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Malos tiempos para la lírica educativa

Son Malos Tiempos para la lírica educativa. Malos tiempos para expresar libremente tus sentimientos, emociones o, incluso, contradicciones educativas en abierto. Ya no es sólo el brutal despliegue mediático de determinadas prácticas, de modelos económicos que defienden un modelo educativo determinados o, simplemente, intereses muy alejados de nuestras aulas. Llega a ser algo que, imbuido, avalado y ejercido con nocturnidad, poca transparencia y mucha alevosía, llega a doler. No son trolls, son auténticos hijos de puta que, dan su cara más amable en abierto y aprovechan la privacidad de los mensajes directos en Twitter, mensajes en Facebook o inviolabilidad de los correos electrónicos para, curiosamente, sacar su verdadero aspecto. Un aspecto plagado de furia, necesidad de autoafirmación e insultos gratuitos ante su incapacidad para el debate abierto. Uno entiende muchas cosas, intuye otras y, al final, se da cuenta que todo esto de la mediatización educativa ha generado una gran cantidad de frustración entre algunos al ver que no consiguen su parte del pastel o se les cuestiona ciertas prácticas, en lugar de recibir la adoración que creen que se merecen. Supongo que esa sensación genera determinado tipo de respuestas pero, ni como persona ni como docente (sí, incluyo mi profesión) no lo permito. No permito que nadie insulte gratuitamente por mucho que le “piquen” algunos artículos, tuits o, simplemente, postulados.

Fuente: ShutterStock

Todo el mundo tiene derecho a expresar sus ideas sobre el tema que considere, a ser rebatido e, incluso, a poder establecerse un diálogo o debate más o menos encendido acerca de determinados puntos de vista. Preocupante que sea desde el anonimato. Indefendible que sea en privado, sabiendo que esos mensajes no van a poder usarse o difundir en público, más aún cuando dicha conversación se convierte en lugar de diálogo en simples insultos. Uno “no es basura” por defender una opción educativa; tampoco es un “retrasado que no entiende nada y que debería, como tal, largarse del aula” y, aún menos, alguien “para ser eliminado porque es lo peor”. No es un debate serio sobre ideas. No aporta nada. No tiene, sinceramente, ningún sentido. Lo sé, quién se pica ajos come pero, al final, ya no es cuestión de anónimos; es ver como personas que en la red demuestran lo buenas que son, lo mucho que comparten o, simplemente, sus ansias de mejora del sistema educativo (según dicen), se convierten en auténticas hienas en privado. Da pánico. Más aún cuando ves que son encumbradas o adoradas como deidades. Y eso me preocupa. Me preocupan este tipo de actuaciones, lamentablemente, cada vez más habituales en las redes. La crítica, algunos no entienden, que se debe dar con nombre y apellidos en abierto. No me importa. Es lícito criticar al personaje o a lo que defiende. Siempre lo es. Lo que no lo es, es modificar el debate para convertirse, no se sabe el motivo, en una caza al hombre. Sé que no gusta que no te lleven o no tener razón pero ello jamás debe llevar a actuaciones desproporcionadas. Un mal ejemplo para la educación que tanto queremos mejorar muchos. Una mala praxis que, al final, lo único que hace es quitar a algunos toda la razón que podrías llegar a tener porque, en más ocasiones de las que me gustaría (sic.), hay debates que pierdo y que me obligan a replantearme muchas cosas. No creo que me haya expresado bien. No es que los pierda, pierden mis ideas acerca de ciertas cosas pero se enriquecen en número y calidad gracias a ello.

Estoy preocupado. Preocupado ante la deriva de la educación más mediática reconvertida en espectáculo circense. Hay payasos, magos y pirañas. No hay jefe de pista y el personal se acaba desmadrando. El problema es que dicho desmadre se ha convertido en un ataque gratuito a aquellos que no piensan como uno. Y todos sabemos que, por desgracia, las pirañas siempre van en grupo y se esconden antes de atacar a su presa. Una presa que, al final, sólo se elige por haber dicho, en el caso educativo, algo que no gusta o plantea la realidad de ciertos chiringuitos. Malos tiempos para la lírica educativa. Larga vida a una noche de los cristales rotos que, para mi gusto, está siendo demasiado larga y en la cual están participando cada vez más “docentes”.

La tecnología ha hecho muy fácil que se extienda el enfrentamiento de bares a los contextos digitales. El problema es que, como mínimo en el bar, se estaba obligado a dar la cara.


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