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El término pasión en el periodismo

Del corresponsal de guerra: ¿juglar, héroe o estúpido?
Por: Andrés Arévalo González



Manuales, guías y teorías sobre cómo hacer periodismo abundan en el mundo en forma de consejos, enfoques, direcciones, racionamientos. Nada de lo anterior desmerita el trabajo de aquellas personas que han intentado
aclarar el panorama para que nuevos individuos interesados en exponer y
explicar (sobre todo esto) la verdad de una realidad cambiante, puedan pensar de
manera transparente y sacar partido de situaciones complejas, tales como ser
corresponsal de guerra, o qué decisión tomar a la hora de elegir entre dos noticias en el
mismo lugar. Sin embargo, cuando el periodista se encuentra inmerso en una
complejidad de hechos que pone en tela de juicio sus conceptos sobre qué hacer,
todo parece tomar un rumbo distinto. En momentos de tensión el periodista debe
entonces luchar con sus pensamientos, contener sus emociones e intentar ser lo
más objetivo posible, y digo lo más objetivo posible porque la objetividad no
existe, es más bien una necedad, como lo explica Poe en una sus Narraciones
Extraordinarias bajo las deducciones del detective Dupin, al explicar que “puede
apostarse que toda idea pública, que todo convencionalismo admitido, es una
necedad, porque ha convenido a la mayoría”.

También existe un término llamado realidad en el que convergen las opiniones y estudios de muchas personas para debatir sobre qué es
lo real y qué no, y esto es la suma de todas las convenciones, por ende todo
lo que esté dentro de este marco es
real, tangible, y racional. Si la realidad es la suma de convenciones y esa
suma de convenciones son resultados de diversas realidades humanas que se
pueden percibir en el mundo material, entonces,¿ dónde quedan las realidades
individuales?, ¿acaso el mundo particular no es real?, sólo podemos ver lo que
ven los demás y en ese sentido esa realidad es la válida? Sobre este asunto se
manifiesta Estanislao Zuleta: “si el criterio de la verdad es la
experiencia, la verdad no entra en contraste con nada; puesto que todo el que
afirma algo lo afirma con relación a su experiencia, y con relación a su
experiencia es cierto. Y no puede haber tampoco relación de una cosa con otra
cosa, porque sería remitirse a otra experiencia, desde la cual se puede ver el
problema en otra forma, y con relación a ella también sería cierto. Entonces,
¿dónde queda el error?”. Según
esto, hasta qué punto la realidad y la voluntad del periodista tienen validez,
y hasta qué punto la realidad, las presiones de su medio, su editor, su jefe de
redacción y todas sus pasiones lo impulsan a tomar una decisión que lo puedan
llevar a la guerra o a contener sus emociones como periodista? ¿Es enfermedad
esta pasión que engañosamente se disfraza en una profesión? ¿Es valentía ir a
la guerra e informarle al mundo lo que sucede? ¿Es cobardía no ir a la guerra?
Veamos estos juegos de intereses.

El periodista no es un ser inmortal por su cualidad “fría” a la hora de permanecer distanciado de los hechos, toda esa perorata de que tiene que estar siempre en el lugar de los hechos es una generalización que no puedo
soportar, y lo digo porque muchos periodistas mueren por su pasión a la profesión:
ya sea cubriendo una guerra o haciendo el seguimiento a una persona peligrosa.
El periodista pues, peca en el peor de sus errores, como casi todos los grandes
personajes de la historia, y así como Buda murió intoxicado por un trozo de
carne de cerdo después de haber hablado sobre liberarse de todo lo material,
así como Nietzsche terminó convertido al cristianismo después de blasfemar
contra él y reducir a Dios al pensamiento humano, así como Jung terminó
afirmando que él era el Cristo ario, así pues, la mayoría de los periodistas
terminan pecando en un craso error, como lo dice el dicho popular: “el pez
muere por la boca”. Es cierto que aquella persona que se dedique al periodismo
debe tomarlo como cosa seria, claro, como en todo, y debe estar CASI siempre en el lugar de los hechos. ¿Por
qué digo, casi?, porque la persona que decida sumergirse en una situación que
tiene todas las probabilidades de que muera en el intento tratando de presentar
el informe, es un enfermo, eso es pasión, y si nos remontamos a la época
clásica, podemos encontrar que el término de pasión es el pathos, un término que propuso Aristóteles para designar al manejo
emotivo que se le podía aplicar a una persona conmoviéndola con razonamientos,
todo esto para disuadir. El periodista por lo tanto, debe ser una persona que
sea capaz de estudiar a su objeto de interés, de manera cercana y lejana, y
filtrada por una continua reflexión sobre las posibilidades que tiene de morir,
ésta profesión sin duda alguna, es una de las más arriesgadas que existe, es
todo un reto. ¿Por qué es pecado que el periodista muera en un cubrimiento
noticioso?, sencillamente –y sólo en este sentido- porque la mayoría de los
reporteros muertos sabían que no tenían la mínima posibilidad de salir vivos y aún
así, eligieron entrar en el lugar para morir, eso es pasión, es un hedonismo
puro, eso es morir por lo que los hace feliz, y eso mismo es atentar contra la
profesión con la que se jactaban de mantenerse a raya con las emociones.

Algunas disciplinas como: la antropología, la sociología y la psicología, entre otras, proponen que el sujeto que investiga se mantenga alejado del objeto de estudio, hablando en sí del
método cuantitativo; y si nos remitimos
a áreas de estudio de carácter cualitativo nos percatamos de la cercanía que
existe entre el sujeto y el objeto. Estos métodos de inmersión son de gran
ayuda para el reportero, ya que permite ahondar en aspectos en los que uno de
los procedimientos deje dudas sobre el tema de investigación. Hoy en día lo que
parece importarle a los medios son las noticias numéricas: que cuántas personas
murieron, que cuánto dinero se dilapidó en el gobierno, que cuántas hectáreas
de bosques fueron consumidas por un incendio, todo esto tiene su valor, le
agrega dimensión al hecho, sin embargo en ciertos temas es necesario hacer
investigaciones de carácter cualitativo puesto que permiten conocer y acercarse
a la comprensión de los significados que un determinado grupo de personas le da
a sus acciones, todo esto resumido por Jensen y Jankowski,( estudiosos del área
de los métodos cualitativos y cuantitativos en la comunicación de masas) en un término
alemán conocido como verstehen, que
significa comprender.

¿Por qué hablo de los métodos de investigación utilizados en las labores periodísticas?, porque por ese mismo motivo se influencian en cierta medida los reporteros para llegar al punto de morir por su profesión.
Aunque debo confesar que si bien resulta desafiante decir lo que estoy diciendo
porque el periodismo es una profesión que es para morir (pero no en el sentido
trágico), como lo dice Juan Luis Cebrián, periodista y escritor español, "vivimos nuestro quehacer con la
convicción de que es algo destinado a morir al ocaso y renacer de nuevo al
día", es una práctica que exige de criterios, análisis y permanente
reflexión para saber qué hacer en el siguiente movimiento, no promuevo al ser
humano frío y calculador, sino al apasionado analítico, ojo, estos son “juegos
del lenguaje” y son términos totalmente distintos, que a su vez difiere de la enfermedad del
apasionado puro, que no es más que una obstinación de una persona impulsiva.

Cebrián, el autor deCartas a un joven periodista, dice que la educación y la decisión de dedicarse a una profesión “depende tanto de
las habilidades naturales como de las circunstancias que a uno le rodean”, esas
circunstancias que ejercen cierto poder de influencia en las determinaciones
como para elegir una profesión, son las que se deben tener en cuenta bajo un
análisis también a la hora de hacer un cubrimiento noticioso.

El término reportero viene del francés réportere que significa “el que indaga”. Cebrián utiliza una pregunta para explicarle a su amigo imaginario, Honorio, qué debía tener para ejercer el periodismo: “pregúntate mejor si eres curioso, impertinente, si te
interesa lo que te rodea, si quieres averiguar el por qué de las cosas”. Así
mismo el autor utiliza una designación voyeur para convencer a Honorio: “mírate
al espejo y responde: ¿es para ti eso más importante que nada? ¿Más que el
dinero, la familia, la salud y la tranquilidad? ¿Disfrutas mirando? Entonces
eres un periodista”. Como el reportero es aquel que indaga para saciar su
curiosidad es por ende un voyerista, porque se da el gozo de ver, sin embargo
hay que hacer la distinción: el periodista no se queda sólo con ver y saber,
sino que utiliza el resto de los sentidos, ver es entonces, con los cinco
sentidos. Así mismo, lo corrobora Cebrián refiriéndose a que el “periodista
necesita ejercitar el previo deseo de conocer, y en eso se asemeja a los
filósofos, pero igualmente ha de sentir la necesidad de contar las cosas”, así
que yo lo llamaré voyerismo pragmático.

Un ejemplo de ese voyerismo pragmático, que he designado, sucedió con el periodista Tareq Ayyoub –y aquí fundamento el por qué su pasión profesional lo llevó a realizar su propia acta de defunción- , corresponsal
palestino para la cadena árabe Al Jazeera-. El 8 de abril de 2003, tras la llegada de los
marines estadounidenses con la misión de “liberar al pueblo iraquí” de Saddam
Hussein, las tropas gringas bombardearon Bagdag, uno de los blancos fue la
cadena de televisión árabe, según informó Abdul-Hadi, colega del periodista
fallecido. Ayyoub, había decidido quedarse en el lugar de los hechos para
mostrar junto con sus compañeros la realidad por la que estaba pasando Irak. Cortinas de polvo que cubrían parte de la ciudad
era el escenario principal.

¿Fue correcta la decisión de Ayyoub al quedarse en Irak pese a las amenazas con antelación, -y por cierto sinvergüenzas- del gobierno norteamericano?, ¿pudo el reportero haberse ido del lugar del bombardeo o del
país para salvar su vida?, ¿hasta qué punto un periodista puede exponer su
existencia?

Retomando el término voyerista, si le echamos una mirada al psicoanálisis freudiano vamos a encontrar que todo acto consciente o inconsciente se ve reflejado por un impulso puramente sexual, Freud lo encasilló en un
eufemismo llamándolo “pulsión”. Todos los seres humanos y la civilización misma
están basados sobre el placer, y así mismo entonces, muchos de los periodistas
tenemos placeres en común según sean nuestras preferencias en los campos de
acción, ya sean: radio, televisión, medios escritos, dispositivos electrónicos
y digitales.

Freud también hablaba del Yo, que era el resultado de la mediación entre el Superyo y el Ello, su tarea es la auto conservación del individuo, el Ello es la forma más primitiva de impulso sexual en la que se
encuentran: el hambre, el sexo y la agresión, y el Superyo se resume como
convenciones sociales, normas o valores morales establecidos que contenían la
violencia del Ello. En El malestar en la
cultura, Freud habla básicamente
sobre el esfuerzo que tiene que hacer
cada individuo para reprimir sus impulsos primitivos (Ello) y así contribuir a
la supervivencia de la civilización, por lo tanto, todo individuo se siente en
cierta medida reprimido. Estos sermones
pueriles sobre psicoanálisis que describo son para fundamentar el
comportamiento de un individuo dentro de un contexto social como el presente,
un mundo donde las relaciones de poder
terminan siendo vasos de agua con agujas infectadas, y así como el poder genera
conocimiento así mismo reprime, y estos efectos que se concentran en los
poderes son los que se deben temer, según expone Webber , “el Estado es aquella comunidad humana que
ejerce (con éxito) el monopolio de la violencia física legítima dentro de un determinado
territorio", una realidad comparable con la del gobierno
norteamericano.

Para que un ser humano actúe de una manera determinada es necesario un contexto y su relación con él. Los dos son modificados.

Una acción viene de una pulsión (ya mencionada en el psicoanálisis), esa pulsión llamada eros se representa en las determinaciones del individuo, así que la decisión que tomó el periodista árabe de quedarse en la ciudad fue
una lucha de intereses. Los intereses de Ayyoub eran meramente comprensibles,
su pueblo, su gente, su cultura, estaban en peligro de los imperialistas
cobijados por los no menos poderosos gobiernos de Reino Unido e Israel. La toma
de Iraq fue un arranque sustentado con fines “libertarios” para tumbar al
“régimen” de Saddam Hussein. La mayoría de los iraquíes no tenían para dónde
ir, además su dirigente se había refugiado y las fuerzas militares no se veían
por ninguna parte; la imagen: calles truncadas
por un desierto baldío y calcinante con personas horrorizadas, otras en
sus casas. Periodistas con la mentalidad
de Ayyoub, se quedaron para transmitir las 24 horas de aquello que acontecía
fuera de su cadena de televisión, la realidad retratada bajo niños llorando a
sus familiares muertos, las mujeres desgarradas en llanto por la pérdida de sus
hogares y esposos y miles de pilas de cadáveres en las calles eran repetidas
continuamente. La razón de la estadía de los periodistas más allá de huir por
sus vidas: querían ver y hacer algo por su país (voyerismo pragmático), así que
intentarían luchar mediáticamente con cadenas de televisión como la BBC (de los
ingleses) y Fox (de los gringos).

¿Por qué una persona decide quedarse a defender a un país más allá de ser o no nacionalista?

¿Por qué una persona expondría su vida a la muerte en una guerra para mostrar los sucesos, en vez de huir, a sabiendas de que las emisiones noticiosas van a ir a muchísima gente que no conoce, con la que no ha
cruzado palabra y con la que está distanciada miles de kilómetros?

¿De dónde viene esa calidez humana para luchar por algo llamado justicia?

¿Será la naturaleza del ser humano buscar la justicia, o es simplemente una consecuencia de seguir una profesión como la es el periodismo, es una unión de las dos cosas, o es una estupidez luchar por alguien a quien no
se conoce?

¿Hasta qué punto el fin justificará los medios, o hasta qué punto los medios para un fin?

Estas acciones que cruzan el límite de la objetividad que propone el periodismo tiene su alcance hasta la esencia misma del ser humano, y es que como lo dije al principio, el periodista no es un dios, también le da
hambre, tiene esposa e hijos, caga, sufre, siente despecho y hasta pasión por
una nación en la que se crió y en la que se le ofrecieron algunas
oportunidades, y en la que se le negaron otras, que por luchar por esas
oportunidades quiso defender a las personas necesitadas que en los países
siempre son la mayoría (o por lo menos los del tercer mundo). Todas estas
conexiones que establecen los seres humanos, que llaman valores, están
identificados plenamente por intereses, lo que Friedrich Engels denominaba como
aquello que nos beneficia o nos perjudica y de allí parte la concepción del
valor o anti valor. El término intereses
es una palabra del origen latino: inter
ese que significa “entre varios, lo que pone en relación a varios”, como dice Fernando Savater en Ética
para Amador, una obra cuyo significado es importante para partir del concepto
de valor. Savater
menciona que los intereses no son solo de una persona sino que son compartidos,
porque existe un “contacto con otras realidades tan de verdad” como las de cada
persona, existen diferentes intereses
que pueden variar según los tiempos, las normas, etc. Pero no se puede dejar un
interés de lado, y es “el interés de ser humano entre los humanos, de dar y
recibir el trato de de humanidad sin el que no puede haber buena vida”.

En torno a la pregunta de si fue bueno o malo que el periodista árabe se quedara informando en el lugar que estaba siendo bombardeado, en una frase, Erich Fromm, dice que “lo bueno es aquello que es
bueno para el hombre y malo lo que le es nocivo, siendo el único criterio de
valor ético de bienestar del hombre”. Lo que pensó Ayyoud que sería bueno para
él era, mostrar la situación iraquí tal cual, y qué mejor forma de mostrar lo
que estaba pasando, aún a costa de su propia vida, estando en conciencia
luchadora y postura humilde en el área del conflicto, porque el aporte de una
persona puede ser un aporte para una generación, o como lo mencionaban Hegel y
Borges, “la suerte de un hombre resume, en ciertos momentos esenciales, la
suerte de todos los hombres”. Y puede
que el sacrificio de Ayyoud no haya detenido los bombardeos ni las violaciones
que impusieron los gringos contra el pueblo iraquí, pero quedó en la conciencia
social, que muchas personas murieron
defendiendo lo que era justamente suyo. Porque la verdadera inmortalidad
consiste en quedar grabado en la memoria de la historia, y Ayyoud sobrevive
aunque sea sólo en su pueblo iraquí y una que otra mente en el resto del mundo.

Tomás Eloy Martínez enuncia que el poder del periodista “reside justamente, en que se sitúa a distancia de los hechos mostrándolos, revelándolos, denunciándolos, sin aceptar ser parte de los hechos”. Si bien
esto demuestra que la acción que tomó Ayyoud haya sido la contraria, fue algo
casi que completamente inevitable, y puede que este ejemplo sirva como
referencia, cuando Borges afirma en uno de sus cuentos, “le tocaron, como a
todos los hombres, malos tiempos en que vivir”, pero nunca nadie ha vivido en
contextos fáciles y las circunstancias cambiantes y cambiables suelen ser un
océano de conocimientos de ida y vuelta, así como argumenta Mario Bunge, “un
mundo le es dado al hombre; su gloria no es soportar o despreciar este mundo,
sino enriquecerlo construyendo otros universos”, la sociedad y el individuo son
mutados el uno al otro y así crear un nuevo sistema capaz de adaptarse a las
necesidades “animales y espirituales” en las que también se incluyen los
sueños, esto general un mundo nuevo, una “cultura”. Es por tanto un acto –el de
Ayyoud- una sucesión de determinaciones basadas en las presiones sociales y
también de la voluntad de su espíritu –en el sentido de las antiguas ciencias
del espíritu- de la que se deducía el pensamiento de Wilhem Dilthey, que
hablaba sobre las aspiraciones, cómo medir un sueño. Así entonces, la actitud
de Ayyoud, termina siendo la de un “estupendo narrador”, que para Eloy no es
más que “una persona que deje ver algo de la flora que hay en su medio, y que
ponga a los personajes frente a situaciones como el dolor, como el honor, como
la muerte, o sea que me deje ver qué hay en cuanto al culto a la muerte se
refiere”. Este sentido de muerte que menciona Eloy no significa el de comparar
al reportero muerto con el de un fanático religioso –cosa que pasa
frecuentemente al escuchar la palabra musulmán en muchas personas- si no que es
el de esa pasión de la que he venido hablando, esa emotividad humana que se
intenta ocultar en una práctica laboral y que se puede reducir a la esencia
misma que es la de ser humano.

El caso de Ayyoud suele presentarse con frecuencia en los periodistas –porque como repito, seguimos siendo seres humanos- y tiende a asemejarse al “cambio de suerte” aristotélico, las circunstancias que van y
vienen como las olas del mar, afectan la existencia del individuo, así este
conozca las posibles repercusiones de la historia con antelación, porque
recordemos otras de las características de la naturaleza humana consiste en ser
curioso por lo tanto para satisfacer esas ansias de indagar, el individuo se ve
llevado hacia el centro de la experiencia, y así es que se sumerge y se expone.
De esta manera obraba uno de los grandes escritores de la literatura, era
Marcel Proust, quién para escribir una novela suya titulada En busca del tiempo perdido, necesitaba
salir todas las noches por las calles de París para encontrar las palabras
exactas, esas experiencias, ese mundo para poder plasmarlo.

Anteriormente mencionaba el propósito imperialista de Estados Unidos en Iraq, y es pues, que hay que tener en cuenta que la mayor parte de las guerras no las hacen los militares, sino que es una guerra mediática, en la
que se busca desprestigiar y amedrentar al adversario, en estos términos se
refiere Juan Gargurevich , periodista y docente peruano: “en suma, la guerra
que se avecinaba no era exclusiva de tanques y ejércitos. El periodismo y una
de sus peores consecuencias, la propaganda, saldrían a combatir en presencia de
una enorme opinión pública mundial a la que había que convencer, por lado
norteamericano, de presuntas razones justas para invadir Irak”.

Las excusas para armar la guerra, sobran. El ser humano es un universo complejo pero con consciencia y así mismo en una de las ramificaciones de las disciplinas humanas, nace el periodismo, que cuya acción
de personas que en su mayoría desean proteger y luchar por el bien común,
terminan siendo una especie de Andrómeda, atada a una roca, luchando para que
el monstruo marino no acabe con su pueblo. Pero no se trata de héroes, eso
dejémoslo para la ficción, porque la realidad es otra, es de personas que en
verdad rebuscan entre las esferas de la sociedad una verdad que mostrar, esa
que ocultan los gobiernos tiranos como sacados de la pesadilla orwelliana de
1984, es ser humilde pero firme en los objetivos como para ganarse el apelativo
de “excavadores de estiércol”, un eufemismo de Teodoro Rusbell para llamarnos
come-mierdas, porque nos alimentamos de sus heces, de las porquerías que se
conspiran bajo esas fachadas bonitas de cuerpos perfumados y acuerdos
diplomáticos, y sacamos a relucir sus verdaderos cuerpos pútridos, y rechazamos
la designación tajante, deshonesta y sinvergüenza de “idiotas útiles” utilizada
por Juan Manuel Santos, esa ofensa es un
robo frente a frente, porque si se busca el término, se encuentra de manera
general que es un grupo de personas rechazados de diversos grupos sociales
–hablando actualmente- pero que fue utilizado en la Rusia Soviética para desdeñar
a los supuestos adeptos que luchaban con el partido socialista y que
“simpatizaban” a la vez con “países occidentales”. Así tan bajo ha caído la
imagen del periodista que hoy en día tiene que lidiar con un sueldo bajo, una
profesión riesgosa, calumnias, afrentas , y en el que su credibilidad ha sido
puesta en entre dicho, porque hay que aceptar que aquellos facilistas de la
profesión, en conjunto con los gobiernos corruptos han mancillado la imagen de
los mensajeros de Hermes. El periodista ha sido desplazado, marginado, y eso
influye también en el carácter de un individuo por querer sobresalir entre esa
gran masa de periodistas.

El periodismo actual reside entonces en las presiones sociales, los poderes, el espíritu y los sueños de una persona por alcanzar una justicia, pero debe tenerse en cuenta no tanto lo abstracto –como cité anteriormente- de
esa naturaleza humana de la que habla Chomsky, una visión de naturaleza humana
y razón, sino que como explica Foucault, la misión debe ser romper con las
utopías ya “que la tarea política real en una sociedad tal como la nuestra es criticar
las instituciones, las que aparentan ser ambas neutras e independientes;
criticarlas en cuanto a la manera en que han siempre ejercido ellas mismas la
violencia política obscuramente, hasta que ellas sean desenmascaradas, así que
uno pueda luchar contra ellas.”

Con todo lo anterior, los conceptos de justicia y pasión habían quedado reducidos a lo abstracto, explicaciones que sólo puse para mostrar los diversos enfoques del problema, como enuncia Foucault, lo primordial debe ser luchar
(voyerismo pragmático) y no conversar, y actos como el de Ayyoud, deben ser
cuestionados constantemente para “descubrir el punto en el cual éstas prácticas
se convirtieron en técnicas coherentes del pensamiento, con objetivos
definidos; el punto en el cual un particular discurso surgió de éstas técnicas
y pasaron a ser consideradas como verdaderas, el punto en el cual ellas están
relacionadas con la obligación de la búsqueda de la verdad y de decir la verdad


Mientras no haya un replanteamiento de los valores periodísticos, en los cuales se medite sobre la práctica, los objetivos y la misma vida del individuo sin poner en riesgo una larga trayectoria de estudios
para morir tempranamente, los de la fauna política, ese Zoo Politikon
aristotélico, continuará evadiendo el poder popular, así, como sacado de un
poema, pero de pesadilla, totalmente tergiversado, de Oliverio Girondo y un
fragmento final de Julio Cortázar: “se levantan, se bañan, se entalcan, se
perfuman, se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo
que no son".


“La vida del hombre no puede ser “vivida” repitiendo los patrones de su especie; es él mismo –cada uno- quien debe vivir. El hombre es el único animal que puede estar fastidiado, que puede estar
disgustado, que puede sentirse expulsado del paraíso”, Erich Fromm.


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