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Crónica Mad Cool Festival 2018

Crónica Mad Cool Festival 2018

12, 13 y 14 de julio

Madrid

“No solo apreciamos aquellos experimentos que tienen un uso inmediato y presente, sino principalmente aquellos que poseen más consecuencias universales para crear otros experimentos, y los que dan más luz al descubrimiento de las causas, por ejemplo, la invención de la brújula, que nos da la dirección, no es menos beneficiosa para la navegación menor que la invención de las velas, que nos dan el movimiento”

Francis Bacon

El ruido no hace bien, el bien no hace ruido y para evitarlo, lo mejor es reflexionar unos días después sobre lo acontecido este fin de semana en esta tercera edición del Mad Cool Festival. Lo fácil sería dejarse llevar por las emociones del momento, por el frenesí de las redes sociales o por las opiniones vertidas en medios de comunicación ávidos de morbo en épocas carentes de noticias. Eso es tan sencillo como comerse un pepinillo, ahora bien, si queremos preparar un buen encurtido casero, tenemos que aplazar la inmediatez para analizar el proceso que mejor nos resulte para ofrecer un producto digerible y, en la medida de lo posible, al gusto de la experiencia vivida.

En esta tercera edición del Mad Cool han existido severos problemas de organización que, básicamente se concentraron en la jornada inaugural: terribles colas de acceso, graves problemas de conectividad y desesperantes dificultades a la hora de pedir bebidas (propiciada quizás por una falta de experiencia de los camareros y camareras, así como de un diseño de barra poco ágil). Gran parte de estos problemas se solucionaron en las jornadas de viernes y sábado (a excepción de lo de las barras en momentos puntuales) aunque se le añadió la polémica (por mal gestionado en su comunicación) cancelación de Massive Attack y cuestiones de percepción grupal o individual (el cronista que esto relata no tuvo dificultad en acceder a los baños y aunque me pareció un paseo llegar hasta los autobuses, éstos funcionaron con agilidad y volví sentado todos los días).

Una vez dicho esto, que es muy relevante y de lo que espero que los organizadores tomen buena nota, también hay que hacer autocrítica sobre cómo nos comportamos en eventos de estas características. Ochenta mil personas reunidas en un espacio de generosas dimensiones requiere de un esfuerzo cívico por parte de todos y todas los que nos concentramos allí. Entiendo que los estímulos son múltiples y variados, pero no debemos olvidar que lidiar en un ecosistema nuevo donde se concentra tal multitud precisa de actitudes y comportamientos donde la educación prime por encima del exacerbado individualismo que lleva a comportamientos carentes de toda lógica y que no hacen más que enturbiar diferentes pasajes del evento. Con esto no quiero exculpar a la organización de los errores que se cometieron pero, creo que también debemos analizar nuestro grado de convivencia y civismo en este tipo de eventos multitudinarios.

Dicho esto, a nivel meramente musical, el Mad Cool congregó un cartel de relumbrón que a grandes rasgos no desmereció las expectativas creadas. En mi opinión, el gran triunfador del festival fue Pearl Jam, quien con su apoteósica actuación del jueves dieron un golpe encima de la mesa que largará su leyenda por muchos años más. Otros grandes triunfadores fueron NIN, Jack White, Kase O., Tame Impala, Alice in Chains, Wolf Alice, The White Buffalo, Frankie Cosmos, Kaleo o Dua Lipa.

Jueves 12

El atronador sonido de Slaves nos recibió en la jornada inaugural. Tras éstos, saltó a escena Eels, quienes adaptaron su repertorio a un evento de estas características, ofreciendo un Concierto agradable, liviano y altamente resultón. A continuación de esta leyenda de la música , saltaron al escenario principal Fleet Foxes quienes ejecutaron un concierto meloso, solvente, sobrio y efectivo pero un tanto carente de vitalidad. De ésta tiene a raudales Tame Impala, banda capitaneada por Kevin Parker desenrolló toda su psicodelia (acompañado de impactantes proyecciones audiovisuales que requerían de una mayor nocturnidad) guitarrera y electrónica, logrando mecernos en su danza chamánica de la antípodas. Tras estos llegó el gran momento del día, del festival y, posiblemente de tiempos futuros: Pearl Jam. La veterana, pero infatigable banda de Seattle desplegó toda su maestría, valentía y energía en un concierto que abrieron a oscuras con la hipnótica “Release” y concluyeron con la “Rockin´ in a free world”. Entre medias sonaron clásicos atemporales, legendarios, titánicos como “State Of Love and Trust”, “Alive”, “Porch”, “Cordoruy”, “Jeremy”, “Go”, “Better Man”, “Evolution”, “Given to fly”, “Rearviewmirror” y otras cuantas más hasta llegar a dos horas memorables. Resulta complicado tomar el relevo musical tras una actuación como ésta y aunque Kasabian lo intentó (el sonido no les acompañó del todo) ofreciendo un buen show, las actuaciones posteriores parecían verse lastradas por la energía incontenible que desbordó Pearl Jam. De esta forma MGMT ofreció un concierto carente de pasión y un tanto incoherente que propició la salida hacia opciones más enérgicas como la ofrecida por Justice.

Viernes 13

Tras la tempestad del jueves llegó una calma relativa el viernes. (la cancelación de MAssive Attack volvió a agitar olas de indignación -con razón-). El calor heredado del día anterior saludaba las actuaciones de las dos propuestas musicales que dieron apertura a esta nueva jornada: Kevin Morby Y Real State. Éstos últimos ofrecieron una elegante y un tanto almibarada actuación que hizo las delicias del público congregado en el escenario KOKO. La sofisticación de Real State se vio quebrantada por la (sobre)interpretación de At The Drive In quien no hizo prisioneros durante su refulgente actuación que coincidió con la apisonadora de The White Buffalo; epicidad folk/rock en cápsulas de fácil digestión y honda impresión. El recital de Snow Patrol fue una leve transición de escucha en diferido ante uno de los grandes momentos del día y de esta tercera edición del festival madrileño: Jack White. El talentoso hombre nacido en Detroit irrigó el escenario “Madrid te abraza” y por extensión, a cada trozo de césped (artificial) que soportaba al público entregado a las veleidades eléctricas de White y su primorosa banda que además de presentar temas de su nuevo y un tanto irregular disco (los cuales adquieren mayor contenido en su versión en directo) hizo un repaso por joyas de sus numerosos proyectos como esa joya que fueron The Raconteurs y, por supuesto, la simiente de todo esto, White Stripes, de quien rescató a modo de guinda final el celebérrimo “Seven Nation Army”. Concluida su actuación, en tres horas iban a producirse conciertos de alto copete como fueron los de Arctic Monkeys, Alice in Chains y Franz Ferdinand. Los primeros realizaron un buen concierto, con picos y valles que no lograron epatar todo lo que podría haber sido. Alice in Chains podría vivir de la nostalgia, pero su forzoso reciclaje les ha llevado a una descarga sónica de primer orden. Y si hablamos de potencia, diversión, saber estar y saber llevar al público hacia tierras de gozo y satisfacción nadie mejor que Franz Ferdinand. Los escoceses lucieron repertorio, no se dejaron nada en el tintero, logrando elevar nuestras ganas de seguir participando de su fiesta infinita. La jornada concluyó con la polémica, mal gestionada y comunicada, suspensión del concierto de Massive Attack que nos dejó la oportunidad de concluir en La M.O.D.A. o el reverso electrónico y muy apetecible de Erol Alkan.

Sábado 14

El fin de fiesta se inició con la poderosísima actuación de Wolf Alice. Lejos de acomodarse, la banda explora caminos donde la energía galvaniza a la audiencia a través de trallazos con aroma de los años noventa. Tras éstos, Rag´N´Bone Man asaltaba el escenario principal para arropar con su portentosa voz a una audiencia deseosa de sacudirse el calor a lomos de las sedosas melodías del británico. El traslado hacia escenario más pequeños nos iba a deparar dos de las sorpresas más agradables del festival: Kaleo y Frankie Cosmos. Bandas muy diferentes entre sí pero que dejaron un gran sabor de boca entre la numerosa audiencia que se congregó en sus actuaciones. Mención aparte merece el memorable recital de uno de los principales artistas españoles: Kase O. El rapero zaragozano, sin más artificio que su MC y un acompañante, acribilló (musicalmente) a todos los que allí nos reunimos y a los que pidió que hiciéramos “pogo” pero respetando al de al lado (ejemplo de saber combinar civismo y pasarlo bien) con la espectacular “Esto no se para”. De ahí hasta el final, sesenta minutos de relumbrón y de lección de humildad para muchos oídos escépticos o poco receptivos. Queens Of The Stone Age, independientemente de su orden acerca de las zonas VIP (multitud este año), ejecutó un concierto con la dosis de garra suficiente para convencer a las miles de personas necesitadas de un pulso eléctrico que transita en un set list que a veces parece un buffet libre, otras un restaurante de alta categoría, pasando por la grácil y placentera comida casera e, incluso, el deleite de comerse un simple pepinillo en vinagre. Josh Homme dio paso a otro de los grandes reclamos del festival: Depeche Mode. El legendario grupo adoleció de un peor sonido que otras bandas, lo cual frenó un tanto las expectativas al inicio de su recital que fueron remontando paulatinamente hasta llegar a un final pleno de satisfacción. El otro gran triunfador de esta edición fue sin lugar a dudas NIN. Un espectáculo avasallador, rico en matices, ejecución e interpretación  que fue coronado con “Hurt”. Épico, atronador, impresionante; una auténtica obra maestra. El grado de intensidad se rebajó gracias  a la interesante, pero más liviana, propuesta de Dua Lipa interpretó en el escenario “Madrid te abraza”. Un concierto sin altibajos que dejaba entonada a la audiencia en una especie de ampulosa nube de felicidad que se convertiría en una tormenta de gozosa fruición electrónica gracias al saber hacer de Underworld que proporcionó al público lo que necesitaba, incluida su mítica “Born Slippy”.

Redacción: Juan A. Ruiz-Valdepeñas

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