Si definimos alma como aquella cosa que piensa, imagina y siente, es evidente que animales y seres humanos tienen alma. Entonces, aquí la cuestión no es la de preguntar si los animales tienen o no un espíritu, sino la de si su alma va al Cielo, por ejemplo a aquel en el que piensan los católicos.
En su tiempo, Voltaire pasó por ser un descarado, un boquiflojo. Uno de los temas que abordó con cierto descaro en sus Cartas Diabólicas, digo, en sus Cartas Filosóficas, fue precisamente el tema del alma en los animales.
Voltaire dice que por mucha diferencia que haya entre el hombre más estúpido y un genio como Isaac Newton, nadie, nadie se atrevería a decir que hay más alma en uno respecto del otro, o que uno es más ser humano que otro. De tal modo que en ambos casos el alma es la misma, y la diferencia sólo está en las capacidades de uno y otro hombre.
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Según Voltaire, la única diferencia que hay entre el alma de los animales y la de los seres humanos, es de más o de menos, justo igual que la que hay entre el hombre más estúpido y el más genio. Los animales podrán ser en general menos inteligentes que incluso el más tonto de los seres humanos, igualmente podremos encontrar en los animales un montón de conductas reflejas en las que no hay mediación del pensamiento, pero todo ello no tiene ninguna relación con el hecho de que su alma sea menos alma que cualquiera otra.
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Ahora, si pensamos que sólo los seres humanos entramos al reino de los Cielos, termina Voltaire, es sólo por el orgullo humano que nos orilla a serpararnos del resto de los animales; no porque haya una razón que ubique al ser humano en una especie tal que no tenga ninguna relación, ninguna, con los animales.