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Unidad en ella


Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,
rostro amado donde contemplo el mundo,
donde graciosos pájaros se copian fugitivos,
volando a la región donde nada se olvida.

Tu forma externa, diamante o rubí duro,
brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,
cráter que me convoca con su música íntima, con esa
indescifrable llamada de tus dientes.

Muero porque me arrojo, porque quiero morir,
porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera
no es mío, sino el caliente aliento
que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo.

Deja, deja que mire, teñido del amor,
enrojecido el rostro por tu purpúrea vida,
deja que mire el hondo clamor de tus entrañas
donde muero y renuncio a vivir para siempre.

Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo,
quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente
que regando encerrada bellos miembros extremos
siente así los hermosos límites de la vida.

Este beso en tus labios como una lenta espina,
como un mar que voló hecho un espejo,
como el brillo de un ala,
es todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo,
un crepitar de la luz vengadora,
luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza,
pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.

Vicente Aleixandre, La destrucción o el amor (1934).

El poeta Vicente Aleixandre (1898-1984) publica este libro de misticismo panteísta -de raíz pesimista- dentro de su etapa surrealista y que recibió el Premio Nacional de Literatura en 1934. Este libro, igual que los anteriores como Pasión de la tierra y Espadas como labios (1932), responde a su concepción que tiene del amor y la muerte identificados en una auténtica visión destructora del ser. El amor es destrucción del ego en fusión con el cuerpo amado que se identifica con la naturaleza. Amar es diluirse en la naturaleza, es decir, morir. Esta concepción enlaza con la del Romanticismo. El poeta vive una vida dolorosa y el mundo también lo es. Sin embargo, el poeta busca amar en medio de tanto dolor, sabiendo de antemano que se destruye amando. El cosmos es enigmático, grandioso. Todo se enfrenta y lucha. El hambre de ser impulsa a la autodestrucción.

El cuerpo amado es primero de naturaleza acuática. Expresa la idea de la Mujer-Agua/Madre-Agua (o mar) basada en tradiciones diferentes pero no divergentes (Nietzsche, Freud, Valery, Unamuno, tradición esotérica) y el Panta rei de Heráclito: Cuerpo feliz que fluye entre mis manos. El cuerpo es en su forma externa diamante o rubí duro,/brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,/cráter que me convoca con su música íntima... y en ese cuerpo el poeta quiere morir para identificarse con la vida. Convierte al ser amado en un cráter de un volcán en erupción en cuya lava -la sangre de ella- el poeta se funde y se integra en la naturaleza.

Destacan el la segunda parte del poema los verbos volitivos. El poeta intenta ansiosamente identificarse con los elementos de la naturaleza. Se repite reiteradamente el verbo "quiero": "quiero morir,/porque quiero vivir en el fuego (...) Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo, quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente..." para aproximarse a los límites absolutos de la vida. Poesía en el límite, en la búsqueda del no ser para así alcanzar más plenamente el ser. El cosmos actúa como un disolvente del ser humano. Es su destructor. Y Dios no está al final de este proceso agónico. Concha Zardoya ha visto en este libro una terrible angustia existencial.

Dice Carlos Bousoño:

El amor expresado por Aleixandre es el amor pasión y, más concretamente aún, la acción misma erótica en su trascendencia metafísica, que consiste en relacionar al amante con lo absoluto telúrico. Porque es el amor un acto de deslimitación que quebranta nuestros límites, absorbe nuestro yo y parece como que por un instante lo reincorpora a la naturaleza indivisible. El amor es entonces destrucción, sobrecogedor aniquilamiento de cada uno de los amantes que quieren ser el otro, enigma de una consumación en que la pareja busca unificarse rompiendo sus fronteras. "Símbolo feroz y dulce de la muerte es el amor", por medio del cual puede sentirse "la revelación, la luz cegadora, visita de lo absoluto" que es la naturaleza unitaria, nuncio de la desaparición de la personalidad. Sólo después del acto erótico se recobra la forma, perdida antes por ese misterioso contacto de vida y muerte. Entonces parece como si cada uno de los que se han amado naciese del otro, espuma y Venus a un tiempo mismo.


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