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Despedida y cierre

2003(?)- 2010(?)

Interrogantes porque no tengo el dato, porque nunca he llevado la cuenta, porque no soy de acumular porque sí ni de ser constante, pero sí de dar explicaciones y de adquirir compromisos tontos.

Cuando empecé a bloguear nadie sabía que era aquello. Quien más, quien menos, tenía una cuenta de hotmail y empezaba a tener un carísimo ADSL en casa. ¿Recordáis esos años, entorno al 2003? Y se que no hablo a personas que se hinchan el pecho hablando de Infovia y la prehistoria internetera española. Demasiada Gente estuvo allí para ser Algo tan minoritario, ¿no? Es un poco como la caída del muro de Berlín, o el París de mayo del 68. O las historias de la mili. Todos sabemos para qué son estas cosas.

Divago.

Si me tomo la molestia de escribir este post después de meses sin actualizar y después de muchas entradas publicadas sin interés y escritas por pura incercia, lo hago por aquel compromiso tonto que creo que adquirí. Al principio, sí. Cuando cuatro nos deseábamos buen fin de semana todos y cada uno de los fines de semana de intensas semanas en las que publicábamos a diario y llegábamos a los veinte comentarios. Ni siquiera he perdido la pista a uno de ellos, y eso me llena de orgullo y de una placidez extraña, a pesar de nunca habernos visto en pesona (pronto, ¿sí?). Romanticismo sin más, supongo.

Esa época cándida en la que cuatro o cinco nos dedicábamos a hablar por hablar, esos años o meses en los que imagino que ya estarían los grandes dando por culo, esa gente que no nos interesaba; decía, que divago continuamente, esa era una época de simple búsqueda y encontronazo de gente afín a ti, de desinterés y generosidad sin poner caras y sí nicks, que no nombres y apellidos, ojito; esa época tiene un punto tan entrañable y personal para mi que me molesta que se mezcle con lo que sea que hay “ahora”. Con el tiempo se desvirtúa todo, con el dinero mucho más. Y ahí me viene a la mente siempre el concepto de obscenidad. Cosas.

Nunca quise tener más que una copia de los archivos cuando he eliminado mi itinerante blog: nada de importar en el siguiente para dejar claro que lo mío venía de más lejos que lo de otros; ni se me pasó por la mente escribir pensando en buscadores, y menos aún comprarme un dominio desde el que meter los codos y posicionarme y sentar cátedra y buscar meneítos. Cuando no había blogs apenas, te enlazaba el periódico más leído a la mínima, te comentaban artistas a los que admirabas que acababan de googlear su nombre y tropezaban con una entrada tuya que les halagaba y a ti te halagaba doblemente el que te encontrasen, ibas a quedadas -—cañas, sin más— y era excitante y tremendamente divertido, y nadie llevaba tarjetas ni hablaba de lo largo de su Pagerank ni intentaba montar un evento de algo natural como era aquello, irse de cañas.

La gente te preguntaba qué te había pasado ese día que se te veía mal o bien, porque escribías sobre cuestiones personales y hasta incluias en algunas entradas fotos de gente en tu casa, de tonterías que habías comprado y estupideces hechas con tu primera cámara digital, que era algo más respetable, pero poco, que la de tu móvil actual. Y la gente tenía nicks, y no hacía falta nada más, y te daba igual porque nadie buscaba ser patatiaperez.com experta en todo, maestra de nada, y no había profesionales de Internet ni nadie buscando serlo por el mero hecho de tener un blog en el que publicar lo que te saliese del mismo porque, ojo, es mi blog y me lo follo cuando quiero. Cuando hay dinero de por medio también se pierde la sinceridad, lo blanco, el no me importa. Si tu dueño es otro, ¿quién folla a quién? Tú a tu blog está claro que ya no.

De esa época tengo una retahíla de contactos que me enternecen, de recuerdos sí, también, y cándidos, y con interés real en ti o en tus sandeces. Blanquitos.

Esta última y explosiva época he visto cómo se ha profesionalizado algo que nunca debería haberlo hecho. Siempre pongo el mismo símil, ¿te comprarías un fanzine hecho por fanzineros profesionales? Sería otra cosa, ya no sería un fanzine. Ya no sería algo libre, sincero, caótico, petardo y ñoño o con pésima leche. Ya no debería llamarse así, ha perdido la esencia. Desvirtuar, que no desvirtualizar, que eso último es algo que se hace desde hace cuarenta años a través de los anuncios en revistas del estilo “busco amigos por correspondencia”. Y es que parece que con Internet se ha inventado todo. Qué egocéntricos somos.

Elimino lo poco que quedaba aquí por ese pudor tan mío que algún día os arrepentiréis de no haber tenido, lo se; porque ya no tengo que ver con la persona que escribía aquí, porque he encontrado otras formas de expresarme —que eso era lo único que necesitaba, ay, un sitio, un lugar mío que hacer a mi manera, sin normas y sin exigencias y también sin expectativas)—. Porque no colecciono hitos, no colecciono meses de blog y nunca jamás diré eso de “soy blogger”. Ya sabéis, lo he dicho siempre, no se es, se hace. Nada te define, menos aún algo a lo que te dedicas, sea o no profesionalmente. Ese no eres tú. Es quien quieren que seas.

Escribo esta última entrada por un compromiso que adquirí, sin darme cuenta, los primeros años con esa primera gente que sigue por ahí, y una poca de los anteriores a estos últimos. Porque siempre me ha entristecido ver cómo blogs que leía desde que descubrí que existían, habían cerrado. Y porque siempre me ha gustado recibir una explicación, aunque fuera escueta; aunque no fuera una explicación. No desaparezco, dejo esta entrada como única para que me digáis lo que sea, dejéis mails si queréis y suspiremos pensando que cuando hay pasta de por medio todo se imbeciliza y nos volvemos egoístas, prepotentes, competitivos, faltones, agresivos. Y que aplica aquí y aplica al resto, eso es más que obvio.

Ha sido más que un placer, una fuente de satisfacción que en el algún momento parecía inagotable. Todo cansa y todos cambiamos. Gracias enormes por haberos pasado por aquí o por aquel primer blog del 2003, y por dejarme pasarme por los vuestros, que continúo teniendo en cuenta. Nos seguimos viendo, si queréis.



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