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Excelsior

Aún estoy en shock. Curioso que la muerte de un venerable anciano de más de noventa años con el que no hay ninguna relación personal de amistad o parentesco pueda causar tanta tristeza y desolación. Pero es otro de nuestros referentes que nos deja, y eso duele. Incluso aunque nuestro último contacto con él no haya ido más allá de esos entrañables, refrescantes y divertidos cameos en las películas de éxito basadas en los Personajes que él creó.

Porque de eso va la cosa, ¿no es cierto? Stan Lee creó una serie de personajes e historias que nos llegaron al corazón, que calaron en nuestros huesos. Bajo la aparentemente infantil trama de aventuras de caracteres improbable y hasta ridículamente vestidos en ceñidos uniformes se escondían otras subtramas que nos hablaban directamente: estaban en ellas la relación con amigos y parientes, los problemas escolares, la dificultad de madurar e integrarse en un mundo que cambiaba a un ritmo vertiginoso.

Igual que sus personajes intentaban adaptarse a unos años sesenta que avanzaron tan veloz y rabiosamente que casi cambiaron del todo el mundo, las historias de Stan Lee nos ayudaron a adaptarnos a nuestro mundo, el que estaba a medio camino entre la infancia y la adolescencia, que también cambiaba a ritmo de vértigo, veloz y rabiosamente.

Por eso muchos de nosotros con mucha frecuencia pasábamos con rapidez las golpisas y peleas con los mafiosos de turno, o con las amenazas cósmicas a la par tan abracadabrantes y tan fascinantes y nos quedábamos más con los problemas personales, con cómo acomodaban esos personajes su infancia -representada por la aventura- con su madurez, en la que estaban los auténticos retos: sus relaciones con sus seres queridos, su actitud en el trabajo, sus estudios, sus primeros amores...

Más alla de los hallazgos de los Galactus, Magneto, Duendecillo Verde y demás coloridos villanos y aliados, estaban una familia de cuatro héroes claramente disfuncional que no sabía gestionar la fama que les había llegado, que no sabía administrar el dinero que generaban. Un adolescente pringado y empollón que era tan despreciado como admirado era su otro yo, el arácnido héroe que pronto aprendió que un gran poder conlleva una gran responsabilidad. El científico tímido y apocado, auténtica carne de psiquiatra producto de un tratamiento abusivo por parte de su padre, y cuya terapia primal consistía en convertirse en un destructor gigante de color verde... El grupo de héroes más poderoso del mundo, que privadamente era un nido de rencillas, envidias y ansia de poder. Otro grupo de adolescentes que eran rechazados por sus características especiales y se apartaban del mundo en una exclusiva escuela para aprender a lidiar con lo que eran...

Lo importante no era tanto la fachada, la aventura, de la que todos sabíamos que saldrían triunfantes. No, lo importante era ver como los personajes iban evolucionando, como su relación entre ellos y con la sociedad, y los grandes momentos de su vida, les iban moldeando y llevando a la madurez. Igual que nosotros, lectores, ibamos madurando en la vida real con la ayuda de nuestra gente y nuestras propias victorias en la vida. Stan Lee supo ver eso.

Hoy recuerdo a Stan Lee. Pero recuerdo también a ese amigo que me descubrió a Spider-Man dejándome unos volúmenes que uno, en su soberbia, tachaba de infantilones, y a los que acabé enganchado. Recuerdo mercadillos, quioscos y tiendas (Libros Zapico, en la calle Covandonga de Gijón, auténtico templo de sueños) donde ojeaba esas historias, comprando solo lo que mi asignación, que había que repartir entre tantas cosas que me gustaban, me permitía.

Un apunte final: en nuestro dolor, hoy muchos de nosotros diremos que con Stan Lee se va parte de nuestra infancia. No lo hagamos. Stan Lee, y tantos otros como él, hicieron nuestra infancia eterna. Ahí está, inalterable e inolvidable, una foto en blanco y negro o en un color desteñido que siempre nos recordará de dónde venimos. No lo olviden: somos lo que somos ahora porque nos alzamos sobre los hombros de gigantes...

Hasta siempre, Stan. Fuiste Asombroso como Spidey, Fantástico como los Cuatro e Increíble como Hulk. Y si nosotros lo somos, o en cierta medida lo hemos sido alguna vez, tú has tenido parte de responsabilidad en ello. Excelsior.


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