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"TE ESTOY GRABANDO".



Así, con estas palabras, el conductor de Uber intentaba intimidar al Carabinero que le ordenaba detenerse y bajar del auto para ser controlado. El joven empujaba al policía y amenazaba con atropellarlo, hasta que dos disparos pusieron fin al incidente; nadie quedó indiferente y las redes sociales se inundaron de comentarios, algunos apoyando al carabinero y otros criticándolo por actuar, supuestamente, con fuerza desmedida.
Sin embargo, hay un ángulo del episodio especialmente interesante de analizar: la convicción absoluta del chofer acerca de que el carabinero no tenía Derecho a detenerlo, ordenarle que bajara del auto y controlar su documentación. Por eso lo grababa, con la certeza de que estaba registrando un abuso de autoridad, cuando la realidad es que era él quien se estaba resistiendo a la legítima función policial. Algo ha pasado en la sociedad, particularmente en la nuestra, que ha llevado a las personas a perder conciencia de los deberes que impone la pertenencia a una comunidad, que nadie puede vivir únicamente conforme a sus deseos, a lo que quiere, en una suerte de dimensión especial regida exclusivamente por derechos.
Esto lo vemos en la manera que muchas personas entienden el espacio público, como un lugar del que pueden disponer sin consideración por los demás, en la medida que lo ocupen para defender una causa que ellos mismos califican de justa. O la falta total de respeto al derecho ajeno en universidades que un grupo se toma, porque considera “inaceptable” alguna decisión o procedimiento de sus autoridades. Impedir el legítimo derecho a estudiar de otros alumnos está validado por cualquier votación, basta una escuálida asamblea de manos alzadas para creer que el manto de la legitimidad democrática cubre cualquier tropelía.
La autoridad se ejerce con timidez, el restablecimiento del orden es sinónimo de represión, el carabinero puede ser insultado, golpeado, denigrado, porque su sola presencia es una forma de “provocación”. El desafío a toda forma de orden normativo debe aceptarse, porque “Chile cambió” y ahora “las personas” se expresan sin temor contra los abusos. Se ha perdido la noción de que solo podemos vivir bajo reglas de racionalidad y cualquiera que reivindique esas reglas es rápidamente tildado de fascista.
Se han perdido muchas de las nociones básicas sobre las que se construye un orden social liberal y democrático de derecho. Son las normas y el respeto a ellas las que nos defienden del predominio de la fuerza. Son los procedimientos los que hacen predecible el ejercicio del poder; es el monopolio estatal de la fuerza ejercido por el carabinero lo que asegura la libertad y no la que lo impide.
“Te estoy grabando”, decía el conductor, cuando en realidad se estaba grabando a sí mismo. Así de perdidos estamos.

Gonzalo Cordero.
Abogado.


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