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La traición de Arequipa en la Guerra del Salitre: El mayor episodio silenciado en la Historia del Perú.- La vergüenza (escondida) de la Ciudad Blanca.- El 29 de octubre de 1883 Arequipa desertó cobardemente, rindiéndose sin combatir al enemigo del Perú.- Coroneles arequipeños Llosa Abril abandonaron sus posiciones en las alturas de Huasacache y permitieron el avance de los chilenos.- Ciudad del Misti se sublevó contra el Gobierno Provisorio del Perú con sede en Arequipa, lo derrocó, y recibió con

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Vásquez Bazán, César. 2014. La traición de Arequipa en la Guerra del Salitre. Lima: Blog César Vásquez: PERÚ: Política, Economía, Historia
Escribe: Dr. César Vásquez Bazán
PhD, International Studies, University of Denver
Economista, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima
Correspondencia: [email protected]

Otros artículos sobre el departamento de Arequipa en la Guerra del Salitre:

1.  Mollendo bombardeado por Chile.- El 17 de abril de 1879, a doce días de declarada la guerra, puerto es cañoneado por el alcoholizado capitán de navío chileno Enrique Simpson.- Agresores sureños destruyeron lanchas de particulares y robaron 250 bultos de mercadería de buque francés Marie.- Ataque estuvo a cargo del blindado Almirante Cochrane y la cañonera Magallanes.- Nueva agresión de Chile contra puerto peruano indefenso y ejecutada sin previo aviso
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2. Mollendo asaltado, saqueado, incendiado y destruido por invasores chilenos.- Iglesia de Mollendo profanada e incendiada por las bestias sureñas.- Estación del tren en Mollendo –superior a las de Santiago y Valparaíso– dinamitada e incendiada por el enemigo del Mapocho.- Aduana de Mollendo saqueada e incendiada por Chile.- Previamente, rateros de esa nacionalidad habían saqueado Islay.- En esta oportunidad arequipeños no ofrecieron resistencia ni en Islay ni en Mollendo.- Muchos huyeron y los que quedaron no se defendieron; lloraban y pedían de rodillas misericordia, que no los mataran.- Desórdenes sucedieron entre el martes 9 y el sábado 13 de marzo de 1880.- Testimonio irrefutable del presbítero chileno J. Eduardo Fabres, capellán de la expedición enemiga contra Mollendo
http://goo.gl/xGKJbZ


Texto No. 1
Arequipa se rinde
El New York Times informó en su edición del 30 de Octubre de 1883 que Joaquín Godoy, embajador chileno en Washington, recibió un telegrama oficial del criminal de guerra chileno-inglés Lynch, fechado en Lima el día anterior, anunciando que Arequipa se había rendido sin dar batalla y que Montero había huido. El despacho también indicó que Iglesias había sido proclamado Presidente en esa ciudad.

Ilustración No. 1
Volcán Misti, Arequipa, en fecha no precisada, entre los años 1870 y 1879
Foto: Colección de Edward A. Flint, Southern Methodist University, Central University Libraries, DeGolyer Library
“La Municipalidad de Arequipa, interpretando el sentimiento del vecindario, se cree en el deber de suplicar a Vuestra Excelencia [el Vicepresidente, Contralmirante Montero], que, cualquiera que sea la línea de conducta que adopte en lo político y militar, por la aproximación del ejército chileno, procure evitar, en lo absoluto, todo combate, choque o resistencia dentro de esta ciudad [de Arequipa], que pongan en peligro a sus habitantes”.
Concejo Provincial de Arequipa
Junta General realizada el 24 de octubre de 1883 a las 2 de la tarde
Acuerdo aprobado por unanimidad en sesión extraordinaria
(Muñiz 1909, 441-442)

Aquella parte de la sociedad [de Arequipa] que generalmente influye en las decisiones y en la voluntad de las mayorías, quería la paz, estaba en contra de la resistencia [a los invasores chilenos]. Y lo hacía sin espíritu de partido, sin odio ni pasión, sin tener para nada en cuenta el orden de cosas implantado por el señor general Iglesias; pues esto habría estado, al menos en la parte que nos correspondía, en contradicción con nuestros principios políticos”.
Rosendo Albino Zevallos
Concejal de la Municipalidad Provincial de Arequipa que el 29 de octubre de 1883 entregó deshonrosamente la Ciudad Blanca al enemigo chileno, sin combatir la invasión.
(Zevallos 1883, 18)

“Arequipa tenía hombres y armas para defenderse en buenas condiciones, y además poseía en los alrededores sitios inexpugnables. Lo que le faltaba era Gobierno y espíritu de sacrificio”.
Gonzalo Bulnes
Historiador chileno
(Bulnes 1919, III: 550)

“Lima, octubre 29, 1883
Lynch a Godoy:
Arequipa se rindió sin dar batalla. Iglesias proclamado en esta ciudad. Montero ha fugado”.
Patrick Lynch
Telegrama del criminal de guerra chileno-inglés a Joaquín Godoy, embajador chileno en Estados Unidos
(United States Department of State 1884, 123)

“En los memorables dos años que con tanta oportunidad recuerda, pudo esta Legación [de Perú en Bolivia] trasladar a los departamentos del sur del Perú, poniendo a disposición del Gobierno, ocho mil rifles, dos millones de municiones, una batería máxima de cañones Krupp, sables, mulas para las brigadas del ejército, más de cien mil varas de tela para uniformar a los soldados, y vestir a los guardias nacionales, calzado y hasta recursos pecuniarios en la cantidad en que éstos era posible obtenerlos del Gobierno aliado [de Bolivia]”.
Manuel María del Valle
Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario del Perú en Bolivia
La Paz, 29 de octubre de 1883
Carta al abogado arequipeño Mariano Nicolás Valcárcel,
Presidente del Consejo de Ministros y Ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno Provisorio del Perú con sede en Arequipa
(Ahumada 1891, VIII: 364)

“[El 29 de octubre de 1883] Arequipa fue ocupada tranquilamente por nuestra fuerzas”.
Martiniano Urriola
Coronel del ejército chileno, 
Comandante en Jefe de las Fuerzas Expedicionarias en el interior del Perú
(Lynch 1883, 526)

“A las 7:30 p. m. se hallaban ya nuestras tropas [chilenas] en los suburbios de Arequipa, y durante media hora se hacía alto a fin de formar la tropa en filas de a dos en fondo y permitir que la noche hubiera cerrado por completo. Nada menos que estas precauciones eran necesarias para que tan heroico pueblo [Arequipa] no pudiese contar, avergonzado, el escasísimo número de 1,300 hombres a que se habían rendido y que entraban [a la ciudad] ahora amos y señores”.
El Mercurio
Correspondencia desde Arequipa, 8 de noviembre de 1883
(Ahumada 1891, VIII: 376)

“De los catorce cañones recogidos hasta el 8 del presente [8 de noviembre de 1883] algunos estaban clavados, otros inutilizados por completo, y, especialmente a los Krupp, les faltaban los obturadores y las roscas, cuyas piezas no ha sido posible recuperar hasta la fecha.
Fuera de estos catorce cañones, había no menos de cinco de grueso calibre montados en diversos puntos de la ciudad, y este total de diecinueve piezas de artillería, superior al que traía nuestro ejército [chileno], demuestra cuán eficaz hubiera podido ser la resistencia de los arequipeños.
A este respetable número de cañones deben agregarse las siete ametralladoras con que también contaba  el enemigo [peruano]… En su mayor parte eran, según parece, de sistema Gatling
El Mercurio
Correspondencia desde Arequipa, 8 de noviembre de 1883
(Ahumada 1891, VIII: 376)

Los vergonzosos sucesos de Arequipa... a nadie sorprendieron porque con anticipación se sabía que no se haría ninguna resistencia y que los chilenos entrarían a esa ciudad sin disparar un tiro, como se verificó.
Memoria sobre la Retirada del Ejército del Centro al Norte de la República y Combate de Huamachuco
Pedro Manuel Rodríguez,  Secretario de Gobierno del General Andrés Avelino Cáceres
Daniel de los Heros, Secretario de Economía del Gobierno del General Andrés Avelino Cáceres
(Rodríguez y de los Heros 1886, 57)

“Al hablar de las actas de adhesión hechas por los pueblos [de Castilla, Camaná y La Unión] en reconocimiento del Gobierno del señor General Miguel Iglesias, debo hacer constar un hecho de alguna significación política que debe quedar establecido para los fines que convenga. Como era natural, el pueblo de Arequipa fue el primero que formuló un acta declarando el reconocimiento del Gobierno [del señor General Miguel Iglesias] establecido en la capital [de la República], la que empezó a suscribirse por muchos ciudadanos en la misma Casa Consistorial, y que el Concejo no tuvo a bien firmar, pero sí quiso autorizar con su intervención oficial”.
Memoria presentada por Armando de la Fuente, Alcalde del Concejo Provincial de Arequipa
31 de diciembre de 1883
(Ahumada 1891, VIII: 387-391)
Ilustración No. 2
Plaza de Armas de Arequipa, en fecha no precisada entre los años 1870 y 1879
El 29 de octubre de 1883 los invasores chilenos se instalaron en esta Plaza y la convirtieron en su dormitorio particular.
Foto: Colección de Edward A. Flint, Southern Methodist University, Central University Libraries, DeGolyer Library




La deserción de Arequipa

Por supuesto que Arequipa contaba con armas. También existía en sus alrededores sitios inexpugnables, como las alturas de Huasacache. Tenía hombres, cierto, pero, a la vez, carecía de espíritu de sacrificio, como lo demostró el acuerdo de su Concejo Provincial pidiendo no combatir en la ciudad, o el testimonio de Rosendo Albino Zevallos, concejal de Arequipa, indicando que la clase dominante arequipeña estaba en contra de la resistencia a los invasores chilenos.

Reconociendo estos antecedentes, expresémonos con propiedad: Arequipa tenía hombres, pero hombres sin espíritu de sacrificio. Y si le faltó gobierno fue porque esos hombres sin espíritu de sacrificio le hicieron el mayor favor que Chile y el traidor colaboracionista Miguel Iglesias pudieron haber recibido en la guerra: se deshicieron mediante un golpe de estado del Gobierno Provisorio del Perú con sede en Arequipa, tras amotinarse contra él y derrocarlo el 25 de octubre de 1883.

Hasta ese momento, el Perú tenía dos Gobiernos paralelos: el Gobierno Provisorio de Arequipa, representado por el Contralmirante Lizardo Montero, quien asumió la responsabilidad presidencial ante el destierro y prisión en Chile del titular, el abogado Francisco García Calderón, y el denominado Gobierno Regenerador, con sede en Limaadministración manipulada por el enemigo chileno y cuyo principal cabecilla fue el traidor Miguel Iglesias Pino de Arce. El regenerador” Iglesias fue alentado, promovido, financiado y sostenido en el poder por Chile.

Mientras el Gobierno Provisorio de Arequipa se empeñaba en buscar el fin de la contienda evitando el desmembramiento territorial, los regeneradores iglesistas predicaban la paz chilena, es decir la entrega al enemigo del riquísimo departamento salitrero de Tarapacá y de Tacna y Arica. Cediendo ante las exigencias de los ladrones del sur, el 20 de octubre de 1883 el régimen de Iglesias firmó el entreguista Tratado de Ancón. Cinco días después, identificándose implícitamente con el gobierno del traidor de Montán, la clase dominante arequipeña derrocó a la Administración de García Calderón-Montero, expresó su identificación con el títere Iglesias y con su tratado de paz chilena, y rindió cobardemente Arequipa, entregándose sin combatir al enemigo del Perú.

La que sigue es la relación censurada y trágica de la deserción de Arequipa y su sumisión voluntaria al enemigo chileno, capitulación que constituyó el oprobioso capítulo final de la Guerra del Salitre. Es una historia silenciada exprofesamente por los principales historiadores y por tanto es ignorada por la mayoría de arequipeños y peruanos. Muchos de los primeros, orgullosos de su tierra, se niegan a conocer los hechos o simplemente no los aceptan. Intentan ocultar la felonía arequipeña recordando cuántos hijos del Misti pelearon y entregaron la vida en las batallas que sí se libraron durante la Guerra del Salitre. En su estrecha ceguera histórica no perciben que esos sacrificios personales no guardan relación alguna con la rendición de Arequipa sin combatir al enemigo chileno, formalizada a través del Acta de Paucarpata, firmada el 29 de octubre de 1883. A pesar de esas actitudes, se hace necesario conocer los sucesos del golpe de estado y rendición de Arequipa en 1883 para percibir el rol antiperuano jugado por la clase dominante de esa ciudad, para precaver futuros comportamientos similares, y para educar a la población acerca del interés nacional del Perú y la necesidad de defenderlo ante las pretensiones del enemigo externo.


César Vásquez Bazán
Enero de 2014

Ilustración No. 3
Bandera de Arequipa, color rojo sangre, con el escudo de armas otorgado a la ciudad por Carlos V de España, mediante Real Cédula del 7 de octubre de 1541. El curioso aspecto fálico-eyaculante del volcán Misti y la sangre del fondo de la enseña brillaron por su ausencia cuando sin dar batalla, de manera vergonzosa, Arequipa se rindió al enemigo chileno el 29 de octubre de 1883.
En la Arequipa de fines de octubre de 1883, invadida por los genocidas chilenos, los leones rampantes y linguados representados en el escudo supuestamente los guardianes del Misti estuvieron ausentes. No aparecieron. Se derramó sangre peruana mas de cien muertos, baleados por otros peruanos– pero no la sangre que debió haber corrido que era la de los invasores que mellaron su suelo.


Ilustración No. 4
Escudo de Armas de Arequipa otorgado a la ciudad por Carlos V de España, mediante Real Cédula fechada en Fuenzalida el 7 de octubre de 1541. 

1.  LA TRAICIÓN DE AREQUIPA

Arequipa en los últimos días de octubre de 1883 escribió uno de los momentos más vergonzantes de su historia y, por ende, de la historia del Perú. Se acercaba a ella el ejército de una potencia extranjera. Arequipa no era atacada por Nicolás de Piérola; tampoco intentaba asaltarla el Vicepresidente Montero o el general Cáceres. Arequipa estaba en la mira de los invasores chilenos.


Se puede estar o no de acuerdo con Piérola, con Montero, o con Cáceres pero, en las circunstancias de Arequipa y frente al avance del enemigo del Perú, ¿cuál era la amenaza mayor?


Para los ciudadanos con noción de patria, el enemigo principal en octubre de 1883, como en diciembre de 1879, como en enero de 1881, eran los invasores chilenos. Contra los genocidas de Chorrillos, Barranco y Miraflores, contra los repasadores de heridos, contra los saqueadores de Lima, Trujillo, Ancash y Lambayeque, contra los enemigos que apresaron al presidente arequipeño García Calderón y lo llevaron como un vulgar reo al destierro en Chile, la heroica Arequipa, ciudad de blasones, escudos y banderas, no hizo nada.


Tenía la capital del Misti una batería de cañones Krupp y otros cañones de construcción propia, haciendo un total de treinta piezas; tenía ocho mil rifles; tenía ametralladoras y dos millones de balas. Lo que faltó a Arequipa, además de visión histórica, fueron algunos miles de ciudadanos decididos a enfrentarse al enemigo. A la hora de la verdad, sólo una minoría aceptó el desafío de los genocidas sureños. En ese sector patriota no estuvo incluida la Guardia Nacional de Arequipa 
que se negó a combatir a los chilenos y tampoco lo estuvo la mayoría de la población arequipeña, que se escudó en la decisión de la clase dirigente y de la mayoría del vecindario de no dar batalla al invasor en la Ciudad Blanca.

Ni hombres ni armas enfrentaron al enemigo chileno. Por el contrario, lo terrible de la Ciudad Blanca en octubre de 1883 es que unos y otros se levantaron no contra el invasor sino contra el Gobierno Provisorio de García Calderón –el presidente arequipeño deportado en Chile–, apuntaron contra el Vicepresidente Montero y segaron la vida de oficiales y soldados peruanos por el delito de intentar mantener el enfrentamiento contra el enemigo mientras éste no aceptase una paz sin cesión territorial.


Por supuesto, se sabe qué clase de pendenciero era Lizardo Montero. Considerado erróneamente como un As de la Marina Peruana, Montero fue un vivo de la vida metido en política (fue fundador del Partido Civil, allegado de Manuel Pardo, y candidato presidencial contra Mariano Ignacio Prado en 1875). Como marino no valía gran cosa. Por ello no estuvo al mando de ningún buque de guerra importante durante el conflicto con Chile. Como  “general” carecía de preparación, conocimientos y experiencia militar, a no ser que se califique como tal su participación en la represión de asonadas, sediciones y disturbios. Quizá deba respetársele por su actuación en la Batalla del Alto de la Alianza, pero ahí paramos de contar.


Montero era un político tradicional peruano, no inclinado a arriesgar el pellejo. Para describirlo debe recordarse que Montero fue el jefe que abandonó a Bolognesi en Arica, encargándole hacer volar la plaza para que sirviera de ejemplo al Perú. La acción de Montero es similar a la de su colega, supuesto As de la Marina Peruana, el buscador de figuración Aurelio García y García –apodado Aurelio Corría y Corría– otro marino transformado en político, al que la Historia recuerda por haber dejado solo a Grau en Angamos. García y García no volvería a comandar un buque de guerra del Perú; continuando con su carrera política se convirtió en el principal ministro de Piérola.


Así que no se está escudando a la persona de Montero. Lo que se defiende es el rol de Montero como representante del Gobierno alternativo al del traidor Iglesias. La inconsciente Arequipa se dio el gusto de derrocar al régimen que luchaba contra Chile y del cual Cáceres era segundo vicepresidente. Con el golpe de estado del 25 de octubre de 1883, Arequipa le hizo el más grande favor a Chile y al régimen títere del regenerador de Montán.


Volvamos al avance chileno sobre Arequipa. Ayudado y orientado por guías peruanos, y con militares peruanos adjuntos que cumplían encargo del traidor Iglesias, el ejército invasor transitó por Moquegua, sin oposición, y llegó a las puertas de la Ciudad Blanca.

Es allí donde el enemigo contó con el apoyo de los coroneles arequipeños Llosa –Francisco y Germán Llosa Abril–que abandonaron sus posiciones en Huasacache y dejaron pasar a los chilenos por Puquina con rumbo a Arequipa, sin enfrentarlos, aduciendo que no sabían qué hacer, que no tenían órdenes específicas, que les habían cambiado las municiones, que eran muy pocos para enfrentar a los mil trescientos invasores, que ellos sólo eran coroneles del ejército de línea pero tenían pocas décadas de  “experiencia”, etc.

En Huasacache y Puquina no hubo Bolognesis, Alfonsos Ugartes, ni Justos Arias. Ahí hubo Llosas, que es exactamente lo contrario a Bolognesi, Alfonso Ugarte o Justo Arias. Ahí hubo Llosas que superaron dialécticamente las cobardías de Segundo Leiva y Agustín Belaúnde, coroneles de papel que abandonaron a Bolognesi en Arica, no acudiendo en su apoyo o simplemente desertando sus funciones.


Sin embargo, el golpe decisivo contra el Gobierno Provisorio fue iniciado por otro Llosa arequipeño –el coronel  “cívico” de Guardias Nacionales Luis Llosa Abril– que sublevó a su Batallón No. 7. Con el ejemplo del batallón de Llosa, los demás cuerpos de la invencible Guardia Nacional arequipeña se levantaron contra el gobierno de García Calderón-Montero. Contra ese régimen dispararon, que era el gobierno al que respondía Cáceres, y a ese Gobierno le mataron varios oficiales y soldados.


Los chilenos estuvieron felices que menos de una semana después de la firma del Tratado de Ancón, el Gobierno peruano que no aceptaba ser instrumento de Chile y que rechazaba las condiciones de la paz chilena había dejado de existir por obra del golpe de estado de Arequipa.

Ilustración No. 5
Francisco García-Calderón Landa, Presidente del Gobierno Provisorio del Perú elegido el 12 de marzo de 1881.
García-Calderón se negó a ceder territorio a los genocidas chilenos, por lo cual fue apresado y remitido a Chile como vulgar reo. Los enemigos del Perú lo mantuvieron preso en Valparaíso, Rancagua y Santiago, en indignas condiciones, entre fines de 1881 y 1884.
Francisco García-Calderón Landa nació en Arequipa, ciudad que derrocó su gobierno tras el levantamiento del 25-26 de octubre de 1883.

Ilustración No. 6
Arequipa, en fecha no precisada entre los años 1870 y 1879
Foto: Colección de Edward A. Flint, Southern Methodist University, Central University Libraries, DeGolyer Library

2.  ANTECEDENTES

2.1   Alarma espantosa, pánico, y desaliento en Arequipa

Los siguientes testimonios y extractos periodísticos proporcionan una idea acerca del ambiente depresivo que se vivía en la Ciudad Blanca días antes de la presencia en la zona de los invasores chilenos. El miedo se había generalizado entre la población debido al supuesto número de los asaltantes, a sus tendencias genocidas y a las prácticas del saqueo, destrucción, asesinatos y violaciones que cometían tras las batallas.

Texto No. 2
Alarma espantosa ante la aproximación de los genocidas
Arequipa, 17 de octubre de 1883
(Ahumada 1891, VIII: 353)

Texto No. 3
Horribles momentos de pánico en Arequipa
Arequipa, 17 de octubre de 1883
(Ahumada 1891, VIII: 353)

Texto No. 4
Gran desaliento ante el regreso a Arequipa de las tropas peruanas enviadas a Moquegua y que no enfrentaron al ejército chileno en esa ciudad
Arequipa, 13 de octubre de 1883
(Ahumada 1891, VIII: 352)

Ilustración No. 7


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La traición de Arequipa en la Guerra del Salitre: El mayor episodio silenciado en la Historia del Perú.- La vergüenza (escondida) de la Ciudad Blanca.- El 29 de octubre de 1883 Arequipa desertó cobardemente, rindiéndose sin combatir al enemigo del Perú.- Coroneles arequipeños Llosa Abril abandonaron sus posiciones en las alturas de Huasacache y permitieron el avance de los chilenos.- Ciudad del Misti se sublevó contra el Gobierno Provisorio del Perú con sede en Arequipa, lo derrocó, y recibió con

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