Una intensa indignación prorrumpe en mí esta mañana. Siempre he creído que los hilos del destino deben seguir su propio cauce bajo la firme creencia de que el tiempo coloca las cosas en su debido lugar. De ahí que rara vez tome el espacio de las redes sociales para manifestar indignación alguna y mucho menos odio, uno de esos sentires que no deberían circular masivamente. Sin embargo, creo que la anormal y abyecta situación, por decir poco, que se vive en mi barrio, amerita algunas palabras al respecto. No entiendo a qué se debe y pocas Personas conozco a las qué preguntarles con propiedad, pero ya van trece meses contados en los que una turba de personas gritan a diestra y siniestra, y sin importar la hora del día o de la noche o de la madrugada, frases en su sentir y en su modulación llenas de la más pura vileza y hostilidad, tales como “Que lo maten”, “que se mate”, “no sirve”, entre otras frases de similar resonancia. Si el mismo hecho de gritar tales cosas ya es aterrador y censurable de por sí, la obsesión inaudita y el sin descanso con el que se hace es de pasmo.  Se evidencia en ello un hostigamiento, un régimen enfermo e inhumano de torturabilidad, un accionar anclado, me atrevería a decir, en la negación de la persona humana y en los más abyectos discursos de odio. Las personas que gritan aquello, en su mayoría mujeres, son de escasos recursos (lo digo sin prejuicio a priori alguno, desde luego), además de parecer personas muy peligrosas y probablemente pertenecientes a pandillas. Por poco que se diga, y sin contar la incitación al odio y al asesinato, estoy frente a un delito contra el bien público y la tranquilidad, de ahí mi extrañeza ante el hecho de que los vecinos de la zona afectada (el hecho no sucede exactamente en mi cuadra, sino a muchos metros de distancia), no se manifiesten, llamen a las autoridades o hagan algo para que se aplique el código policial. Hoy, desde luego, expreso toda mi indignación contra tales actos de barbarie y negación, reprochables, por supuesto, desde todas y cada una de las dimensiones del derecho y la moral habidas y por haber.