Cuando se cruzan en nuestro camino, los ángeles de este Mundo no nos dejan indiferentes, su luz contrasta nuestras sombras.

No son extraordinarios, ni mediáticos, no buscan estar bajo los focos porque ellos son el punto de luz. Sus milagros son ellos, ellas, y una vida ejemplar que nos muestra el camino a seguir.

Su bondad inunda el espacio que ocupan hasta que nos atañe, mostrándonos la senda del peregrino hacia su salvación.. No tienen malas palabras, mas sí palabras de consuelo y de ánimo. Nunca se quejan, siempre consuelan y las únicas lagrimas que se escapan de sus ojos son de alegría porque las de pena se las guardan para no cargar a los demás.

Son cariñosas, son el cariño. Son amantes de los demás, son amor.

Quien diría que ellos, ellas, como cada cual, también han sido golpeadas por los avatares de la vida, y lo son. También han padecido lo insufrible pero no lo han transferido a los demás, lo han sepultado bajo la abnegación discreta de sus vidas. Han hecho de ello una fuerza ejemplar que empuja al ánimo y la esperanza.

Sus miradas son destellos de amor y dulzura y sus sonrisas bálsamos apaciguadores.

Son ejemplo vivo de las enseñanzas de Jesús. La discreción de sus vidas es tan importante con sus logros, iluminar la senda de los justos.

Uno podría pensar que todo esto son afabulaciones, que estas personas no existen más que en la mente de quien las busca pero no es así. Son tan reales como la vida, están presentes en este mundo de tinieblas y sombras para que sepamos que Dios es amor, que Dios es Padre de sus hijos, que Dios nos espera en un lugar donde todos seremos ángeles.

Yo conocí a una persona así, su vejez era juventud, su voz destilaba notas de alegría constantemente y la añoro mucho, te añoro Quimeta.

Pero este mundo tiene un ejército de Quimetas, una guardia divina que vela para que no caigamos en la desidia de nuestra autocomplacencia.

11 pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. 12 En las manos te llevarán para que tu pie no tropiece en piedra. (Salmo 91:11-12)

Que Dios os bendiga, Alfons
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