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Las balas ya no son solo de plomo



Fernando Arredondo

“Tenemos que tomar precauciones contra la infiltración de influencias indebidas, adrede o no, provenientes del complejo militar industrial”.

(Dwight Einsehower, ex presidente de EEUU, en su discurso de despedida en 1961. Dos años después mataban a su sucesor, John F. Kennedy)


El mundo asiste sorprendido en estas jornadas a la revelación de documentos secretos de la diplomacia norteamericana que desnudan en alguna medida qué ve –o qué quiere ver– Washington cuando nos ve. Realmente impresiona recorrer medios de todo el planeta, casi país por país, donde las filtraciones difundidas por la organización Wikileaks que conduce el misterioso periodista/hacker australiano Julian Assange ocupan los principales titulares. No es para menos: se trata de 250.000 “cables” (en realidad son mails) con comunicaciones entre el Departamento de Estado norteamericano y 257 embajadas distribuidas en todo el planeta. Y del total de mensajes, al menos hasta ayer no se habían procesado ni siquiera 500. Queda muchísima tela para cortar.
Sin dudas estamos frente a una operación mediática a escala planetaria, innovadora en sus formas ya que explota a fondo los recursos que hoy brindan las nuevas tecnologías de la comunicación. Una señal distintiva de esto es que la información está en un sitio “wiki”, especie de banco de datos on line que puede ser modificado por usuarios. Sin embargo Wikileaks (Wiki “filtraciones” sería su traducción) se diferencia de otros wikis, como la Wikipedia, en que solo puede ser modificado si se es un usuario con permiso adecuado.
Hay quienes viven este momento como un súmmum de transparencia y democratización de la información ya que se ha logrado poner al descubierto el backstage del imperio. Pero también están quienes ponen en duda que esto realmente sea así y que los objetivos de la operación, en realidad, sean otros.
Un elemento a tener en cuenta: no todos los documentos robados en Bagdad por el soldado norteamericano Bradley Manning, de 22 años (hoy preso), de las redes informáticas secretas del Pentágono SIPRNet y JWCIS en un CD regrababale de Lady Gaga (así dice la “historia oficial” que sucedieron los hechos) son los que se van a conocer. Wikileaks realizó una primera selección y otra más hicieron los medios “tradicionales” que se asociaron a Assange para difundir el material: The New York Times (EE.UU.), The Guardian (Reino Unido), El País (España), Le Monde (Francia) y Der Spiegel (Alemania). El criterio utilizado para dejar afuera cierto material no es del todo “transparente”.
Los cables en cuestión son de las sedes diplomáticas, no de la inteligencia o el espionaje norteamericano. O sea, lo que queda expuesto es en gran medida la labor de burócratas que en general se la pasan de cóctel en cóctel, no la de agentes secretos como los Jason Bourne o James Bond (aunque este era inglés por cierto) a los que el cine nos acostumbró.
No hay que descartar que sin haber logrado acceder a información realmente relevante, de ahora en más se cierren mucho más lo caminos para acceder a la información desde la red y que en paralelo se perfeccionen los controles sobre lo que hace cada usuario frente a su computadora. La excusa “Wikileaks” viene al pelo.
Por último, las grandes víctimas de todo esto no son Cristina por su salud mental, Berlusconi por sus fiestas o Sergio Massa por sus descarnadas críticas a Néstor Kirchner. Quienes posiblemente han sufrido un tiro de gracia son la secretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton, quien se posicionaba como presidenciable por los demócratas para 2012 y por sobre todo Barack Obama, el presidente que asumió con grandes promesas de cambios en la política interna y externa de su país, y que hoy encabeza un gobierno deshilachado, acosado por las corporaciones, el avance de los republicanos y el crecimiento de las expresiones de extrema derecha, como el Partido del Té. Muy ingenuo sería suponer que estas wiki filtraciones no contaron con inestimable ayuda de conspiradores del mismo poder norteamericano. Si es así, también el tiro de gracia habrá dado en la nuca a la esperanza de tiempos menos oscuros que los vividos durante los ocho años de la Administración George Bush.


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