Meter aquí en breve la idea de que las mujeres no tienen derecho de facto, no de jure, a vestirse como quieran.
Y finalmente lo de la infidelidad:


Cuántas veces no hemos escuchado de alguien que, vuelto loco, cometió una locura al enterarse de la infidelidad de su mujer. Los libros y las películas nos dan harto material para citar esta clase de hechos.

Entiendo perfectamente que en cuestiones del amor, lo razonable queda fuera hasta cierto grado. El obrar está quizá dominado por las pasiones. Sin embargo,

Cuántas veces no hemos oído o leído sobre hombres vueltos locos por la infidelidad de su mujer, y asesinan a ésta cómo al amante.

Detrás de ese acto que quizá alguien pueda tomar por una acción que salva el honor del cornudo, existe una tremenda y tonta forma de apensar, de un auténtico cabezahueca!

Veamos, directamente la única persona culpable de la infidelidad es la pareja infiel. Quien merece recriminaciones en todo caso es la pareja infiel no el amante, que, como cualquiera, sólo vio la oportunidad de satisfacer sus necesidades.


Yo soy uno de esos que se aburre rápido.

La literatura sin duda refleja el pensamiento y conducta de la sociedad en que se escribe. Hace poco terminé de leer Ana Karenina y francamente es de sorprender cómo en esa época (Rusia del siglo XIX), el matrimonio y la infidelidad tomaban un papel importantísimo en la sociedad. Tanto, que Tolstoi escribió una novela haciendo que su personaje principal, Ana Karenina, padeciera innumerables fatigas y penas a causa de algo que hoy es lo más intrascendente posible: tener un amorío.

Ser infiel a su pareja, hoy, no pasa del divorcio y ya, es todo, y todos a lo suyo. ¿Pero esto indica que somos hoy mejores que antes? Tal vez no.