro en video en la plataforma Slideluck). Bielli hace en cada obra, con la colaboración de Darío Invernizzi, impresiones digitales sobre algodón hahnemuhle, y luego de entelar interviene las imágenes manualmente con tinta, pintura, betún o barniz. Una tarea que –según cuenta– le insumió mucha dedicación y rigor en el cuidado de la imagen esencial, la fotográfica, dada la fragilidad de la obra durante la intervención manual.

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¿Cómo se genera el concepto de la serie Ficciones anacrónicas?
Pablo Bielli: Está fuertemente ligado al proyecto del libro Anacrónicos y solos, que arrancó en 2015, cuando sentí la necesidad de trabajar sobre la soledad, de pensar cómo nos sentimos fuera de un tiempo y un espacio específicos, de entender y sentir que siempre –en el fondo– estamos solos. De ver cómo día a día tenemos más tecnología que facilita y democratiza la comunicación, y al mismo tiempo cada vez nos vemos menos, nos abrazamos menos, nos hablamos menos en el cara a cara, y hasta nos convencemos de que estamos militando por una causa justa, detrás de una pantalla, sin siquiera darnos cuenta de que el espacio de confrontación real es cada vez más pobre y envejecido. Me pareció interesante mezclar todas estas ideas, y las imágenes en las que trabajé, con técnicas de intervención que había probado en Ficciones anónimas.

De modo que viene a ser la síntesis de dos trabajos diferentes.
P.B.: Lo interesante fue que esta impronta de mezclar dos trabajos que son inconclusos, en los que estoy en proceso de elaboración, me dio la libertad de hacer un corte y mostrar parte de ellos. También me permitió ver el asunto de una manera diferente. Por un lado, separé versiones distintas de uno y de otro; por otro, tomé distancia y me sentí libre como para volver a versiones de una misma imagen pero con una impronta distinta. Así fue que, a pesar de haber hecho un montón de bocetos dibujando y luego en papel fotográfico, en muchas de las obras no me respeté a mí mismo y terminé haciendo otras cosas que no eran lo proyectado. Esto pasó, más que nada, porque el algodón es más delicado y me iba devolviendo reacciones distintas de las que podés obtener trabajando sobre papel.

¿Cómo fue el proceso de trabajo, de creación de las imágenes y de la posterior intervención sobre algodón hahnemuhle?

P.B.: Aunque había hecho algunas pruebas, no conocía a fondo cómo se comportaba y de qué manera reaccionaba para cada tinta, pintura, betún o barniz que le aplico. Hice muchos trabajos en pequeña escala, sobre papel fotográfico, solamente que en esta serie me enfrenté a un material diferente, lo que me llevó a ser extremadamente cuidadoso. En cuanto a las imágenes, la mayoría de ellas las fui haciendo durante el año pasado, así como dibujos y bocetos de vestuarios y locaciones.

En las composiciones se advierten escenas en suspenso, gente en espera, puntos de inflexión, incluso acciones en transcurso. ¿Qué tipo de imágenes buscabas y cuánto hay de onírico en las elecciones que hiciste?

P.B.: Las imágenes que están ahí vienen de historias que voy construyendo. Todos los personajes son creados, primero a lápiz y papel, dibujos, garabatos y cosas escritas. Algunos son apuntes a partir de historias o relatos que escuché, de cosas que viví o soñé, durante muchos años. Luego, y gracias a la ayuda de Claudia Copete [de la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático] y Marcelo de los Santos [del Teatro Solís], me puse a hurgar en los depósitos o lugares de guarda de estas instituciones. A partir de que fui encontrando los vestuarios adecuados para los personajes, me puse a buscar locaciones y actores para luego realizar las tomas. Pero las imágenes vienen de ahí, de esas construcciones que voy generando, en las que voy hurgando, interviniendo, destruyendo y volviendo a componer con la edición, cuando se juntan dos o más imágenes que dialogan entre sí, o cuando se ensamblan dos o mas imágenes intentando contar e incomodar en algún sentido.

¿Cómo juegan estas obras en tu trayecto como artista? ¿Qué momento sentís que estás viviendo?

P.B.: Siento que voy caminando por los lugares que me dan placer, que es básicamente lo que busco en el arte, y en la fotografía en general, desde que tenía 17 años, que fue cuando empecé. Busco estar bien conmigo mismo, divertirme, sentir que logro comunicar lo que me propongo, cuestión que no se hace siempre fácil y que cuando lo logro me genera un estado de gozadera, en la intimidad más profunda.

¿Cuánta es la necesidad de generar ficciones, de poner la marca personal?
P.B.: Entiendo que muchas veces la realidad supera la fantasía. De hecho, las obras que pertenecen a la serie Ficciones anónimas parten de capturas de la vida real, realizadas durante una nota, pero la nueva serie, la “anacrónica”, está totalmente ficcionada y creada a partir de estas historias que voy construyendo en mi cabeza. En gran parte me apoyo en la intervención para romper con la armonía del blanco y negro, con la belleza tonal que este lenguaje supone. Por otra parte, me preocupo siempre de que la imágenes tengan valor estético en sí mismas, más allá de cualquier tipo de impronta gráfica o de color que desarrolle encima de ellas. Es más: ya he usado la misma imagen, en trabajos que pertenecen a épocas diferentes, en dos o tres versiones distintas: intervenida, en blanco y negro, o en sus colores naturales.

((artículo publicado en revista CarasyCaretas, 04/2017)) 



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