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La cita de espanto



Hay que asumirlo, o mejor dicho, llamarlo por lo que es. El tipo es un desastre. Así de directo, así de sencillo. El Cholito finiquitó la conversación con ese comentario. Pero las situaciones desesperadas suelen generar soluciones desperadas. Chicote con todo y todo fue invitado, pese a las negativas debidamente fundamentadas del cholito. Una llamada telefónica y una promesa acompañada de suplica. Por favor, ven sobrio y sobre todo, no malogres todo. A veces no entiendo por que hay personas tan propensas a los desastres. En fin. La lógica manda no juntar al chato y a chicote en la misma reunión, es obvio, tantas fiestas arruinadas, vomitonas, pleitos, borracheras fenomenales, golpes, fracturas, puertas rotas y demás desastres son suficientes para saberlo, pero no, igual los juntaron. No quise opinar, era mejor así, con la cara del cholito era suficiente.

Chato, hoy pórtate bien, fue lo único que le dije. No debería decirlo, después de todo el chato es mayor que yo, pero creo que ya escribí bastante de él, así que tienen una idea. Llegamos a la hora exacta. Carlitos con saco de cuero y zapatos italianos, el cholito con sus eternas botas negras y yo en zapatillas. Últimamente me siento más cómodo con zapatillas. El chato, pues que decir, cumplió su palabra. Se afeitó, se puso una camisa y hasta saludó a las amigas de Carlitos con sonrisa y beso. Era el cumpleaños de una de ellas y habíamos quedado en encontrarnos en esa discoteca, mejor dicho, Carlitos quedó en eso por nosotros. Cinco chicas y nosotros esperando a chicote que no llegaba.

Ya estábamos en el lugar, así que ánimo en marcha y a celebrar el cumpleaños de la desconocida, o recién conocida, que venía a ser lo mismo. El cholito no perdía tiempo y bailaba cuanta canción sonaba, hasta parecía su cumpleaños. El chato, pues apuraba cada vaso de cerveza como si fuese el último y Carlitos nervioso sonreía y miraba su reloj temiendo lo peor por chicote. Lo peor en este caso es que llegue totalmente ebrio. Y así fue. A las dos horas, y cuando ya nos habíamos olvidado de él, vemos que el chato se acerca muerto de la risa, vaso en mano y señalando a chicote que se balanceaba sobre la punta de los zapatos. El tipo se sostenía de pie por gracia divina. Presentaciones de rigor y Carlitos que miraba con cara de asesino en serie a chicote. ¿No me dan un vaso? Creo que ya tomaste suficiente, respondió Carlitos. Yo quiero un vaso ¿o puedo tomar del tuyo? decía chicote mientras miraba con cara de don Juan a una de las pobres chicas que no sabía si sonreír o salir corriendo. Mejor bailamos, dice el cholito y salva la situación. En eso se pasó toda la noche, bueno todos hicimos lo mismo, había que hacerlo, después de todo las pobre muchachas no tenían la culpa del desastre que se venía. En síntesis, chicote rompió dos vasos, una jarra de cerveza, se cayó dos veces de la silla, trató de besar a la del cumpleaños y después se resintió hasta las lágrimas cuando le dijeron que estaba borracho. Ya saben, lo de siempre.

La cosa no resultó tan mal después de todo, al menos me pareció ver que las chicas se divertían mucho y hasta dijeron, en más de un momento, que no perdamos contacto para salir otra vez. Bueno, yo solo vine hoy, le dije a Carlitos, a la próxima llamen a Rupert para completar el grupo. Si lo sé. Al menos una de ellas me dio su teléfono, agrega el. Yo solo conocía a dos de ellas, responde Carlitos. Bueno, no importa, esta semana la llamo igual. A mi también me dio su teléfono balbucea chicote. No quiero ni pensar le habrá dicho para que se lo dé.




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