Hoy, 21 de enero, se celebra el Día Internacional del Abrazo. Según he leído, fue creado en 1986 por Kevin Zaborney en Estados Unidos y su finalidad es dar abrazos (no importa a quién) para obtener beneficios para la salud.
Aparte de provocar placer y cubrir nuestras necesidades afectivas básicas (tendríamos que dar 14 abrazos al día para conseguirlo), es necesario para nuestro bienestar, reduce el estres y disminuye la presión arterial, aparte de otros muchos beneficios.



Hace casi once años publiqué un post titulado "Un abrazo", que reproduzco parcialmente a continuación:

"Hace tiempo, mucho tiempo ya, me dieron un abrazo. Yo no lo pedí. Sólo surgió.
Fue un abrazo de verdad. De los que se recuerdan para toda la vida. De los que tu cuerpo siente el calor de la persona que te lo da. De los que te quedas con la sensación de ser querida, de ser amada, de ser pequeñita y a la vez muy grande.
De los que te envuelven con unos brazos fuertes pero a la vez cálidos. De los que te sientes segura en ese pequeño círculo que a la vez es tu mundo.
Un abrazo tan, tan abrazo, que antes de terminar ya lo estás echando de menos. Un abrazo tan, tan abrazo, que no quieres que te desprendan de esa roca donde tu cuerpo en segundos enraizó.
Un abrazo que te transporta a otra vida, a otro mundo, a otro cielo. Un abrazo que no sé si algún día volveré a recibir."

Y claro, HOY me vuelto a acordar de aquel abrazo y cómo no, de la persona que me lo dió.