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Solo hace falta un minuto



La tierra no parecía la tierra. Nos hemos acostumbrado a verla bajo la imagen encadenada de un monstruo conquistado, pero allí…, allí podía vérsela como algo monstruoso y libre.

Miguel sale de la ducha, se seca rápidamente mientras tararea Paint in black de los Stones, es un gran fanático y se enorgullece de ello. Está muy ilusionado porque esta noche toca en vivo con su banda y por primera vez, parte de su familia irá a verlo. Mike sabe que con suerte y si siguen los recitales pagos como el de hoy, podrá dejar su laburo en la metalúrgica y dedicarse a su sueño, ser músico.

En otro lado de la ciudad, Magdalena maneja su automóvil por una calle céntrica, está muy retrasada debido a que hay varios piquetes de gente reclamando desde puestos de trabajo, pasando por depósitos bancarios hasta comida.

Magdalena luce irritada y mientras escucha la radio grita al aire un rosario de su mejor colección de insultos, tiene que apurarse a terminar los trámites impositivos del negocio que mantiene en sociedad con su esposo o tendrá que esperar hasta el año próximo.
Han gastado mucho dinero en el contador que le hizo el “dibujo” (como le gusta llamarlo a Ernesto, su marido) de sus impuestos, y quiere terminar este tema lo antes posible para llegar a su casa.

Francisco, el hijo de Magdalena recién se levanta y busca algo con que matar su ayuno mientras habla por teléfono y hace planes para la noche, va a ir a un recital. Su novia le cuenta los preparativos que la “banda” está haciendo para el concierto, desde la pirotecnia hasta los "trapos". La abuela de Tommy les armó una bandera majestuosa. Es un buen día el que empieza para Fran.

Ernesto cierra su negocio lamentándose por su suerte, el negocio no marcha como a él le gustaría y hoy tuvo que despedir a uno de sus empleados, Andrés, quien se fue irritado y con la promesa de un juicio laboral. A Ernesto no lo intimida el juicio, ni siquiera lo preocupa, de hecho no es la primera vez que despide a un empleado sin más justificación que sus magras ganancias y todo su personal está en “negro”, por lo cual se deshace de ellos sin mayor preocupación que la del proceso judicial en el que se verá envuelta su firma, la cual por otro lado ha cambiado de nombre varias veces a lo largo de los últimos doce años.

Andrés camina irritado por la calle, balbuceando insultos para su ex-jefe, OH si, tiene muchos planes para él, y para el juicio que piensa iniciarle, lo primero que piensa hacer es llamar a Silvia, su mejor amiga, abogada recién recibida para que lo asesore. OH sorpresa, suena su celular, mira el caller id, Silvia le ganó de mano. Habla un rato con ella pero le promete una explicación más frondosa del asunto. Silvia, entendiendo la inconveniencia que sería explicarle a todo lo que se enfrenta para sacarle unos magros tres mil pesos a su ex jefe, le propone salir a divertirse a la noche a cuenta de ella, Andrés acepta.

De vuelta en el centro y ya con su trámite terminado Magda se pasa una luz roja y atropella a un perro, es un perro de la calle, no es de ninguna raza, Magda baja de su auto presurosa y comienza a maldecir su suerte y la de su paracgolpes. El perro es marrón y tiene la trompa peluda como la de un terrier, yace agonizante en el asfalto hirviendo, es posible que se salve si lo llevan a un veterinario pronto, en realidad, las posibilidades no son muchas para ser honestos, pero, aunque lo fueran, Magda no es de ese tipo de personas. Vuelve a su auto y a la ruta rápidamente.

Juan cuelga el teléfono entusiasmado, cuando está por tomar su campera y su casco lo llama su jefe y le anticipa que antes de irse tiene dos últimas entregas, Juan le responde que ya está afuera de su horario, pero su jefe insiste muy disgustado por el atrevimiento de su empleado, y le recuerda lo afortunado que es por tener ese trabajo.

A regañadientes, Juan sale con su ciclomotor a hacer la entrega. En la puerta del boliche Miguel les da los pases para su familia a su hermano, sorpresivamente lo para un grupo de fans, madrugadores fans, le piden que les firme lo que sea, remera, tarjetas, cajas de fósforos, la piel, Miguel no lo puede creer y accede feliz, sus padres lo miran agigantarse y distinguirse de los demás.

Juan acaba de hacer una de sus entregas, de la que se va enojado y sin propina, tan solo para dirigirse a la próxima, la última. En el camino frena de golpe para evitar chocar a un auto, desde el auto con vidrios polarizados asoma Francisco. Lo insulta sin invitación ni contemplaciones, Juan le responde. Luego de un momento tenso cada uno de los jóvenes, como llevados de la mano del fin de semana y de los festejos de fin de año, sigue su camino ignorando al otro.

Unos metros atrás de donde Mike firmó remeras van llegando al lugar Silvia y Andrés, quienes luego de comer una pizza bien regada con cerveza, decidieron ir a escuchar un poco de música en vivo. El estudio para el cual trabaja Silvia representa a uno de los dueños de ese boliche y tiene entradas de favor, -un poco de rock and roll apaga cualquier incendio mental, le dice Sil a Andrés, quien asiente sonriendo.

Magdalena termina de recibir la pizza que pidió su marido casi media hora atrás, Juan, del otro lado de la puerta maldice su suerte, nada de propina y encima, reto por tardar más de lo usual, pero contrarresta su malestar diciéndose a si mismo que lo esperan, los festejos de fin de año y aparte se le hace tarde para su recital.

Son las 23:40 y el recital está a pleno, van por el cuarto tema y el clima es asfixiante y ensordecedor, mucho calor, mucha gente, mucha fiesta ritual, bengalas, tres tiros, la banda que arenga a la fiesta pagana, vivir eternamente. Francisco luce muy excitado, subido a los hombros de su amigo con una luz de bengala azul, se siente él mismo parte del show, olvida todo, a sus padres, a su suerte, a lo impermanente del amor. Silvia y Andrés bailan, se entrecruzan y hasta en alguna de las vueltas beben cerveza y se besan, no pudiéndolo creer ni ellos mismos.

Juan baila imitando a Mick Jagger, revolea su remera como si fuera un pañuelo y obtiene el reconocimiento del cantante de la banda quien lo invita a subir al escenario.
Magdalena cena con Ernesto y le cuenta lo mal que estuvo su día por culpa de esos que se dedican a perseguir quimeras en vez de trabajar, esa gente con carteles que pide justicia y no la dejan circular libremente con su auto, violando sistemáticamente sus derechos, Ernesto casi ni la oye, solo asiente como para no despertar sospechas, su mente está en otro lugar.

Mike da lo tres golpes con sus palillos para el próximo tema, la banda arranca, Juan, ya arriba del escenario, les brinda a todos su mejor “Jagger", Silvia y Andrés se besan, esta vez es un beso definitivo y entendido por los dos, el calor es asfixiante, la masa no para, Fran enciende un tres tiros con ayuda de una amiga y juntos lo ven explotar emocionados, Ernesto se saca de entre los dientes un pedazo de orégano ayudándose con la uña de su dedo meñique, Magdalena sigue insultando mientras mira la crónica de los cortes en el noticiero, está harta y cansada, el tiempo se detiene, Andrés mira en los ojos de Silvia, Mike deja caer los palos de la batería, Juan grita ¡Fuego!

Magdalena se despierta sobresaltada, son las 14:30 del miércoles, sus ojos lucen como si hubiera dormido toda su vida y recién hoy le hubiera tocado despertar. Se da una ducha rápida, tal vez para olvidar su mal sueño, toma un café con una tostada sin untar, hace unos llamados y prepara sus cosas para salir, antes de hacerlo, saca de un bibliorato una fotografía. La mira. La acaricia. Derrama lágrimas sobre ella y luego vuelve a guardarla. Al llegar a Plaza Miserere se abraza con dos mujeres más, el abrazo dura un rato largo, el abrazo las une. A lo lejos parecen ser una sola, luego, se reparten pancartas blancas con fotos y leyendas y caminan a unirse con el resto de la marcha.


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