Se ha escrito mucho sobre el Infierno, cosas horribles con descripciones que amedrentarían a cualquiera pero eso no sucede. ¿Por qué?

¿Porque el hombre solo cree aquello que puede ver? Si eso fuera así debería creer en el infierno, tan solo viendo en lo que hemos transformado este mundo.

¿Porque es una leyenda que se cuenta a los niños para asustarlos? Si fuéramos inocentes como se supone que tendría que ser la niñez y temerosos como se entiende que son aquellos que todavía no han desarrollado su ego, entonces entenderíamos el sentido real del infierno pero en su lugar lo menospreciamos como cosa baladí.

Un hombre de este mundo no puede creer en el infierno, es un concepto creado por la iglesia para acongojar a los fieles con el castigo supremo, las llamas abrasadoras que simbolizan el dolor eterno.

Pero eso solo es una argucia más de la cual son capaces aquellos que nos manipulan para dominarnos tanto en los hechos de nuestra vida como de nuestra mente y de nuestro espíritu.

La Biblia nos muestra lo que es el infierno y todas sus consecuencias, nos invita a ser conscientes de que está presente en el mundo, de que es la alternativa a la vida eterna junto al Padre. No es una invención sino una realidad patente. No es una elección sino su consecuencia.

En los círculos ilustrados de nuestra sociedad el infierno es objeto de risas, de burlas, de mofas y aceptar la simple posibilidad de su existencia es una memez para todos aquellos que dicen controlar el destino de su vida. Como si eso les ayudara a obviar que no controlan el destino de su muerte.

Si me preguntasen si el infierno existe diría que nos existe porque es. No es un estado finito del que podemos esperar que se acabe, es la esencia infinita de la nada. La antítesis de la salvación, y eso también es, eterno. Está presente en nuestro día a día como el recordatorio posible de el destino final para aquellos que niegan a Dios.

Algunos dirían eso es terrible porque lo único que pretende es asustarnos al máximo para que escojamos a Dios como contrapartida. Estos algunos que en realidad son muchos dicen esto porque no conocen a Dios, rehúyen de su creador, de su Padre. Pretenden ampararse en su orgullo para no querer ver que Dios es Amor, es Gracia, es vida eterna. Elegir seguir a Dios nunca se puede hacer por miedo sino por amor incondicional, por entrega absoluta, por sumisión (sí sumisión palabra tabú en el leguaje vanidoso de los hombres) total y absoluta al Creador de todo, a nuestro Padre porque solo en Él podemos confiar.

Aquellos que confunden miedo y temor no conocen a Dios.

El infierno es mucho más sencillo y cruel de lo que los hombres se dedican a decir de él. El infierno es estar privado de la presencia de Dios para la eternidad y eso sí que es inapelable y definitivo.

7 y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, 8 en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; 9 los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder (2 Tesalonicenses 1:7-9)

Que Dios os bendiga, Alfons
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