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Narrativas




Desde el caos:
Me desperté a las 5 de la mañana, Siempre con mucho sueño pero me toca porque tú sabes que en este país hay que madrugar para que el tiempo rinda, con tantas colas todos los días y el Metro que no sirve y los autobuses que pasan todo el tiempo llenos, bueno, preparé desayuno y levanté a los niños que seguían durmiendo, porque uno es el que se amarga, para ellos todo es lindo y bello y se tardan jugando cualquier tontería. No tienen noción del valor del tiempo, así que tengo que andarlos apurando a cada rato.

Total que salimos de casa todos azorados, en la calle un calorón espantoso, nos subimos a la camioneta como pudimos y Luego nos montamos en el Metro, que un día no sirve y otro tampoco. Hoy llegó a tiempo y pudimos montarnos en el primero, cosa rara, porque siempre es un desastre. Dejé a los chamos en la escuela y luego me fui a la oficina en donde me pagan tres lochas por hacer un trabajón horrible, pero tengo ya 10 años trabajando ahí. Pendiente todo el tiempo de donde llega la leche, si venden pan y si hay aceite en el supermercado de enfrente.

Al final del día busco a los chamos que generalmente vienen con ese uniforme asqueroso como si uno no tuviera que luego perder el tiempo lavándoselos y con lo caro que está el jabón y con tanto corte de agua todo el tiempo, tú te imaginarás lo difícil que es lavar. Es que los niños andan en su mundo.
Les preparé la cena, unas arepas con una harina que me costó carísimo, porque es que no se consigue nada y cuando consigues pues pagas lo que sea. Así fue el café. No hay. Pero le compré a unos buhoneros casi al doble de cómo lo venden en el abasto y tengo café para un mes.

Me dormí como a las 11 luego de hacer los almuerzos, con un agotamiento espantoso, creo que me está dando gripe. Mañana a madrugar otra vez porque si no, el día no rinde.

Desde la luz:
Abrí los ojos a las 5 de la mañana, con la flojera habitual que da pararse a esa hora. Me gusta madrugar para luego no andar corriendo tanto, además así me da tiempo de hacer el café y el desayuno con calma antes de parar a mis hijos. A cada uno le doy un beso en la frente y le quito la cobija o los empujo. O se paran enfurruñados o se paran riéndose, pero se paran. Les pongo una hora límite para salir, para poder agarrar el autobús, que sabemos que a Veces se demora, y luego poder montarnos a tiempo en el Metro, que siempre es complicado porque lo usa mucha gente y con frecuencia debemos dejar pasar algunos trenes antes de montarnos.

Salimos unos cinco minutos tarde, en la calle hace bastante calor, es que este es el mes de los calorones y los chaparrones, pero vamos preparados con ropa fresca y nuestros paraguas. Nos montamos en la camionetica un poco apretados, pero pasó rápido, así que recuperamos tiempo. Luego en el Metro nos montamos también en el primer tren, así que fuimos chévere, holgados con la hora. Dejé a los chamos en el colegio y, como tenía tiempo, aproveché de hablar un rato con la maestra. Luego me fui a la oficina en donde me esperaba mucho trabajo, como siempre. No gano mucho, pero lo que me pagan lo trato de administrar lo mejor posible para pagar las cosas y de vez en cuando darnos nuestros gustos en familia. Ya tengo 10 años en ese trabajo, así que he podido disfrutar de la estabilidad. Allí durante mis pausas, aprovecho de caminar hasta las panaderías cercanas donde consigo pan con cierta regularidad y además hago ejercicio. Compro hoy y me dura dos o tres días. Cuando está por terminarse es que busco más. Igual hago con el aceite o la leche. A veces me avisan y a veces por mi cuenta, cuando camino, veo que venden y le aviso a los demás. Eso si me dura un poco más, así que compro una vez por semana cuando mucho.

Al final del día busco a los chamos en la escuela. Casi siempre vienen sucios de haber echado vaina todo el día, pareciera que se arrastraran por el piso. A veces cuesta sacarles esa mugre, pero para eso lavo una vez a la semana toda la ropa, aprovechando al máximo la hora en la que ponen el agua y rindiendo el jabón lo más posible. A veces los pongo a ellos mismos a cepillar las manchas, y ¡gozan un puyero haciéndolo!

De cena les preparé unas arepitas. Siempre tengo harina, la voy comprando poco a poco, a medida que encuentro o alguien me vende. A veces la compro muy cara, pero igual vale la pena pues a los muchachos y a mí nos encanta nuestra arepa con queso, aunque también les he enseñado a disfrutar del pan, del casabe y de las galletas para así rotar el menú y rendirlo más. Con el café hago igual, voy comprando en la medida en la que aparece cada cierto tiempo, y luego lo rindo todo lo que puedo. Así siempre tengo mi cafecito en la mañana.

A las 11 me acuesto, siempre con el cansancio del día, pero es que con los muchachos y el trajín cotidiano es lógico que antes de acostarme ande como zombie. Dejo todo preparado para no andar con apuros al día siguiente, así duermo mejor, sabiendo que todo está organizado, y descanso bien, que es algo muy importante para no enfermarme. Mañana de nuevo comenzaré mi día a las 5 de la mañana, tempranito pero sin corredera.

¿Cuál narrativa prefieres tú?

Imagen de Twopointsofview


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