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HIJOS

Hay contratos que no tienen fecha de caducidad, por suerte o por desgracia. El de ser padres es el más importante de ellos y su letra pequeña no recuerda que una vez firmado es irrenunciable. (Anónimo)


No hay nada más duro que soltar la cuerda que sujeta Nuestros Hijos porque tememos que se nos alejen definitivamente, pero si no lo hacemos serán ellos quien la corten y entonces nunca más volverá a ser una cuerda.

Ser buenos padres nos es un oficio, no hay master que nos prepare a serlo. El amor de los hombres es un arma de doble filo que hace que esperemos siempre a cambio lo que no siempre nos merecemos y ya se sabe, el amor verdadero no espera nada a cambio.

Cuando estamos en vilo porque no han vuelto a casa. Cuando tenemos el corazón compungido porque vemos decisiones, actitudes que, a nuestro entender les perjudican pero que ellos toman como vindicación de su independencia, tenemos que pensar en nuestro Padre celestial.

¿Qué hacen nuestros hijos que no hayamos hecho o sigamos haciendo nosotros a Dios nuestro Padre?

El ser padres es una escuela difícil pero también es una ilustración de nuestra relación con Dios y de como Él puede sentir, en su pureza, nuestras actitudes rebeldes y retadoras tanto como las dóciles y obedientes.

Todos tenemos una imagen preconcebida del hijo/a ideal, aquel que nos imaginamos que el nuestro podría ser y nos pasamos toda la vida recomponiéndola en función de lo que realmente es. Perdonamos, aceptamos, tragamos, lloramos y sufrimos abnegadamente los dolores de la frustración de no ver correspondido todo aquello que damos. Una vez más el amor verdadero no espera nada a cambio.

También están los buenos momentos, aquellos en los que vemos y sentimos que todas nuestras penas reciben un premio que consideramos nos merecemos. La recompensa de una educación esforzada, sufrida, luchada por el bien de sus vidas. Sí, esos momentos son de gozo como me imagino goza nuestro Padre celestial cuando nos ve obedientes, entregados y dependientes de Él.

Los hijos no nos pertenecen, aunque por nosotros hayan sido concebidos. Por ello por mucho que nos esforcemos, por mucho que nos empeñemos en una educación que sea la mejor que sepamos darles, al final sus decisiones los definen, no las nuestras y debemos aprender a aceptarlas y convivir con esta realidad.

Con nuestros hijos aprendemos a disfrutar más de sus alegrías que de las nuestras, a sufrir más sus penas que las nuestras. Es una escuela de abnegación y resiliencia el ser padres en este mundo que magnifica la independencia y la libertad individual por encima de la entrega y el amor.

Debemos ser capaces de soltar la cuerda antes de que se rompa para que siempre este al lado de nuestros hijos para cuando la necesiten.

4 No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad. (3 Juan 1:4)

Que Dios os bendiga, Alfons
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Ciutat de Balaguer, 40, Barcelona
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