Bueno, finalmente me doy el tiempo... y luego de un partidazo el domingo, con un gran triunfo 3-2.
Y que mejor que hacerlo que hablando de uno de los temas que copa la agenda política actual, las elecciones de la Democracia Cristiana. Mi amigo Beto refleja gran parte de mi pensamiento en la columna que escribió en su blog, y yo quisiera aportar lo mío también. Un Partido que tiene tanto para dar, pero tan ciego frente a todo, frente a la modernidad, frente a la gente, frente a los cambios, frente a tantas cosas y tantos temas. La visión que yo tengo de la Democracia Cristiana, y que debiera recorrer la mente de todos los demócrata cristianos es que, además de ser un partido popular y nacional (hoy en día concepto bastante apaleado), la Democracia Cristiana es un partido de vanguardia, que, sin entrar en detalles, es precisamente aquello, un partido que está a la vanguardia, o que al menos alguna vez lo estuvo o lo fue. Esa es la esencia de la DC, y esa debe ser la esencia.
Pero no, en el partido están más preocupados de otras cosas, un partido de lotes, de grupos, de sancadillas. Y después el cuestionamiento es por qué el Partido ha perdido tanto apoyo popular, porque ha perdido tantos diputados, tantos senadores. Quiero un partido que proponga, que promueva, que incentive, que piense un Chile mejor. Hace años que no escucho qué es lo que podemos hacer en educación, innovación, tecnología, ciencias, cultura, salud, y tantos otros temas. Lo único que se escucha son "slogans", algunos bonitos y otros que dejan bastante que desear, pero que al fin y al cabo son simples slogans, sin ningún contenido palpable, entiéndase "hay que corregir el modelo" (y cómo), "hay que apoyar a las pymes" (y cómo), y tantos otros que no vale la pena recordar.
Todo lo anterior se diluye en una pelea, ya tan conocida. Una elección que no refleja la democracia como la entiendo yo, aquella en que el respeto y la tolerancia priman en un debate de ideas y propuestas, dentro de un marco de amistad cívica, de fraternidad, siempre mirando en el horizonte el bien del partido y de la patria. Si todo sigue como está, no se puede esperar más. Votar blanco o nulo, es una forma de protestar, y a mi me gusta protestar.
Y que mejor que hacerlo que hablando de uno de los temas que copa la agenda política actual, las elecciones de la Democracia Cristiana. Mi amigo Beto refleja gran parte de mi pensamiento en la columna que escribió en su blog, y yo quisiera aportar lo mío también. Un Partido que tiene tanto para dar, pero tan ciego frente a todo, frente a la modernidad, frente a la gente, frente a los cambios, frente a tantas cosas y tantos temas. La visión que yo tengo de la Democracia Cristiana, y que debiera recorrer la mente de todos los demócrata cristianos es que, además de ser un partido popular y nacional (hoy en día concepto bastante apaleado), la Democracia Cristiana es un partido de vanguardia, que, sin entrar en detalles, es precisamente aquello, un partido que está a la vanguardia, o que al menos alguna vez lo estuvo o lo fue. Esa es la esencia de la DC, y esa debe ser la esencia.
Pero no, en el partido están más preocupados de otras cosas, un partido de lotes, de grupos, de sancadillas. Y después el cuestionamiento es por qué el Partido ha perdido tanto apoyo popular, porque ha perdido tantos diputados, tantos senadores. Quiero un partido que proponga, que promueva, que incentive, que piense un Chile mejor. Hace años que no escucho qué es lo que podemos hacer en educación, innovación, tecnología, ciencias, cultura, salud, y tantos otros temas. Lo único que se escucha son "slogans", algunos bonitos y otros que dejan bastante que desear, pero que al fin y al cabo son simples slogans, sin ningún contenido palpable, entiéndase "hay que corregir el modelo" (y cómo), "hay que apoyar a las pymes" (y cómo), y tantos otros que no vale la pena recordar.
Todo lo anterior se diluye en una pelea, ya tan conocida. Una elección que no refleja la democracia como la entiendo yo, aquella en que el respeto y la tolerancia priman en un debate de ideas y propuestas, dentro de un marco de amistad cívica, de fraternidad, siempre mirando en el horizonte el bien del partido y de la patria. Si todo sigue como está, no se puede esperar más. Votar blanco o nulo, es una forma de protestar, y a mi me gusta protestar.
