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MIEDO


Dicen que el miedo no existe entre los valientes, bueno eso solo lo dicen los que nunca lo han sido. (Anónimo) 


¿Quién no ha tenido Miedo en su vida? Todos hemos, y seguiremos teniendo en algún momento esa sensación de angustia frente a un peligro inminente o imaginario. Es una defensa del ser humano, como el dolor pero, contrariamente a este, puede ser fomentado sin justificación alguna.

En el peor de los casos acabamos teniendo miedo al miedo y esto forma un bucle donde perdemos el sentido de las cosas.

El miedo injustificado expresa más nuestra inseguridad que la del entorno que, creemos, lo provoca.

Es a menudo fruto de las cábalas de nuestra mente que se complace en llevarnos más allá de nuestras certezas. Cuando le damos relevancia, el miedo conquista nuestra mente, nuestro corazón, nuestra alma porque es un invasor terrible ávido de rehenes para su causa.

El miedo justificado es una alarma que nos permite estar preparados y buscarle un remedio

Hay miedos que son fruto de la situación que vivimos y de sus avatares como el paro, la pobreza, el dolor, volar en un avión, etc....

Otros son fruto de aquello que nos imaginamos sin la certeza de que suceda como si nos anticipáramos a aquello que va a pasar. Y a menudo constatamos que exageramos la situación y no sucede.

Pero también ocurre que infravaloremos la situación y que la ausencia de miedo nos aboque a la catástrofe que pretendíamos evitar.

Yo, como todos, atravieso momentos en los que mis dudas, mis temores, mis miedos se apoderan de mi raciocinio porque el mundo está lleno de trampas mortales para el cuerpo y para el alma.

Pero desde que conocí a Jesús esto no dura porque si bien los peligros existen el amor de Jesús es amparo. Y cuando veo que no puedo moverme de la telaraña que han tejido mis miedos me refugio en Jesús y toda sensación de peligro desaparece y vuelvo a mi cordura porque sé que Jesús está a mi lado. Porque sé que Dios ama a sus hijos. Porque sé que yo estoy destinado a amar y que el amor mata el miedo como el agua el fuego.

Si tuviera un amor perfecto no tendría miedo, pero soy pecador y por lo tanto estoy expuesto a estos avatares. Es mi carga y la acepto como tal porque sé que en todo momento tengo a Jesús a mi lado, mi apoyo incondicional, mi Señor y salvador.

El miedo a la muerte es la prueba del algodón para un cristiano porque reta su fe y su confianza en su creador. Todos llegaremos a ese momento y tendremos la oportunidad de mostrarle nuestro amor y seguridad en sus promesas.

Cuando pienso en que un día me voy a morir la primera sensación es de miedo pero cuando empiezo a pensar que Jesús, que Dios, me esperan como hijo suyo que soy, desaparecen todos los miedos de este mundo y me reconforta el ser consciente de ello.

No soy buen compañero para el miedo aunque este me aceche constantemente. Dios es mi fortaleza y mi salvación a Él le entrego mi vida y en su amparo busco refugio. Amen

18 Donde hay amor no hay miedo. Al contrario, el amor perfecto echa fuera el miedo, pues el miedo supone el castigo. Por eso, si alguien tiene miedo, es que no ha llegado a amar perfectamente. (1 Juan 4:18)
Que Dios os bendiga, Alfons
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