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UNA BOTELLA

Unos gritos se escucharon en el patio, esta mañana, parecía que un alma en pena purgaba una condena con el místico mundo del más allá, pero una truculenta pena, ya que los lamentos eran cada vez más claros y menos sigilosos, cuando de pronto pude apreciar a mi Abuelo estirado sobre el piso, el pobre se había caído en pleno patio, inmediatamente Cirila y yo corrimos a levantarlo, mientras se sobreponía iba hablando disparates respecto a una Botella que un amigo suyo le había obsequiado hace muchos años atrás, en el pasado las Botellas de gaseosa no eran como las de ahora de plástico, estas seguían todo un ritual, en cuanto a la individualización de la marca del producto, eran oscuras y de tamaño reducido, pero quién diría que una botella sellaría y dejaría huellas de una vieja amistad. Pocos años antes que su amigo Arisitides se fuera a Lima, nos contó (subiendo las gradas al segundo piso ya con Cirila) que por encontrar esa botella segundos antes se había caído, y es que de estas botellas abundan en nuestros días, de parecidos colores, pero de un material mucho más sintético que de vidrio. Entonces cuando se percató de la presencia de una de estas en el piso del patio, corrió sagazmente cual niño tras un juguete y se resbaló inevitablemente, ya que el piso aún estaba resbaloso a consecuencia de la llovizna que había caído durante la madrugada.

Cuando de pronto reaccionó y molesto nos preguntó:
-¿A dónde me llevan si yo iba a la calle?
-Tranquilo abuelito, es que seguramente después de tamaña caída debes de haber quedado muy adolorido. Le respondí.
A lo que con cara de pocos amigos se deshizo de nosotros, advirtiéndonos que nadie tenía que decirle a él que hacer.
Cuando Cirila se encontraba ya en la cocina y yo me dirigía a mi habitación, pude ver a mi abuelo subiendo las gradas por si solo, esto me alarmó, seguramente el dolor producto de la caída había mitigado sus intenciones de abandonar la casa.
Cuando al parecer adivinando mi pensamiento me dijo:
-No creas que me duele algo, que caídas como estas he tenido bastantes y tendré aún más, lo que sucede es que no puedo salir a la calle porque me doy cuenta que mi terno está sucio, lleno de barro, y así no puedo salir, ¿que dirían mis admiradoras?. Se preguntó en tono vivaracho.
Inmediatamente el mismo escobilló su ropa con agua y jabón, no quería que nadie lo ayudase, que nadie se metiese en sus asuntos, y así lo respetamos, aún a pesar de la mirada sarcástica de mi abuela, quien me dijo en voz baja "Este que ni planchar su ropa interior puede, ahora todo lo que hace para poder salir a la calle, como si no tuviese otro terno para salir".
Una vez que terminó de limpiar su ropa, la colgó en el tendedero, y se puso otro terno mientras secaba el otro que acaba de limpiar, y nuevamente salió a la calle.
Al cabo de un par de horas se apareció con un tres pares de botellas de plástico, mientras mi abuela le resondraba que parecía un mendigo, e inmediatamente pisoteó las botellas en su delante, cual si fuese la hermanastra malvada mostrando una sonrisa perversa. Las botellas fueron pisadas con el saborcito del zapateo en el taco, saltinbanqueando sobre ellas, a vista y paciencia de mi abuelo, quien segundos después casi suelta un par de lágrimas.
-Alto, detente vieja malvada, esto es un salvajismo, como puedes destruir las botellas. Dijo mi abuelo en tono tembloroso y a la vez furibundo.
Inmediatamente mi abuela tiro todas al basurero.
Mi abuelo almorzó en silencio, mientras recordaba la botella que le había regalado su amigo hace ya mucho tiempo.





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