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Historia de una negligencia

Tengo 45 años y padezco una minusvalía del 75% y una dependencia reconocida de nivel II. Pese a mi minusvalía inicial (parálisis cerebral por anoxia en el parto), siempre he llevado una vida independiente y, aún teniendo mis limitaciones, podía valerme por mi misma.

Hace cinco años, me diagnosticaron  cáncer de pecho bilateral en fase IV, con metástasis óseas (caderas, varias vertebras, costillas) en fin, un largo etcétera.

El dolor provocado por las metastásis óseas, la incapacidad para usar los brazos (tras la mastectomía bilateral radical tipo Madden y la consiguiente aparición de linfedema en ambos miembros superiores), sumados a las secuelas de la parálisis de nacimiento, me han ocasionado los grados de dependencia y minusvalía antes mencionados. Por este motivo me veo impedida de usar una silla de ruedas en mi vida diaria.

Mi rabia es aún mayor cuando escucho la importancia del diagnóstico temprano. En mi caso, acudía a revisiones, avisé al ginecólogo de mi centro de especialidades del endurecimiento de mis pechos. Un año me tuvo el buen señor diciéndome que eran cambios hormonales.

Hasta que voy a un ginecólogo privado y me derivó urgente a la unidad de mama. El diagnóstico fue demoledor. No curable.

Quimioterapia, radioterapia, mastectomía bilateral, terapia hormonal, ensayos, etc. Voy siempre con la espada de Damocles y cada vez con mayor deterioro y dolor. Pero quiero seguir aquí, mi hija aún necesita a su madre! Carmen




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