"El Real Madrid es negocio. Hoy en día no hay una solo institución con éxito que no base sobre el dinero. Este es el gran secreto del Real Madrid. Invertimos dinero y luego recogemos éxitos"

D. Santiago Bernabeu, en el año de gracia de 1967.

Estaba a vueltas con el tema de la Superleague europea, tema este, que envalentona hasta a las más mansas conciencias. Empecé por pensar, como nutrir la Superleague, es decir, que Equipos deberían componerla, cuantas divisiones o conferencias debía tener y un largo etcétera, no obstante, llegue a un punto en cierta medida perturbador.

El fútbol es un juguete mal ensamblado, algunas piezas no casan o simplemente es imposible ensamblarlas. Sorprendentemente el mundo fútbol funciona, la razón tiene más que ver, con la existencia de hombres de buena voluntad que de la casuística.

Me explico, jurídicamente las bases del fútbol son precarias y lo son hasta un punto tal que no deja de sorprenderme que instituciones sociales y económicas de tal envergadura se cimienten en aguas tan turbias.

A grosso modo, la estructura y naturaleza jurídica de los equipos se puede dividir en dos, por un Lado los plenamente profesionales de origen norteamericano y por otro lado y a partir del modelo de Club británico los amateurs sin ánimo de lucro. Evidentemente con el desarrollo del siglo se alumbraron nuevas concepciones, normalmente mixturas, que entendían el club como un todo de carácter social y sin ánimo de lucro, pero que a su vez estuvieran dotados de un aparato lo suficientemente profesional para ser competitivo. En España, hoy en día, conviven/malviven estos tres modelos en sus múltiples graduaciones.

Este fenómeno se reproduce de forma similar en toda Europa, de manera que para formalizar un a SuperLeague justa y ecuánime, según mi opinión, se debería considerar como apriorismo la homogenización o estandardización del formato de los clubes o equipos.

Además y por si esto fuera poco, el sistema de transferencia de jugadores o la forma y contenido de los contratos que estos firman son como mínimo ajenos a los usos habituales del derecho. Existen normas FIFA, es cierto, pero estas solo pueden ser juzgadas mediante tribunales especiales, ya sean los propios de la federación donde se produzca el conflicto o internacionales dependientes de la FIFA, por lo que muchas veces se hace necesario un “arbitraje” deportivo. El trato que recibe el jugador, también es difícil de homologar al de un trabajador común. A este respecto, cabe destacar los amplios derechos económicos de los que disponen (cuantitativa y cualitativamente) por un lado, como de las obligaciones a las que se someten y que pueden atentar contra varios principios del derecho del trabajo incluidos en el código civil.

A estos problemas se suma, la ya celebre sentencia de un tribunal británico que permite a los jugadores que hayan pertenecido a un club por mas de un determinado espacio de tiempo abandonar la disciplina del club.

Como decía, si se sostiene este mundo fútbol, es gracias a la buena voluntad de los hombres (y de los clubes) que en virtud a numerosos acuerdos tácitos permiten ordenar este caos que llamamos fútbol.