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La obsesión por la limpieza

Muchas mujeres, sobre todo las más "tradicionales", son obsesivas con la Limpieza. Todos hemos conocido algún caso. Son aquellas que se obcecan con el estricto ritual cotidiano, que ellas mismas se imponen, de limpiar y ordenar minuciosamente la casa a diario, incluso varias veces al día, para mantenerlo todo perfectamente limpio, reluciente, desinfectado... Su empeño puede abarcar también la higiene personal propia y/o la de su familia, o mantener la ropa limpísima, blanquísima, perfumadísima... Son personas a las que los quehaceres cotidianos no se les acaban nunca, siempre las encontraremos atareadas, barriendo, fregando, frotando y... reprendiendo a los demás si osan tocar esto, si desordenan aquello, si no se bañan o no se lavan las manos tantas veces como ellas consideran necesario... Pero ¿qué les ocurre a estas mujeres?

El componente cultural es importante. Sus madres les enseñaron que una "buena esposa" debe ser, ante todo, limpia y ordenada. Debe tener la casa siempre reluciente, siempre a punto para recibir cualquier visita inesperada, demostrando así ser una perfecta "ama de casa". Sin embargo esto no es suficiente para explicar su enorme ansiedad por la limpieza, y también hay mujeres mucho más jóvenes y modernas, no criadas bajo estas consignas tradicionales, que también la sufren. Y es que, en general, este comportamiento viene de más adentro. Nace de problemas emocionales no resueltos.

Una mujer obsesionada con la limpieza y el orden es una mujer que intenta descargar, disipar a través de esta conducta emociones y problemas de los que no suele ser muy consciente. Puede tratarse, por ejemplo, de su soledad íntima. Sus conflictos con la pareja. Su agresividad, su rabia por mil motivos. Su cansancio con los hijos, con los nietos. Su tristeza o amargura oculta... En otros casos puede tratarse de un intento de "ordenar", de controlar fuera de sí misma -en el exterior, en su casa- algún tipo de desorden interno... O de "limpiar" o "prevenir" fuera determinadas "suciedades" o culpas que no se atreve a sentir y que la lastiman por dentro... Etc. Todo aquello desagradable, en fin, que una mujer siente y no es capaz de expresar de otras maneras ni, por tanto de solucionarlo, es susceptible de convertirse en obsesión por la limpieza.

La mujer superlimpiadora no es feliz, pero no lo sabe o no quiere saberlo. Justificará su actitud con mil argumentos higiénico-prácticos, socialmente muy aceptados, e intentará convencernos de que así es como hay que hacerlo. Pero cuanto más se lo oculta a sí misma, más obsesiva puede volverse. Porque, aunque a través de estos rituales obtiene una cierta "calma" interior, las emociones que los generan siguen ahí y por lo tanto su malestar emocional ¡también! Estamos generalmente ante una mujer reprimida, culpabilizada, insegura, rígida, exigente, dominante, poco espontánea, que no sabe disfrutar de la vida. Una mujer mucho más preocupada por el modo correcto de "hacer" las cosas que por los verdaderos sentimientos y deseos propios y de los demás. Le importa más el DEBE que el SER. Es, en fin, una gran neurótica.

No es fácil "domar" las compulsiones de limpieza porque se trata de defensas, de estrategias inconscientes para no mirar lo que las produce, es decir, lo que duele, lo que realmente importa. Pero las mujeres dominadas por estas compulsiones, cuando descubren sus conflictos emocionales, los expresan y los solucionan en la medida de lo posible, observan que sus síntomas se reducen mucho o incluso llegan a desaparecer. Entonces se sienten mucho más libres y felices con ellas mismas y con los demás. Y cuando eso sucede, ¿a quién le importa un poco de polvo de más o menos?



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